Necrológicas

Notas sobre la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego y antiguas exposiciones artísticas en el Hotel Cabo de Hornos

Lunes 13 de Marzo del 2023

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Víctor Hernández
Sociedad deEscritoresde Magallanes

Durante la primera década de su existencia, el Cabo de Hornos fue el lugar favorito donde muchos artistas de renombre mostraron a la comunidad puntarenense sus principales trabajos. A principios de 1963, con el auspicio de la Sociedad Pro Arte, la pintora chilena alumna de la Escuela de Bellas Artes, Irene Domínguez Ríos, expuso diecisiete cuadros con rostros de niños

Por mucho tiempo, el acompañamiento musical fue una característica de este gran hotel. El 6 de mayo de 1963 debutaba como anfitrión permanente de las veladas nocturnas, Castrito y su orquesta, elenco que compartía la función de amenizar las extensas jornadas del Cabo de Hornos con el grupo Mosaicos de América

Con el auspicio de Radio Polar y de la firma Vidal y Camelio, el famoso compositor de boleros y cantante Mario Clavel acompañado del gran pianista Valentín Trujillo, iniciaran el 6 de julio de 1963, una serie de presentaciones y shows en Punta Arenas, precisamente, en los salones del Hotel Cabo de Hornos

A estas alturas resulta muy difícil discutir sobre el gigantesco papel que tuvo la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego (SETF) en el desarrollo económico, social y cultural de Magallanes. Independiente del color político con el que se miren los hechos, resulta inobjetable la influencia ejercida por la otrora principal industria ganadera en la vida y en los principales acontecimientos de nuestra región, principalmente desde fines del siglo XIX hasta por lo menos, cuando comenzó a implementarse la Reforma Agraria (1967). 

Aquello resulta palpable y se observa con mayor nitidez, cuando contemplamos la arquitectura de los imponentes edificios ubicados en el casco histórico de Punta Arenas, que en sus inicios, fueron las residencias particulares de las principales familias que constituyeron la SETF y otras empresas del rubro ganadero. Esta grandiosidad, la constatamos también, cuando recorremos la inmensa estepa de la Patagonia, -tanto chilena como argentina-, y vemos las enormes estancias con sus caserones característicos, que nos remite a un pasado de esplendor, que hizo de Magallanes un lugar diferente en el ámbito nacional, pero además, reconocido en el extranjero como uno de los escenarios naturales más bellos y prístinos  del planeta.

La SETF tuvo a lo largo de su historia varios lunares imposibles de ocultar, una parte significativa de la responsabilidad en la desaparición de algunos pueblos originarios y en la lucha sostenida contra sus propios trabajadores durante los días de apogeo de la Federación Obrera de Magallanes, que alcanzó su momento más álgido, en el período 1911-1922. Aun así, su ámbito de poder se mantuvo incólume y pareció extenderse en las siguientes décadas. En lo que parece una contradicción, en la medida en que los ciudadanos de Magallanes adquirían sus derechos civiles (capacidad de elegir a sus representantes en el Parlamento, en el Ejecutivo y, a nivel comunal) y despuntaba el territorio como una provincia de la República, mejoraba el nivel socioeconómico de los obreros y trabajadores de la SETF. 

No se puede soslayar que se crearon bibliotecas populares administradas por los mismos operarios y peones que laboraban en las estancias; o que se fundaron escuelas destinadas a la enseñanza de los hijos de los campesinos con profesores contratados por la propia empresa. Mucho menos se puede olvidar, la construcción en algunas ciudades de la Patagonia de barrios edificados para el personal y sus familiares, considerados hasta el día de hoy como modelos de planificación, admirados por su diseño racional y funcional. Señalamos al respecto, sólo en el caso de Punta Arenas, a las poblaciones Mauricio Braun y Explotadora, como claros ejemplos de lo que acabamos de mencionar.

Nos parece necesario esbozar además, siguiendo con este somero análisis que hacemos de la SETF, agregar que en Magallanes se dieron ciertas condiciones que no observamos en otras zonas del país y que el propio Luis Emilio Recabarren advirtió, cuando estuvo en Punta Arenas a mediados de 1916. A pesar de las grandes dificultades que sobrellevaron, los obreros y campesinos patagónicos junto con disponer de una mejor organización interna, tuvieron un mejor nivel de vida si lo comparamos, por ejemplo, con los grupos de trabajadores del salitre en la pampa nortina o con los mineros de las zonas carboníferas de Lota y Coronel. Ni hablar de los jornaleros del campo chileno.  

