Aprendizajes del Eleam Magallanes
Hace unos días se conmemoraron 12 años de la llegada de los residentes e inicio de funciones del primer Establecimiento de Larga Estadía para Adultos Mayores (Eleam), el primero del país. Magallanes fue pionero en una política pública que ha tenido indudablemente impacto para aquellos mayores que han residido allí.
En estos años mucha agua ha pasado bajo el puente en temas de la provisión de servicios para los mayores. Indudablemente hay avances y progresos. Pero también hay sombras que deben evidenciarse para hacer un mejor trabajo por ellos.
Lo primero es la cobertura. Todavía se llega a pocos mayores, en especial en la provisión de servicios para personas con alta dependencia o deterioro. Si bien existen ofertas privadas para complementar las ofertas públicas en la región, aún son insuficientes y poco avanza el sistema público en proveerlas en el corto plazo. ¿Dónde es posible evidenciarlo? En el creciente número de adultos mayores que ocupan camas hospitalarias, esperando cupo para ingresar a estos dispositivos.
En 2011 fue la respuesta del sector de salud regional el que permitió echar a andar este servicio. Ya que simplemente el operador privado seleccionado no fue capaz de hacerlo y como tantas veces, la respuesta tuvo que venir del Servicio de Salud que puso recursos humanos y físicos para partir y para poder operar mes a mes. Un tercio de lo que se gastaba era provisto por salud, para llevar a cabo una adecuada operación.
El objetivo fue simple. Proveer en el mismo establecimiento de todos los servicios sociosanitarios que los mayores residentes requerían. Y así se pudieron lograr cifras por sobre los estándares internacionales, en aspectos clínicos. Tuvo un costo. La mayor sobrevida promedio de los residentes no permitía nuevos ingresos. Pero indudablemente fueron buenos años para quienes pudieron estar allí.
También el Servicio de Salud junto al Serviu hizo posible una remodelación de la infraestructura, con financiamiento regional; dejándolo en condiciones aceptables para un establecimiento con este fin. Fue el costo de partir primeros, no había experiencia, por lo tanto en la práctica diaria se debieron ir haciendo los cambios para poder ofrecer más y mejores servicios.
También fue central establecer convenios con diversas instituciones públicas y privadas que trabajan con mayores. Así pudo establecerse una parrilla de talleres y ofertas de servicios para ellos, donde la ganancia fue mutua.
Lo que quedó claro es que hubo dos grandes tipos de residentes: aquellos con potencialidades que permitieron su desarrollo personal, a través de una gama de actividades que muchos no habían disfrutado o vivido en sus existencias. Con cuánto orgullo vimos sus progresos y el desarrollo de habilidades que estaban ocultas y que al final de sus días pudieron lucir, ya sea en teatro, danza, karate, pintura, cerámicas y muchas otras actividades artísticas.
Otros en cambio llegaron con un proceso de envejecimiento estructurado en torno a daños y deterioros orgánicos importantes. En ellos la brecha en salud pero fundamentalmente en lo social era enorme, por lo cual se brindaron cuidados paliativos geriátricos en su atención y cuidado. Se privilegió siempre proveer de los servicios en salud en el mismo establecimiento, como si fuese su casa. Así pudimos disminuir el número de hospitalizaciones.
No fue un enfoque solamente centrado en lo sanitario. Sino que disponer de todos los servicios que ellos requerían y que cuesta tanto proveer oportunamente. Ese fue el centro del trabajo y la mayor potencialidad de un equipo multidisciplinar que aprendió a trabajar en conjunto, con tareas transversales y motivado en el hacer. Todo esto fue documentado y registrado. En algún momento podrá ser público.
El trabajo desarrollado fue un aprendizaje, pero también un análisis crítico continuo de las veces que no se obtuvieron los resultados esperados.
Un punto importante fue el costo o financiamiento de lo que se realizaba. Esto no se podía lograr con los fondos previsionales de los mayores, ya que superaban largamente estos recursos.
Por lo cual, queda claro que para atender a mayores con deterioro o mayor dependencia se deben proveer fondos desde otras áreas. Porque si no, la única alternativa es ofrecer menos de lo que necesitan y el Estado a través de sus agentes debe ofrecer los distintos servicios que implica atender a mayores con dependencia. No hacerlo los condena a una vejez indigna y precaria.
Estos fueron algunos de los aprendizajes centrales en el Eleam, mientras estuvo en manos del Servicio de salud. Hay que ofrecer más y ampliar siempre lo que se hace. No se puede seguir haciendo lo mismo por ellos, eso es marcar el paso. Se necesita siempre hacer más por ellos.
Esta experiencia marcó una huella para muchos de los que estuvimos en esos comienzos, camino que otros siguen transitando.