Coliseo romano y el Paine

A mitad de semana los italianos pusieron el grito en el cielo porque un desfachatado turista extranjero no halló nada mejor que, como muestra de amor hacia su media naranja, perpetuar en las paredes del histórico Coliseo romano el nombre suyo y el de su amada. Para ello, se valió de una simple llave metálica con la que horadó los milenarios ladrillos del anfiteatro, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1980. Y como las redes sociales no perdonan, de inmediato se dio inicio a la “cacería” del descocado visitante, ya que el momento y su rostro quedaron registrados en un video capturado por otro turista. No pasaron 48 horas para que el tipo fuera identificado y detenido. Según los medios arriesga multas de hasta 19.000 euros y un año de cárcel.

Sin embargo, los “tanos” de seguro no han de recordar -lo más probable es que ni siquiera se hayan enterado- que un estropicio de la misma magnitud, si es que no mayor, fue objeto hace poco más de tres años nuestra denominada “Octava Maravilla del Mundo”, a manos de personitas oriundas de “La Bota” peninsular. Aunque claro, este acto vandálico en el confín del planeta no tuvo la amplificación ni la indignación, tanto mediática como a nivel de pueblo y autoridades, que aún reina en la tierra de los spaghetti y las pizzas.

Fue en enero de 2020, en el contexto de una visita de jóvenes escaladores italianos al Parque Nacional Torres del Paine -declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco-, que una integrante del grupo se le vino en ganas grafitear con pintura en más de una las rocas de lugar, conocido internacionalmente por la majestuosa belleza escénica de su entorno. El hecho ocurrió específicamente en el sector Mirador Base. Tras ser descubierta y llevada a tribunales, la ragazza obtuvo una salida alternativa y, tras ofrecer disculpas por Instagram, volvió sin más complicaciones a su terruño.