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La paz imposible

Por La Prensa Austral Sábado 22 de Julio del 2023
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Según la Biblia, el primer viaje duró 40 años y su líder, Moisés, no llegó a la Tierra Prometida. Era un extenso territorio de “la buena tierra, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales, que brotan en vegas y montes; tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel… Allí comerás y te saciarás, y bendecirás a Yahveh, tu Dios”, señalaba el Deuteronomio.​

Ese viaje, a pesar de su final feliz sin Moisés, no fue el último. El pueblo judío fue dispersado y por siglos se repartió por la faz del mundo conocido. El sueño constante era “el año próximo en Jerusalén”, repetido en las sinagogas con la misma fe profunda.

Finalmente, tras la tragedia del holocausto nazi, los creyentes en Yahvé tuvieron el apoyo de la Onu que determinó, en una histórica votación en 1947, su derecho a un territorio propio. El 14 de mayo de 1948, el último de los soldados británicos abandonó Palestina y los judíos, liderados por David Ben-Gurión, declararon en Tel Aviv la creación del Estado de Israel.

El problema es que en ese tiempo, Palestina había sido poblada por otros habitantes, “primos cercanos”,  con otra fe religiosa.

Desde comienzos del siglo XX los enfrentamientos entre árabes y judíos fueron recurrentes. Después de la constitución de Israel el conflicto derivó en sucesivas guerras. Las ha habido desde 1948, en variados momentos, en los cuales las bien pertrechadas tropas israelíes lograron la victoria. En las últimas décadas, los enfrentamientos se produjeron entre el Ejército de Israel y las guerrillas palestinas. Calificadas de “terroristas”, han sido causa de repetidas incursiones en territorios palestinos, pese a que se trata de un Estado independiente. Fue proclamado en el exilio en Argel el 15 de noviembre de 1988, cuando el Consejo Nacional de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) adoptó la declaración de independencia de Palestina de forma unilateral. Chile es de las naciones que reconocen su estatus.

Los fundadores de Israel creían posible que su Estado permitiría la convivencia entre ellos y los palestinos. Alguna vez se proclamó que la “paz era inevitable”. En 1993, después de un encuentro en la Casa Blanca, tanto el Primer Ministro, Isaac Rabin, como Yasir Arafat reiteraron que el proceso de paz en que se habían embarcado “era irreversible”.

Arafat fue categórico: “Se han dado los primeros pasos hacia la paz. Por nuestra parte, no hay retrocesos posibles”.

Pero no fue así.

La semana pasada, con un costo de por lo menos doce muertos, Israel concluyó una sangrienta incursión de su Ejército en territorios palestinos. En las primeras horas del miércoles 4 de julio, se anunció que había terminado sus acciones en Jenin (Yenín). La justificación esgrimida fue frenar los ataques contra israelíes por parte de palestinos armados. 

La operación militar por 48 horas fue una de las más grandes en muchos años contra grupos militantes armados en Cisjordania ocupada, incluidos mortales ataques aéreos que no se habían visto durante décadas. Pocos israelíes o palestinos se hicieron ilusiones a su término. Creen que, en poco tiempo, los grupos que perdieron armas y personas en la incursión se reconstruirían y las tropas regresarán.

Tres décadas después de que el proceso de paz de Oslo generara esperanzas de que los estados palestino e israelí pudieran coexistir, concluyó The New York Times, las perspectivas de un entendimiento pacífico parecen cada vez más remotas.

No fue ese el mensaje que recibió Moisés.

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