Suspensión de vuelos y vulneración de derechos

En días pasados y aludiendo a las condiciones climáticas, varias líneas aéreas suspendieron sus vuelos desde y hacia nuestra región, provocando un sinnúmero de problemas y afectando no sólo el bolsillo, sino el tiempo y, en general, la vida de muchas personas y entidades.

Se trató de una semana que cientos de pasajeros querrán olvidar, muchos de los cuales sufrieron más de una reprogramación de sus vuelos y quedaron literalmente varados en el terminal aéreo.

Según explicó la jefatura de la Zona Aeroportuaria Austral, el problema no fue fruto de un cierre del aeropuerto Carlos Ibáñez del Campo. Se hizo ver que tal medida extrema sólo aplica, según el protocolo, si se llegara a enfrentar una tragedia o un accidente de proporciones.

Lo cierto, entonces, es que el terminal no estuvo cerrado, pero sí que se evaluó que las condiciones de las pistas de aterrizaje y despegue no hacían aconsejable realizar dichas maniobras, sobre todo para vuelos comerciales de aviones de gran envergadura como son las líneas que operan frecuentemente en la zona (Latam, Sky y JetSmart). 

Ello explicaría por qué se mantuvieron las operaciones de la aerolínea local.

Siempre es atendible que se privilegie la seguridad de las personas y, por ello, todo lo antes expuesto puede ser tenido por prudente.

No obstante, también cabe preguntarse cómo se mantienen en funcionamiento los aeropuertos de otras partes del mundo que sufren nevazones más intensas y están sometidos por casi toda la temporada invernal a temperaturas bajo cero.

Además, está todo el trastorno que la sucesiva suspensión de vuelos provocó a equipos deportivos, estudiantes universitarios, trabajadores, personas que iban a consultas médicas u otras actividades y profesionales que requerían llegar a tiempo a su destino final. 

¿Quién responde por todo ello? Las líneas aéreas no lo hacen cuando se argumentan razones climáticas, dejando a cientos de personas asumiendo los costos de alimentación, traslado desde y hacia el terminal aéreo y, en no pocos casos, el alojamiento.