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Familia recuerda a fallecido docente Bernardo Vera como un hombre de campo, sencillo y dedicado a la educación

Martes 25 de Julio del 2023

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Sorpresiva. Así fue la partida de Bernardo Vera Jaraquemada. Celebraba su 79° cumpleaños junto a familiares y amigos cuando, de pronto, no se sintió bien. A pesar de los esfuerzos desplegados por funcionarios del Samu por reanimarlo, el conocido educador oriundo de Codegua, dejó de existir en su domicilio en Punta Arenas.

Su deceso ocurrió la tarde del domingo y a las pocas horas las redes sociales ayudaron a difundir la repentina noticia. Paula, la hija menor del extinto educador, asumió la vocería de la familia para recibir las muestras de cariño hacia su familia.

Vera Jaraquemada tuvo una destacada trayectoria como educador. Previo a su formación docente, ingresó al seminario de los Hermanos Pasionistas y estuvo ahí hasta los 19 años. Egresó como profesor en 1967 de la Escuela Normal José Abelardo Núñez, después estudió Química en la Universidad Técnica del Estado y se licenció en Educación en la Universidad de Magallanes. También contaba con un postgrado en Dirección de Centros Educativos de la Universidad Autónoma de Barcelona, España.

Uno de sus principales desafíos educativos fue la creación del Colegio Pierre Faure, en 1988, establecimiento inspirado en la educación personalizada y comunitaria siguiendo la filosofía y pedagogía del padre Pierre Faure, sacerdote jesuita francés impulsor de este modelo de educación y de vida.
Ayer se multiplicaron los saludos de despedida para el educador. Sus restos permanecieron en el velatorio de la Parroquia Cristo Obrero, pero en horas de la tarde fueron trasladados hasta el Colegio Pierre Faure.

Está previsto que hoy se realice una ceremonia religiosa en el mismo recinto, ubicado en Pérez de Arce Nº655. De acuerdo a los deseos de Bernardo Vera, sus restos serán cremados. Al maestro le sobreviven su viuda, la también profesora Liliana Szigethi, y sus hijos Claudio, Rodrigo y Paula, entre otros familiares más directos.

A modo de despedida, su hija Paula pidió que a su padre se le recuerde como un hombre de campo, sencillo, profundamente dedicado a la educación, que conoció Magallanes después de titularse en la Escuela Normal como profesor. Llegó “a dedo” con un compañero y, estando en la zona, conoció a quien sería su esposa. Amante de la naturaleza, el montañismo, la pesca, la caza de conejos, que inculcó desde pequeños a sus alumnos de excursionismo. “Honrado, buena persona y amigo, amaba su familia, sus amigos, la conversa en la mesa con rica comida y vino. Creía por sobre todo en sus alumnos y sus infinitas respuestas, en la dignidad del hombre, firme en sus creencias y convicciones. Trabajó por la Iglesia, en el Obispado y esos valores cristianos profundos que permean la educación personalizada y comunitaria que cree que el hombre se perfecciona cada día de su vida y la toma de conciencia te lleva al conocimiento interno, y que ser buena persona es lo más importante, ser un aporte a la sociedad… en todo amar y servir”.

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