“Herbert von Karajan”
Aquellos viejos “Long Plays” del sello Phillips, con etiqueta Deutsche Grammophon, aún rezagados ese verano de 1977 en las bateas de la desaparecida “Casa Muñoz” de la Avenida Colón de Talcahuano, invitaban a escuchar a muy bajo precio algunas de las Nueve Sinfonías de Beethoven en versión de la Orquesta Filarmónica de Berlín, con la batuta del director austríaco Herbert von Karajan (1908-1989). La curiosidad nos llevó a revisar el stock existente y, por supuesto, al tratarse de saldos no estaban ni la quinta, ni la sexta, ni menos la novena, las más conocidas. Entonces, casi como para aprovechar la oferta, le pedí a mis padres que me regalaran los discos que quedaban y así empecé a disfrutar del “Genio de Bonn” en (como se dice ahora y a nuestro modesto entender) su “mejor versión”, y así también nos encantamos con la inmensa séptima y la no menos seductora octava sinfonía.
Con el paso del tiempo pudimos conocer las otras sinfonías de Beethoven dirigidas por Karajan, nos enteramos que las grabó en cuatro ocasiones y nos convencimos que quizás es la obra integral que mayor fama le ha dado.
La figura de Von Karajan no nos resultaba ajena; pese a su timidez era figura destacada en las páginas sociales de las revistas de la especialidad de la época. De vacaciones en Saint Moritz, Saint Tropez, esquiando, piloteando su avión privado, al timón de sus yates, al volante de sus Porsche personalizados, o calzando zapatos Adidas confeccionados especialmente para él. Era en la práctica y quizá sin quererlo (quien sabe) para la mayoría de los simples mortales, una figura del “jet-set” más que un director de orquesta sinfónica.
Algunos hablan de él como el mejor, o como el más importante director de música clásica del siglo XX, ello por supuesto, es opinable. Algo sobre lo cual no cabe duda es que fue un “súper ventas”: más de 300 millones de discos vendidos de sus más de 800 grabaciones, superando a cualquier otro director. A modo de referencia, señalemos que The Beatles vendieron 600 millones de discos y The Rolling Stones alcanzan cifras cercanas a los 250 millones, con 21 y 23 álbumes de estudio grabados, respectivamente. Realizó sus registros en distintos formatos en los sellos Deutsche Grammophon, EMI y Decca. La colección integral de la primera casa discográfica totaliza 240 discos compactos, la de EMI 101 y Decca 33, es decir un total de 374 CDs, que representan un mayor número de álbumes, pues un CD tiene mayor duración que un Long Play y éstos suelen agruparse para aprovechar tiempo de registro.
Pero las cifras que fundamentan un éxito indiscutible, no necesariamente tienen su correlato en la crítica especializada. En el plano estrictamente artístico, quienes lo cuestionan señalan que fue más director que músico, que privilegiaba los estudios de grabación antes que las presentaciones en vivo y el contacto directo con el público, que su obsesión por la tecnología relegaba a segundo plano los aspectos interpretativos y que no rescataba el verdadero sentido de las obras, ni el espíritu con el cual los compositores concibieron sus creaciones: ¿alguien podría hacerlo a la perfección? nos preguntamos. ¿Alguien podría empaparse de lo que realmente pasó por el alma y la cabeza de Modesto Mussorgsky cuando escribió “Cuadros de una exposición”? por ejemplo; ¿lo habrá captado Maurice Ravel, al momento de hacer una de las orquestaciones más conocidas de la obra compuesta originalmente para piano por el músico ruso?
En el plano personal la andanada de objeciones no ha tenido límites. Por lo que hemos leído, Karajan poseía una personalidad aparentemente arrogante y arrolladora, disfrutaba y ejercía el poder, quizá como reflejo de ocultas inseguridades. Su manejo de la imagen, de lo cual se ocupaba personalmente, resalta al revisar las portadas de sus grabaciones o ver sus videos. En esta materia nada es casual, como tampoco lo fue su cuidado histrionismo en las presentaciones en vivo.
Su estilo de vida y gustos -de lo cual algo ya hemos adelantado- y que quien quiera calificarlo de ostentoso, tendría quizás las pruebas a la vista, despertaron las aversiones de los envidiosos de siempre que no toleraban que se hiciera millonario a través de la música. Hay mentes para las cuales ser un “súper ventas” constituye casi un pecado o un atentado contra la cultura, contra “lo realmente bueno” cuyo consumo debiera estar restringido y orientado sólo a determinadas élites. Fenómeno transversal en las artes, parece ser mejor refugiarse en las etiquetas de “incomprendido (a)” por un público que privilegia “lo comercial” (entendido como de dudosa calidad) por sobre el “arte verdadero” y así se ha etiquetado, por ejemplo, a escritores (as) como José Donoso, Luis Sepúlveda o Isabel Allende.
Por último, la adhesión de Karajan al Partido Nazi en la década de 1930 fue un condimento adicional para las críticas de sus detractores.
Continuará…