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Cambio de la Constitución: ¿Otra vez el Cometa Halley?

Por Hernán Rocha Domingo 6 de Noviembre del 2022

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En el año 2015 la Presidenta Michelle Bachelet anunció que se iniciaría un proceso constituyente para la redacción y aprobación de una nueva Constitución Política para el país en remplazo de la Constitución de 1980. El 6 de marzo de 2018, es decir a cinco días antes del término de su mandato, presentó un proyecto de reforma constitucional para modificar la Constitución Política de la República. Posteriormente la Presidenta Bachelet reconoció: “No logramos concluir a cabalidad el proceso constituyente”.

Es que los cambios fundamentales como son una modificación a la Constitución de la República deben tener en cuenta el momento en que ello ocurre. Un cambio realizado durante un proceso dictatorial por supuesto le resta legitimidad al resultado. Un cambio que ocurre cuando los órganos del Estado se encuentran en franca decadencia, también le resta legitimidad. Por último, los cambios que ocurren cuando las prioridades de los ciudadanos son otras, le quitan participación y legitimidad al proceso.

El primer caso es obvio, pero no por obvio no debe explicarse. La Constitución de 1980 fue refrendada por uno de los plebiscitos más aberrantes que se puedan conocer en la historia. Un fraude y burla acompañado de la comparsa de civiles y militares que pregonaban al disidente como un enemigo que había que eliminar.

El segundo caso tiene relación con una dictadura solapada que se evidencia en la tasa de descontento de las personas. La democracia tiene una sola interpretación y por supuesto no acepta variantes ocultas creadas por aquellos que piensan en la población como personas ignorantes: “El fundamento de la democracia es el reconocimiento de la dignidad de la persona humana. Las personas son libres y concientes de su libertad, tienen la facultad de decidir y elegir” (Biblioteca del Congreso Nacional de Chile). Esto que parece tan simple se deformó a través de un poder político que distribuye a discreción como quien reparte feudos, como quien reparte espacios y establece que aquel que no reconoce el sistema, queda relegado a ser un “problema”, a un “nihilista”. Nuestra “democracia” tiene evidencias simples pero complejas a la vez de este fenómeno. Al parecer estamos en presencia de un sistema retorcido basado en la creencia de la ignorancia, donde los espacios se reparten a discreción de grupos auto-elegidos como seguidores de la democracia. Soberbios que profitaron del sistema por muchos años, hoy se autodenominan salvadores de la democracia.

El tercer elemento que no hace recomendable ahora un cambio a la Constitución, son las PRIORIDADES. Cierto es que muchas cosas son importantes (como el cambio Constitucional) pero no todas las cosas importantes son urgentes. Cuando se obliga, la importancia más parece una parafernalia para hacer olvidar lo verdaderamente urgente. Y lo urgente ERA Y ES cambiar: un Sistema de Salud hecho para para los que tienen, un Sistema de Previsión construido para el Sistema Financiero, un Sistema de Provisión de Vivienda entregado al Mercado. Agreguemos a esto el problema madre de todos: la desigualdad. Donde somos no sólo los precursores, sino los máximos exponentes a nivel mundial.

¿Será necesario seguir discutiendo sobre la Constitución si podemos resolver estos problemas urgentes tan sólo cambiando posiciones y leyes?

El Cometa Halley nunca se vio, no se debía ver, pero Francisco Javier Cuadra, ministro secretario de Gobierno de la dictadura nos convenció que sí se vería. (1986).

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