La dinámica de trabajo de la SETF extraída de las experiencias obtenidas en Australia, Nueva Zelanda y particularmente, en las Malvinas, con un sistema que consiguió administrar de manera descentralizada más de tres millones de hectáreas, unido a la utilización de tecnología importada de Gran Bretaña, hizo que varios estudiosos del agro reconocieran como premisa que en Magallanes, si bien existió un campesinado, nunca fue un latifundio a la manera de la zona central del país.

Recordemos también, que las instalaciones estancieras sirvieron de infraestructura para acometer dos nuevas transformaciones en la realidad regional llevados a efecto en muy corto tiempo. Por una parte, el proceso ya descrito de la Reforma Agraria, con la fundación de pequeños pueblos y asentamientos campesinos, impulsados principalmente durante los gobiernos de Eduardo Frei Montalva (1964-1970) y Salvador Allende Gossens (1970-1973) y la contrarreforma ejecutada en el campo y en el área de la agricultura por las autoridades del régimen de facto (1973-1990), unido a la nueva división política y administrativa que entró en vigencia a mediados de 1974. El país se reestructuró en regiones, provincias y comunas. En Magallanes, varias de las añosas estancias se convirtieron en las capitales en que descansa y pervive la ruralidad del austro.

Ahora bien; estas disquisiciones no tendrían sentido, si no reparamos en el  siguiente concepto. A menudo, los directivos de la SETF se anticiparon a los acontecimientos; se mostraron precursores, visionarios. Casi siempre, imaginaron un futuro económico distinto para Magallanes. Aquello se manifestó con nitidez en la Gran Exposición Ganadera Internacional con motivo de conmemorarse el centenario de la toma de posesión del estrecho de Magallanes y territorios adyacentes, por parte de la goleta Ancud y su tripulación, realizada en el verano de 1944. Los representantes de la SETF instaron a las autoridades encabezados por el Presidente de la nación, Juan Antonio Ríos Morales, ministros, subsecretarios y periodistas venidos desde la capital al austro para cubrir el magno evento, a “creer en las posibilidades que ofrecía la actividad ganadera, el porvenir de la provincia, considerando las bellezas naturales de Magallanes como el ámbito que puede generar un interesante flujo de capitales en la región”.

Inicios del 

turismo regional

Las palabras expresadas en la Exposición Ganadera, coincidieron con la etapa de finalización de la Segunda Guerra Mundial y con el comienzo de las investigaciones etnográficas realizadas en Magallanes por misiones científicas europeas, dirigidas por Alejandro Lipschutz, Grete Mostny, Joseph Emperaire y Annette Laming. Casi en paralelo, desde 1947 en adelante, el Estado de Chile había consumado con las distintas ramas de sus Fuerzas Armadas, el establecimiento de bases con dotación permanente en la Antártica. De pronto, Magallanes adquiría preponderancia en el concierto mundial, aun ignorando los avatares de la Guerra Fría.

En el plano doméstico, un hecho anecdótico revelaría las carencias básicas de Punta Arenas. En el invierno de 1951 la Federación de Básquetbol de Chile (Febach) encomendó a la Asociación local, la organización del vigésimo campeonato nacional de este deporte. Los dirigentes entraron en pánico, al percatarse que la ciudad famosa, entre otros motivos, por su imponente arquitectura, carecía de un hotel suficientemente amplio para albergar a los equipos con sus delegaciones. El Presidente de la República de aquel entonces, Gabriel González Videla, salvó la angustiante situación con una medida providencial. Determinó que el transporte Araucano, buque madre de submarinos de la Armada Nacional, navegara desde Valparaíso con recalada en Puerto Montt, lugares donde aprovechó de embarcar a las selecciones regionales, y dirigirse con los deportistas hasta las gélidas aguas del estrecho de Magallanes, para servir como hotel flotante durante todo lo que durara el campeonato. 

