“Ennio, el maestro”
“Ennio: el maestro” tiene el valor de los testimonios del propio Morricone, de su buena memoria para recordar cada detalle de la composición, de sus arrebatos, vergüenzas y decepciones. Del Oscar que llegó tarde y a modo de disculpa cuando ya el mundo lo aplaudía de pie y lo había hecho suyo
Guillermo Muñoz Mieres
Periodista
Italia, 2022
Director: Guisseppe Tornatore
En Mubi, Apple, Cuevana y en la programación de vuelos comerciales
Un hombre de avanzada edad se prepara para la jornada. Se recuesta en el piso de su despacho, estira las piernas y los brazos. Entre medio, personalidades de la música y del cine se refieren a él. Se llama Ennio Morricone, un nombre impreso en los inicios y finales de cientos de películas y que hoy brilla en la constelación de los grandes artistas del siglo XX. El documental “Ennio: el maestro” fue filmado años antes de su muerte y, aunque parezca raro, es el único material existente que busca abarcar la totalidad sobre su vida, como si el reconocimiento del cine para retratarla llegara tarde, pero en el momento preciso para rendir cuentas como un testamento fílmico póstumo.
El responsable de la travesía es su coterráneo italiano, el realizador Guisseppe Tornatore, de quién alguna vez Morricone compuso la banda sonora de sus películas. De todas ellas, la de “Cinema Paradiso” es la más conocida por sencilla, nostálgica y emotiva; y porque adornaba las notas de matinales chilenos y alguna vez, en Punta Arenas, la interpretó el pianista chileno Roberto Bravo en un viejo piano donde, según él, anduvo por ahí la energía de Strauss.
El documental describe el recorrido de Ennio Morricone para hacerse un lugar en la historia de la música y lograr colocar su estatua en el panteón de los grandes compositores. No fue un trabajo fácil porque “lo docto” no aceptaría de buenas a primeras esta herejía de complicidad con el cine, este medio expresivo de las imágenes que a grandes penas el mundo del arte se atrevió a llamar “el séptimo” de ellos.
“Ennio: el maestro” tiene el valor de los testimonios del propio Morricone, de su buena memoria para recordar cada detalle de la composición, de sus arrebatos, vergüenzas y decepciones. Del Oscar que llegó tarde y a modo de disculpa cuando ya el mundo lo aplaudía de pie y lo había hecho suyo. Y sobre estas ideas, están las imágenes de archivo, los programas de televisión y las imágenes del cine. Es un documental sobre las luces del creador y casi nada de sus sombras. No hay voluntad ni tiempo para ello. Por eso lo acompañan en sus relatos cantantes, productores y realizadores que van reafirmando lo anteriormente dicho. A veces en el tarareo de sus oberturas, descritas como si la voz humana se transformara en una orquesta por sí sola.
A pesar de que el documental dura casi 3 horas el trayecto es grato porque cada composición es familiar a nuestros oídos. Alguna vez por la radio, algo en la tele pero mucho más en el cine. Puede ser un silbido en medio del desierto español donde un actor joven e inexpresivo llamado Clint Eastwood comienza erigir su leyenda en los spaguetti western, la maldición de una plaga de langostas en el oeste americano; en la flauta mágica y trágica de las tierras indígenas latinoamericanas o en el recuerdo de un niño con el cine de su pueblo.
“Ennio, el maestro” puede ser para el disfrute de cinéfilos y melómanos, pero no está acotado a ese público objetivo. Es una reflexión sobre el proceso creativo y cómo se va construyendo el genio y el artista. Pero aún más que eso. Es la historia de un hombre que un día su padre obligó casi por necesidad a tocar la trompeta y que, de allí en adelante, construyó algo tan grande¡¡ pero tan grande!!que quizás por el momento sólo puede caber en este documental.