Orgulloso de mi raza
Estoy seguro que más de alguno de los lectores de esta columna, al ver el título de ella, pensará que se trata de algún discurso racista, o de una ridícula arenga chauvinista de supremacía racial y, por tanto, cargada de desprecio hacia otros. Permítanme explicarles por qué estoy orgulloso de mi raza, contándoles una historia que leí hace algunos años en una revista española.
En el año 1936 tuvo lugar un combate de boxeo entre el alemán Max Schmeling y Joe Louis, un norteamericano de raza negra. Contra todos los pronósticos de los entendidos en el boxeo, ganó el alemán, y la propaganda nazi aprovechó ese triunfo para resaltar la superioridad de la raza aria. Más adelante, en 193, Joe Louis ganó el combate de revancha y cuando le preguntaron si se sentía orgulloso de su raza respondió: “Sí, estoy orgulloso de mi raza, la raza humana”.
En realidad, la historia habla por sí sola y su moraleja se explica por sí misma. Es una clara interpelación a la mente y al corazón de quienes miran despectivamente a otras personas, por las razones que sea, y que lo hacen olvidando que la pertenencia a la raza humana nos hermana a todos los hombres y mujeres. Curioso olvido, por decir lo menos.
Pero la historia de Max Schmeling y de Joe Louis tiene más vueltas, las que son significativas en estos tiempos inseguros que vivimos, en que la desconfianza se va instalando cada vez más como el tono dominante de la relación entre las personas. Desconfianza que a muchos les hace dudar que existan personas buenas y confiables más allá de su círculo inmediato de relaciones, y aún eso con cautela.
Resulta que la propaganda alemana de ese tiempo, intentó y mostró a Schmeling como si fuese un héroe de la causa nazi, pero él se negó a apoyar dicha ideología racista y violenta. Más todavía, Schemeling lo arriesgó todo para lograr sacar de Alemania a su manager deportivo y su familia, que eran judíos, y consiguió enviarlos a los Estados Unidos. Pero, no sólo eso, Schemilng también puso en juego su propia vida para salvar a unos niños judíos de los campos de concentración, lo cual pudo ser verificado al fin de la segunda guerra mundial.
La solidaridad para con todos los miembros de la raza humana es lo que honra a quien pone la pertenencia a la condición humana por sobre cualquier otra consideración que pueda diferenciar o aún distanciar a las personas, y terminar poniéndolas en bandos distintos y opuestos.
Pero, esta historia todavía tiene una vuelta más. En medio de esos tiempos convulsionados por la violencia de la guerra, Max Schmeling y Joe Louis fueron soldados en los ejércitos de sus respectivos países, pero al término de la guerra cultivaron entre ellos una verdadera y estrecha amistad, que duró hasta la muerte de Joe Louis, en 1981. Por su parte, Max Schmeling fue un empresario que tuvo mucho éxito en sus negocios y pudo apoyar a Joe Louis que estaba empobrecido y con serios problemas de salud, a causa de su adicción a la cocaína. El apoyo de Schmeling a Joe Louis llegó al punto que fue el alemán quien financió los gastos de los tratamientos médicos e, incluso, pagó el funeral de Joe Louis.
He recordado esta historia porque pienso que en estos tiempos convulsionados e individualistas, violentos e inseguros, a todos nos hace falta sentirnos orgullosos de pertenecer a la raza humana y cultivar una mirada de solidaridad verdadera con las demás personas, sean quienes sean. Para los que somos cristianos, también es una ocasión de renovar la fraternidad universal que estamos llamados a vivir con todos los hijos e hijas de Dios.
Historias como la de Max Schmeling y Joe Louis nos ayudan a recobrar el orgullo y la gratitud de la pertenencia a la raza humana, a valorar la dignidad de toda persona, a creer que el encuentro, el diálogo y la amistad verdadera son posibles. Son historias que nos dicen que el mundo real no es sólo el de los sinvergüenzas y corruptos, los narcotraficantes y delincuentes -sean flaites o de cuello y corbata-, sino que nuestro mundo de cada día está lleno de gente buena, de personas honestas y confiables, de hombres y mujeres que nos renuevan la esperanza en la capacidad de bien de los miembros de la raza humana.