El torneo, cubierto por destacados medios periodísticos nacionales, tuvo una fuerte carga simbólica. Punta Arenas tenía de todo, menos un centro de convenciones de clase mundial, que reuniera y cobijara a turistas provenientes del extranjero. La SETF tomó nota de aquello. 

Se decide crear 

un gran hotel

Varias cosas ocurrieron entonces, partiendo por la construcción del aeropuerto de Chabunco cuya primera pista de aterrizaje fue inaugurada por el Presidente Carlos Ibáñez del Campo, el 10 de mayo de 1956. Recordemos que en febrero de ese año habían comenzado a aplicarse las disposiciones de la ley N°12.008 o de Puerto Libre. En tanto, el 25 de marzo, el vespertino El Magallanes, publicaba un reportaje titulado “Se proyecta la construcción de un gran Hotel y una amplia Sala de Espectáculos”. Se anunciaba que los propietarios iniciales, Alfonso y Julio Menéndez Behety, junto a María Menéndez de Campos y Herminia Menéndez de Gómez, eran los dueños del perímetro de 50 metros ubicado en calle Pedro Montt y los 50 metros colindantes con Muñoz Gamero.

Se indicaba además, que en el sector mencionado funcionaban el café Plaza, el pabellón Punta Arenas, la tienda Foschino y Senatore, la lechería Río de los Ciervos, una sastrería, una frutería y el departamento de minas y petróleos, los que serían demolidos para levantar el lujoso Plaza Hotel como inicialmente, se pensó llamarlo. Desde aquel momento, todas las miradas parecieron converger en el espacio en que se erigía el gran edificio. El 25 de agosto de 1962, El Magallanes aseguraba que: 

“Vimos así lámparas de llamativos colores y fina terminación, sillas para los comedores, salas de té y bar, todas revestidas de material plástico y la última palabra en modernismo y calidad, como también sillones para los departamentos y salas de estar. El mobiliario en su totalidad ha sido importado de Alemania, Dinamarca y Estados Unidos”.

Finalmente, el Cabo de Hornos fue inaugurado el 8 de septiembre de 1962 en una solemne ceremonia en que asistieron autoridades civiles, comunales, eclesiásticas y militares. Se contó con un invitado de honor, como fue el ex Presidente González Videla. La administración del recinto fue confiada a la Sociedad Hotelera Panamericana, a cargo también de los inmuebles Gran Palace de Santiago; O´Higgins de Viña del Mar; Condell de Valparaíso, y Guaraní, en Asunción, Paraguay.

Para el acto inaugural, se contó con la exposición pictórica del famoso artista Arturo Pacheco Altamirano quien luego de manifestar que “el Hotel Cabo de Hornos es lo mejor que ha visto de la capital al sur”, expresó que venía de efectuar una gira mundial que incluyó visitas a México, Japón, China, Egipto, Grecia, India, Italia, Francia, Alemania e Inglaterra. En Punta Arenas exhibió una muestra de 26 telas, con motivos de Angelmó, Valparaíso y San Antonio; y algunos cuadros captados con temas ingleses, franceses, españoles e italianos.

Durante la primera década de su existencia, el Cabo de Hornos fue el lugar favorito donde muchos artistas de renombre mostraron a la comunidad puntarenense sus principales trabajos. A principios de 1963, con el auspicio de la Sociedad Pro Arte, la pintora chilena alumna de la Escuela de Bellas Artes, Irene Domínguez Ríos, expuso diecisiete cuadros con rostros de niños. 

Un momento particularmente significativo se vivió el 12 de febrero de 1963 cuando con el patrocinio del Círculo Antártico, nuestras FF.AA inauguraron la muestra Región de los hielos, en una ceremonia que contó con la presencia del ministro de Defensa, Julio Pereira. El Ejército exhibió una serie de tarjetas de felicitaciones y saludos, enviadas a la Antártica de todas partes del mundo, junto con fotografías, mapas y diapositivas del continente blanco. La Armada en tanto, mostró una maqueta a escala con las diferentes bases y sub bases chilenas que operaban en la Antártica; y un stand especial, dedicado a resaltar los utensilios que el piloto Luis Pardo Villalón, empleó en el histórico viaje que permitió rescatar a Ernst Shackleton y su tripulación, en la isla Elefante, el 30 de agosto de 1916. A su vez, la Fuerza Aérea enseñó a los visitantes, diversos instrumentos empleados en la Antártica como el hidrógrafo, y equipos de meteorología y de radio. Se compartieron también, fotografías tomadas por el funcionario de la institución, Salvador Nazar.

