“Las políticas públicas se centran en sacar a las personas de la calle y llevarlas a un refugio para que no fallezcan, pero no ofertan para los problemas de fondo”
Si bien se tiende a pensar que el vivir en la calle se reduce solamente a la falta de vivienda, lo cierto es que involucra también aspectos sociales, emocionales, psicológicos y económicos.
En Magallanes, son alrededor de 200 personas las que viven en la calle y, alrededor de 35 de ellas, son mujeres.
No tener hogar y deambular por las calles se gesta a partir de diferentes factores y eventos. En las personas mayores, suele darse por vulnerabilidad económica y pérdida de lazos familiares. Es una existencia al límite con particularidades propias del clima magallánico, que azota inclemente la mayor cantidad de meses del año y donde el costo de la vida es alto. A todo esto se suma el elevadísimo consumo de alcohol.
El jefe Operación Social del Hogar de Cristo, Alvaro Rondón, da cuenta de esta realidad explicando que en la calle se enfrentan a situaciones bastante duras, así las personas están mal nutridas, no tienen alimentos, ni tienen controles de salud, muchas veces hay patologías de base y además de consumo excesivo de alcohol. Son parte de los desafíos de las personas que mueren en la calle, en el frío.
“La primera semana de marzo vemos que ocurre un fallecimiento justamente en uno de los árboles de Avenida Independencia. Entonces, pasa que es vox populi para las personas en calle subirse a los árboles para protegerse del frío y protegerse de otras inclemencias”, dijo el jefe Operación Social del Hogar de Cristo.
El balance hasta ahora da cuenta de dos fallecidos, a fines de febrero y principios de marzo, pero el año pasado ya habían registrado tres casos de personas que murieron estando en alguna calle de Punta Arenas.
“Son personas que no tienen como guarecerse del frío o que, dada las condiciones de consumo o de cultura en calle en que viven, no se acercan a los dispositivos que existen, porque está la hospedería y los albergues que financia el Ministerio de Desarrollo Social, y que ejecuta el Fide XII, entonces hay albergues, pero por su historia no acuden”, reconoce el jefe Operación Social del Hogar de Cristo.
Frente a ello, explica que mientras más años en calle, el nivel de deterioro cognitivo y de salud es mayor. De hecho, una persona que lleva más de cinco años deambulando degenera que sobre los 50 años se considere un adulto mayor desde el punto de vista técnico por los altos niveles de deterioro.
Desde el punto de vista de la política pública, los dispositivos se centran en sacar a las personas de la calle y llevarlas a un refugio para que no fallezcan, pero no ofertan para los problemas de fondo, que tienen que ver con la ausencia de viviendas o dispositivos especializados para atender a este tipo de población. Porque si no se puede disponer de distintos dispositivos especializados para poder abordar estos problemas de fondo, la situación de las personas en calle va a ser recurrente.
“La respuesta que debiésemos dar como país sería involucrar a los distintos actores, la autoridad en sus distintos departamentos porque es una situación compleja donde tienes que tener en la mesa a desarrollo social, pero también a salud, a vivienda y al gobierno regional. A los dispositivos comunales y a toda la red de organismos que trabajamos con estos temas y debiéramos tener un diálogo común para poder tener una atención coordinada, y contar con un sistema coordinado de servicios”,dijo.