Puntarenazo y bombazo a Fátima marcaron compromiso por la dignidad del sacerdote Marcos Buvinic
Más de cuatro mil personas llegaron hasta la parroquia de Fátima el domingo 7 de octubre 1984. Apostados afuera, en el templo destruido, repletaron los terrenos y calles aledañas. Se trata de la más masiva eucaristía realizada al aire libre en la población 18 de Septiembre, un día después del atentado al recinto religioso, en el que murió el teniente de Ejército Patricio Contreras Martínez. Parte de la historia está retratada en La Prensa Austral y el acto terrorista fue consecuencia de un ciclo de otras explosiones de menor impacto en la ciudad, tras ocurrido el Puntarenazo.
La imagen de la misa al aire libre la tiene nítida el sacerdote diocesano Marcos Buvinic Martinic, a casi 39 años del bombazo que destruyó el frontis de la parroquia de Fátima. “Un momento impactante fue cuando el Padre Tomás González alzó los brazos y dijo: `Tenemos las manos limpias`, y las miles de personas que ahí estaban comenzaron a gritar tenemos las manos limpias. Sin duda, lo que pretendían los que volaron la Iglesia era atemorizar a toda la población y el efecto que consiguieron fue justamente lo contrario. La gente se puso de pie y tomó más conciencia”.
El fatídico 6 de octubre, Buvinic fue el primero en llegar: “Todo el barrio estaba sin luz por la explosión, entonces alumbré con la camioneta y me fui dando cuenta de la magnitud de la explosión y, al poco rato, los vecinos me gritaban: ‘Marco, Marco…’ y ahí estaban los restos humanos esparcidos por distintas casas”.
Un muy breve resumen de Marcos Buvinic Martinic, 68 años, diría: nació en Punta Arenas, seminarista en Santiago, en Vicuña Mackenna. El día del golpe presenció el bombardeo a la antena de radio Corporación y la resistencia del Cordón de ese barrio. Toda su vida dedicada a la fe y educación del evangelio. En los ochenta fue actor protagónico en el Puntarenazo y la explosión a Fátima. Gran parte de su obra la dedicó a la educación en grupos de base. Hoy, vive al lado de la Capilla San Francisco de Asís y sigue al pie de la letra su vocación.
“No soy ex alumno salesiano ni nada. Mi experiencia de fe se da en la parroquia, en comunidades que participé de joven y de ver que en medio de todas las cosas complicadas que se vivía antes del golpe había algo muy fundamental que estaba en juego y que es la dignidad de la persona humana y la única respuesta verdadera que encontré no pasó por ningún prisma ideológico sino que a partir del encuentro con el señor y el evangelio”, justifica Buvinic en el contexto de su compromiso con el prójimo.
Los ochenta fueron
tiempos difíciles.
“Hoy es muy difícil darse cuenta del riesgo de poner la firma en un papel, presentar un recurso de amparo. Todas esas personas arriesgaban mucho y no me canso de admirarlos, porque lo hacían con convicciones hondas de la fe y también porque eran personas conscientes de la dignidad humana. Hay tantos nombres. Destaco a los abogados Juan Vivar, René Bobadilla, Pedro Antonio González, Ana María Leal, que también paralelamente presidía la Comisión Regional de Derechos Humanos, y Paulina Echeverría que coordinó la pastoral de derechos humanos y todas las secciones que estaban bajo su amparo… Y hay una lista enorme de personas anónimas.
“En los primeros días del golpe las iglesias cristianas, Católica, Metodista y el Ejército de Salvación entregaron el primer apoyo a las víctimas, abrieron sus puertas. Es valorable que el gobierno destaque esas historias de compromiso con la fe y la dignidad humana. Hay que mantener viva esa memoria de defensa de la dignidad”.
Puntarenazo
El 26 de febrero de 1984, cientos de personas le gritaron: ‘Asesino’ a Pinochet. No habían banderas políticas. Era la comunidad que expresaba su malestar. Se trata de la primera manifestación pública al dictador, en plena plaza de Punta Arenas. La prensa bautizó el acto como Puntarenazo. Ese día, Marcos Buvinic, tuvo que defender a los fieles que ingresaron a refugiarse a la Catedral. La orden del obispo era: “Tienes que hacer valer lo que significan los derechos y que de la iglesia no se saca nunca gente detenida”, y se lo dijo desde Europa a Buvinic, quien se armó de valor y empezó las negociaciones, en una jornada que se extendió por más de cinco horas.
“Yo destaco siempre que puedo, la acción de coronel Madariaga, de Carabineros. Fue gracias a él que se logró superar esa situación, después de horas y horas en la Catedral, asediada por centenares de militares conscriptos. Cerca de las 18,30 horas recién logramos sacar a todas las personas que estaban al interior de la Catedral bajo la protección de Carabineros. Ninguno fue detenido ahí”, destaca.
“Sabes cómo se gestó el Puntarenazo”, pregunta Buvinic. Y él mismo responde:
“Algo de lo que poco se habla fue del proceso previo al Puntarenazo, porque no era cuestión de llegar y pararse allí en una plaza y efectuar una protesta, hubo un proceso previo que fueron los Cabildos Ciudadanos realizados en las distintas parroquias y, a través de los cabildos, es que se fue preparando, creando conciencia, creando también las decisiones y las convicciones para hacerlo. No fue una acción espontánea, sino que una decisión de valor y conciencia. Había convicción en la gente que estaba detrás”.
En la década de los ochenta, en plena crisis económica, los comedores populares de las distintas capillas de la iglesia daban alimento a los más necesitados. La de Francisco de Asís atendía a casi 200 personas. En esos espacios, trabajaba una comunidad anónima y comprometida con el prójimo.
Para Buvinic, la instauración de la dictadura militar, junto a todas las atrocidades, muertes y torturas, significó también la ruptura de un tejido natural de relaciones comunitarias cotidianas, tan propias de la zona, 50 años atrás. Se trata de lazos sociales característicos de una ciudad provinciana, aislada del centro del país, en el que víctimas y victimarios, en gran parte de los casos, se conocían o, al menos, “ubicaban” en diversos planos de la convivencia comunitaria.
“La Iglesia siempre estuvo, porque la dignidad de la persona humana es sagrada. Es la imagen y semejanza de Dios. ¿Eres capaz de amar como Dios ama? Esa, creo, es la razón del porqué estuvimos. Es algo que pertenece a la visión de la Iglesia”, aseguró.