Por mucho tiempo, el acompañamiento musical fue una característica de este gran hotel. El 6 de mayo de 1963 debutaba como anfitrión permanente de las veladas nocturnas, Castrito y su orquesta, elenco que compartía la función de amenizar las extensas jornadas del Cabo de Hornos con el grupo Mosaicos de América. Por lo mismo, no debe sorprendernos que, con el auspicio de radio Polar y de la firma Vidal y Camelio, el famoso compositor de boleros y cantante Mario Clavel acompañado del gran pianista Valentín Trujillo, iniciaran el 6 de julio de 1963, una serie de presentaciones y shows en Punta Arenas, precisamente, en los salones del Hotel Cabo de Hornos, en momentos en que en el hall principal se exhibían 30 caricaturas de reconocidos vecinos y vecinas de Magallanes creados por el dibujante de la recordada revista satírica chilena Topaze, Fernando Daza.

Las exposiciones pictóricas fueron una constante durante la primera década de vida del hotel. En diciembre del referido año 1963, Mané Marín Couchot, inauguró en la galería comercial del Cabo de Hornos una muestra de 28 óleos con motivos florales y de paisajes europeos; mientras que, en el local N°7 del edificio, Josefina Araya Guerrero, presentó 45 pinturas en acuarela sobre temas marineros. Otros artistas, como el decorador de interiores, George Sauré, la pintora Graciela von Bennewitz con sus cuadros sobre temas de Puerto Natales y el muralista valdiviano Raúl Ulloa Burgos, expusieron en el verano de 1964, al igual que Osvaldo Geisse, Luis Lazzaro Avalos, la acuarelista María Punket, Edmundo Seebach y Luis Valenzuela Toro.

Un instante imposible de olvidar fue la exposición de 20 cuadros denominada La conquista aérea austral, efectuada por el coronel (r) de la Fach Enrique Flores Alvarez, en el local que Lan Chile tenía en el Hotel Cabo de Hornos. En la exhibición se podía apreciar, entre otros hitos históricos, el primer vuelo realizado en la Patagonia por Luis Omar Page el 23 de agosto de 1914 con el aeroplano Punta Arenas; el primer cruce aéreo del estrecho de Magallanes, que unió Punta Arenas con Porvenir, hazaña lograda por David Fuentes Sosa el 1 de noviembre de 1916 en su monoplano Talcahuano; el primer vuelo internacional realizado por Mario Pozzati que conectó Punta Arenas con Río Gallegos, el 29 de mayo de 1921, con el avión Magallanes; una recreación de Gunther Plüschow y su famoso hidroavión Cóndor de Plata; la llegada al austro de Arturo Merino Benítez, el 27 de enero de 1930 en el Junkers del Ejército chileno; los anfibios Magallanes y Chiloé, protagonistas de la línea experimental Puerto Montt-Punta Arenas; y el Saturno, mítico avión en el que Franco Bianco concretó el legendario raid Magallanes, Chamiza, Santiago, Buenos Aires, Punta Arenas, en el invierno de 1936.

Distintos espectáculos y eventos culturales se consumaron en el Hotel Cabo de Hornos, pese a que alrededor, en el local de Surco, en la taberna del Club de la Unión y en la Casa de la Cultura en el Palacio Montes se sucedían las actividades artísticas y literarias. El 28 de diciembre de 1970, René Letelier, seis veces campeón de Chile de ajedrez, vencedor del futuro campeón mundial y uno de los mejores jugadores de la historia, Robert Fischer, ofreció en el salón principal del hotel, una exhibición de simultáneas contra 80 adversarios. En tanto, el 10 de diciembre de 1971, la boutique Berioska mostraba la colección de 19 trajes de piel creados por el modisto Edmundo Frank, producidas por Textil Magallanes y estrenadas en la India, en el marco de la Unctad II de 1968.