“La hermana menor”, un retrato de Silvina Ocampo, Mariana Enríquez, Parte 1
El pasado domingo reseñamos “Mujeres Magallánicas, el excelente trabajo del historiador Mateo Martinić. Ello, como punto de partida de una serie de artículos que dedicaremos a la mujer, en específico a la destacada participación de algunas de ellas en distintos ámbitos, en los cuales no siempre han tenido el reconocimiento que han merecido.
Hoy traemos a estas páginas un texto con la biografía de una de las mejores escritoras argentinas, sólo catalogada como tal en estos últimos tiempos. Proveniente de una de las familias más ricas y aristocráticas de dicho país; de las que no educaban a sus hijos en colegios, sino con maestros particulares en sus casas, esas familias que cuando viajaban a Europa llevaban una vaca en el barco para que la descendencia tomara leche fresca.
Según nos refiere Mariana Enríquez, Silvina Inocencia María Ocampo nació el 28 de julio de 1903 en Buenos Aires, creció en la casa familiar de la calle Viamonte y en la casona de Villa Ocampo en San Isidro, a veinte kilómetros de Capital Federal. Hija de Manuel Silvio Cecilio Ocampo y Ramona Aguirre Herrera, fue la menor de seis hermanas; “el etcétera de la familia” se auto definiría de adulta. Las hermanas Ocampo fueron: Victoria, Angélica, Francisca, Rosa, Clara María y Silvina. Clara María era la más cercana a Silvina por edad y afinidad; murió a los once años víctima diabetes infantil (Silvina tenía seis años). La visión de la gente vestida de negro que llegó a su casa en esa ocasión en señal de luto, marcaría su odio futuro a la sociabilidad.
El libro da cuenta de la infancia de Silvina, una niña distinta que amaba a los pobres y a los mendigos, que prefería la compañía de las y los integrantes de la servidumbre de las fastuosas residencias de los Ocampo, al punto que quería ser costurera. En esta etapa de su vida recoge gran parte del material con el cual construye sus cuentos, pues fue principalmente cuentista y se empieza a delinear la difícil relación con sus hermanas, en especial con Victoria, una especie de matriarca e importante figura de la escena intelectual argentina de las primeras décadas del siglo XX.
A los 26 años, luego de la muerte de su padre, la futura escritora se va a París a estudiar diseño, dibujo y pintura. Allí es rechazada como alumna por Pablo Picasso y alterna con otros jóvenes pintores argentinos, entre ellos con Norah Borges (hermana de Jorge Luis Borges, y de quien sería gran amiga). Enríquez reconoce que es poco lo que se sabe de la estancia parisina de la entonces pintora. Quienes la conocieron en esa etapa destacan su inteligencia y su belleza (ella se encontraba “fea” y evitaba fotografiarse). También recuerdan que desaparecía por largos períodos; dónde iba, con quien se encontraba, que hacía, es un misterio que difícilmente se develará.
A fines de 1932 o principios de 1933 regresa a Buenos Aires y en 1937 publicó “Viaje olvidado”, su primer libro de cuentos; poco a poco la literatura coparía sus días: “…los colores me molestan. No se puede ver las formas bajo la confusión de tantos colores. Así que me empecé a desilusionar. Me alejé de una pasión que también me resultaba una tortura. ¿Qué me quedaba? ¿Escribir? ¿Escribir?”.
En1934 conoce a quien fuera su marido por toda la vida: el también gran escritor Adolfo Bioy Casares, once años menor. Ella era amiga de Marta Casares la madre de Adolfo, quien le habría dicho a su hijo: “tienes que conocer a Silvina, la más inteligente de las Ocampo”. El enamoramiento fue inmediato, vivieron juntos hasta que en 1940 se casaron, siendo Jorge Luis Borges uno de los padrinos de la boda. La unión duraría hasta la muerte de Silvina, a pesar de las bulladas y públicas infidelidades de Bioy, y también de los celosamente guardados devaneos sentimentales de Silvina.
Continuará…