Embajadores antárticos
En el día de ayer, la IAATO que es una asociación internacional de operadores turísticos, cuyo objetivo principal es promover fundamentalmente la práctica de viajes seguros y ambientalmente responsables en territorios polares, especialmente la Antártica, convocaba y celebraba el Día del Embajador Antártico, aludiendo este llamado a todos quienes han tenido una experiencia de visita en el continente blanco o que en su quehacer tenga un vínculo estrecho tanto con el quehacer cotidiano y de las ciencias y la investigación y que eso implique oportunidades de poder promover.
Un embajador antártico es considerado una persona, sea hombre o mujer, que ama y respeta la región, se permite los tiempos necesarios para educar a otros compartiendo sus experiencias antárticas y, quizás, en el caso nuestro, aquellas que están abocadas en el contexto de ambientes similares o asociados como son nuestros territorios subantárticos. Por lo general, estas personas son defensoras de la Antártica cuando se le presentan oportunidades de interactuar frente a pensamientos que sólo miran a la Antártica como un territorio del futuro de la humanidad, pero sólo con fines de lograr extraer sus tesoros que posee, que, por lo demás, son muchos. Es más, muchos de quienes se sienten protectores de la Antártica no escapan a tener un perfil ambientalista, que les permita quizás aplicar sistemas de sustentabilidad, no sólo pensando en cómo obrar en la Antártica, sino que de manera sencilla y humilde algunas acciones propias que se pueden llevar a cabo en el trabajo, en la escuela y en la misma casa de quienes posean estos sentimientos.
El turismo de naturaleza que es la tendencia mayor que se desarrolla en nuestro mundo, esa intensa búsqueda de lo salvaje y prístino en que la presencia humana sea la mínima, en la Antártica ya está reconocida como una actividad legítima, aunque siempre estará sometida a ciertas restricciones que se destacan en la visibilización de los tratados y protocolos internacionales. Aquí se hace valer por esencia fundamental y en los principios que la convocan reforzar los controles que restrinjan las actividades dentro del marco irrenunciable de la sostenibilidad, palabra mágica que asusta, ordena y, a veces para algunos, reprime porque eso significa que los costos para llevar campañas publicitarias de orden comercial, obviamente significa elaborar estrategias que le permitan ser reconocidos como nobles y amigables con el medio ambiente. Esto significa un esfuerzo adicional para las empresas que prestan estos servicios.
Desde la legalidad, muchas veces nos hacemos preguntas de cómo la jurisdicción se hace valer para un país u otro que visita un territorio que aparentemente no pertenece a nadie, excepto a las congeladas tendencias de reclamo territorial, que poseen siete países, entre ellos, el nuestro y que si por razones históricas y de ubicación territorial, como es el caso de Magallanes y Antártica Chilena, suelen tener autoridad para establecer normativas jurisdiccionales internacionales que aborden todas las actividades que se realizan en la Antártica. En varios documentos se argumentan que la falta de soberanía afecta a la regulación turística, porque no puede ser aplicada por un único país, así como las visitas de ciudadanos de los Estados que no son firmantes del Tratado Antártico y que teóricamente no se sienten obligados por las exigencias internacionales.
Cabe hacer notar que otro instrumento que tiene peso en el tema es el Protocolo de Madrid de 1991, sobre la protección del medio ambiente antártico, cuyos indicios marcan el inicio de los estudios más importantes sobre el turismo comercial antártico. En nuestro caso, como magallánicos y antárticos chilenos, por Embajadores no nos quedamos atrás, tenemos en nuestras filas ciudadanas, tanto organizaciones como así también muchos profesionales, de distintas áreas, desde las ciencias, la educación, la tecnología y de los servicios más solicitados en el ámbito de la Antártica, que obviamente consolidan nuestra condición de ciudad antártica por excelencia.