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El Tiempo…

Por Jorge Abasolo Jueves 27 de Julio del 2023

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Por Jorge Abasolo

Aquel tipo ingresó a la Iglesia a una hora en que no había misa ni nadie. Atribulado, se hincó ante el altar y preguntó:

– Señor, ¿qué son para ti un millón de pesos?

– Una moneda, nada más.

– ¿Y qué son para ti mil años.

– Apenas un minuto.

– Entonces, Señor, ¿puedes hacer que por estos días yo gane un millón de pesos?

– ¡Cómo no! Espérate un minuto.

Siempre me ha llamado la atención el inexorable paso del tiempo, que todo lo corroe y lo estropea.

Tal vez sea por mi edad. El hecho es que cada vez le asigno más importancia al tiempo, que lo mejor que hace es… pasar.

Y me vienen a la mente los años perdidos, esos en que pude hacer cosas dignas de no lamentarse. Pero algunos años se me fueron en discusiones bizantinas, asados inocuos y un recreo al que le pude dar mejor destino.

A esto agreguemos uno de los males de este tiempo: el culto a la rapidez.

Todo debe ir a la velocidad del rayo, cuando no, ser instantáneo.

El centro de la ciudad está colmada de gente apurada que no va a ninguna parte. Pero hay que ir velozmente, hacer las cosas de manera rauda, pues lo contrario conlleva al peligro de ser tildado de poco trabajólico…o simplemente ocioso.

Hace poco me encontré con un amigo en pleno paseo Ahumada. Le pregunté:

– ¿Para dónde vas tan apurado?

Me contestó de manera casi automática:

– No tengo idea, pero voy atrasado.

¿Por qué  habremos de llegar a adultos para mensurar mejor esa cosa inasible llamada tiempo?

Y p’a más remate vivimos una época complicada, en donde las neuras y angustias de la cotidianeidad nos dificulta estar en el presente. Todo lo dejamos para mañana.

Gustavo Flaubert señala certeramente en una de sus obras “l’avenir nous tourmente et le passé nous retient. Voilá pourquoi le présent nous échappe” (el futuro nos atormenta y el pasado nos retiene. Por eso el presente se nos escapa).

La ciencia actual nos ha dotado de abstrusas máquinas para lavar y hasta cocinar más rápido. Aun así, carecemos de tiempo para nosotros mismos, para leer o reflexionar.

Harto injusto el orden de la naturaleza. Un cisne vive cien años, un elefante 120 -en promedio-; y un cocodrilo llega en perfecto estado de salud a los 300 años.

Se me podrá argumentar que la mosca vive solamente 12 días. Puede ser, pero…¿por qué darle más vida a un mosco que lo único que hace es arruinar los asados al aire libre?

Se supone que el ser humano, máxima creación del Supremo Hacedor, fue creado para gozar la majestuosidad de la naturaleza.

En cambio nosotros, a los 80 años ya andamos pensando en redactar el epitafio o escogiendo el lugar donde vamos a ser enterrados.

Yo transito por esa edad en que tengo más amigos en el cementerio que afuera. Y a muchos de los que siguen con vida, les deben llevar la papilla a la boca.

Además, una vida de 80 años no es gran cosa. Son apenas 29.200 días, que representan un total de 700.800 horas.

Como si fuera poco, en los 80 años que debemos aguantar este lío llamado existencia, empleamos 26 años enteros -o sea, 227.760 horas- en dormir, con lo cual nos van quedando 473.040 horas de vida despierta.

Si a eso agregamos que hay muchos seres humanos a los que les encanta dormir siesta…la cosa se complica aún más.

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