¿Cancillería juega con zapatillas o con chuteadores?
Hace pocos días el ex almirante de la Armada de Chile, Edmundo González Robles alertó, respecto de la salida al mercado desde la provincia argentina de Mendoza de un vino con la denominación “Cabo de Hornos Argentina”. Dicha pasada de “viveza y engaño” del productor argentino, busca señalar al ilustre Peñón, de conocimiento mundial ubicado en el trritorio chileno, como la marca de uno de sus vinos.
En primer término, comercialmente no sé qué podrá opinar nuestra más que centenaria Viña San Pedro (1865), segunda viña exportadora de Chile, que en el año 1994 sacó al mercado su prestigioso Cabo de Hornos sólo en variedad Cabernet Sauvignon. Logró un estilo que le valió importantes reconocimientos. Decía la referencia que “su nombre hace honor a la zona más austral de CHILE continental, donde convergen con fuerza las aguas de los océanos Pacífico y Atlántico”.
Nada más ajustada a la realidad la descripción y el homenaje que la Viña San Pedro le hacía a nuestro Cabo de Hornos, con uno de sus productos más refinados y cotizados.
Por ello, al reclamo justo y atento del Almirante en retiro, debiera revisarse comercialmente el uso de una denominación, que imagino a estas alturas es “marca registrada”.
Por otro lado y, abundando en la preocupación y ocupación de esta canallada del productor argentino, en esta ocasión, no puedo sino estar completamente de acuerdo con la actitud asumida por el alcalde de nuestra ciudad Claudio Radonich, que emplazó a la Cancillería Chilena, nuestra Cancillería, a que efectúe los actos administrativos de rigor y, exprese el malestar y reclamo a la Cancillería argentina, por este engaño del productor vitivinícola argentino, lo que al fin de cuentas es una agresión a nuestra soberanía.
Hermandad y buena vecindad, implica respeto pleno a la soberanía del otro, del hermano, del vecino. Pero el respeto inicial “parte por casa”. No quisiéramos seguir sintiendo los que vivimos y amamos nuestra tierra y la poblamos y sentimos día a día, que continuemos el legado pusilánime de Barros Arana.
La lectura que históricamente hemos tenido los magallánicos de nuestra política exterior, es que pareciera que asisten a jugar sus partidos en el “césped diplomático” con zapatillas y no con chuteadores como los denominamos en Chile.
“Así se empieza” dice el almirante y, quien escribe esta columna, lo sostiene. No creo que a los hermanos argentinos, les gustase que jugásemos en Chile con denominación que utilizase por ejemplo, a las Islas Malvinas para denominar nuestros productos laneros producidos en Magallanes, aunque de allí (Falklands) llegaron las primeras ovejas que poblaron la Patagonia en 1875 , que a esa altura, sólo la ocupaba Chile.
O que para promover nuestro turismo al sur del paralelo 54, utilizásemos la denominación “Ushuaia” para promover algún “Trekking” o actividad que connote el turismo de aventura. Sería de seguro, un reclamo que probablemente llegaría a Roma, La Haya o a cuanta instancia internacional de resolución de conflictos entre países exista.
Por ello, me sumo a la petición efectuada por distintas ex autoridades y autoridades en ejercicio, de que de una vez por todas la Cancillería Chilena, juegue a nuestro favor, con acción y sin omisión.