Necrológicas

Semiserio: desde la frasecita de “gobierno de mierda” al “sacrificio” de Jackson a lo Arturo Prat

Domingo 13 de Agosto del 2023

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“Es un gobierno de mierda, pero es nuestro gobierno”. 

Esta frase, emitida hace unas semanas por un ex presidente del Partido Socialista,  resultó impactante no por ser un tanto coprolálica, sino por todo lo que tal expresión conllevaba al emular las palabras de un obrero durante la Unidad Popular.

Cuando se haga el recuento noticioso de fin de año, sin duda, que esta frase emitida por Osvaldo Andrade estará entre los hechos más recordados.

Antes de seguir, detengámonos para saber la etimología del término coprolálico, pues está formado con raíces griegas, siendo sus componentes léxicos “kopros” (excremento) y “plalein” (hablar), más el sufijo “ico” (relativo). O sea, significa “relativo al que habla pura mierda”. 

Siempre es bueno aprender algo de los señores políticos.

La pregunta es: ¿De qué estamos hablando? ¿Está o no está el PS integrando de lleno el gabinete de este gobierno? ¿Por qué, entonces, varios de sus conspicuos personeros han comenzado a tratar de desembarcarse, pero asegurando que siguen siendo leales? ¡Qué extraña dicotomía!

Un columnista de un medio nacional recordaba en días pasado lo dicho por el senador PS Juan Luis Castro: “Me da vergüenza estar apoyando al gobierno”; y la postura más terriblemente frontal del otro honorable socialista, Fidel Espinoza: “Son una red de sinvergüenzas, que ya perdieron el pudor”.

El PS entró al gobierno tras los primeros meses de un
desempeño “reguleque” -como diría Ximena Ossandón, la hermana del senador RN cuando hablaba del sueldo que recibía como vicepresidenta de la Junji en el primer gobierno de Piñera-. La irrupción de Alvaro Elizalde como ministro secretario general de la Presidencia, en reemplazo de Giorgio Jackson, significó la llegada del PS a la administración frenteamplista, en la cual hoy tienen una posición hegemónica.

Del proyecto Manhattan
a la “bomba” del caso
“convenios”

Pero, la verdad es que hoy a nadie le importa ya si el PS está preparando los botes salvavidas para dejar el barco, cual Francesco Schettino, el recordado capitán italiano del Costa Concordia que, en enero de 2012, dejó este crucero cuando se estaba hundiendo. Luego, eso sí, fue condenado a 16 años de prisión por homicidio involuntario -murieron 32 personas- y abandono del barco. En Chile, todos quedan libres.

Hoy todos hablan de… Barbie y Oppeheimer, las películas que tuvieron un estreno simultáneo. ¡No, mentira! Hoy todos hablan del “señorito” Jackson, como lo motejaba la blonda Evelyn Matthei. 

Esperada, dilatada, abrupta, forzada, conveniente, inconveniente, negociada… ¡en fin! Jackson renunció, pero asegurando que fue todo un privilegio trabajar para el Presidente Boric.

¡Era que no!

Quizás lo único que puede ligar la vida del brillante científico que lideró el proyecto Manhattan con el emblemático ex ministro y otrora dirigente juvenil es que el primero fue el creador de la bomba atómica y el segundo quedará vinculado al caso “convenios”, que ha desencadenado una reacción nuclear en cadena con isótopos fisibles, tras develarse las acciones que lindan en actos de corrupción. 

De Barbie, no puedo hablar, porque no vi la película. 

Jackson, ¿como Prat?

Jackson renunció. Llamó la atención que, al hacerlo, no asumió ninguna responsabilidad política por todo el descalabro que el caso “convenios” ha provocado en el gobierno de Boric. Bueno, hoy por hoy, ninguno de nuestros políticos se hace responsable de nada.

Pero, así como en este incoherente análisis sacamos a la palestra al capitán Schettino, hay que decir que la melodramática renuncia de Jackson fue presentada casi como un sacrificio maya, para aplacar el enojo de los dioses. 

Para hacer el símil más cercano, la partida de Jackson parece ser algo así como el sacrificio de Prat al saltar, como si fuera un mártir por la patria y los más pobres. ¿Se esperará que toda la nación se conmueva y se una para ganar la guerra? ¿No será mucho?

Por la boca…

Algunos pensarán que la clase política tradicional se ensañó con Jackson y que los republicanos son unos malintencionados por perseguir su cabeza con eso de la acusación constitucional.

¿Qué fue lo que no les agradó de Jackson? ¿No les gustó que fuera joven, buenmozo, inteligente, que estuviera en el equipo ganador, que llegara con un discurso revolucionario-chic? No fue eso.

¿No les gustó que su gestión en ambos ministerios estuviera marcada por incidentes y ahora el escandaloso episodio de los contratos a dedo y sin garantías? ¿No les cayó bien que saber que, cuando él estaba en la Segpres, se tomó la decisión de dejar de informar en detalle sobre transferencias de recursos a terceros al Consejo de Auditoría? Nada de eso fue.

La situación de Jackson se puede homologar, en algo, al caso Pinochet. La derecha aceptó las violaciones a los derechos humanos, pero no le perdonó el episodio del banco Riggs. 

Jackson cavó solo su propia tumba desde el momento que abrió su boca y habló de la superioridad moral de su generación -la que llegaba a La Moneda- en comparación con los otros gobiernos y coaliciones.

Ni la elite política ni los parlamentarios le perdonaron ni le perdonarán aquello. 

Jackson se fue. 

Un columnista, nortino y claramente de derecha, citó recientemente a Cicerón: “De todos los hechos culpables ninguno es tan grande como el de aquellos que, cuando más nos están engañando, tratan de aparentar bondad”.

Un hasta luego…

Para Eugenio Tironi, en cambio, la lectura es otra. En su columna publicada en el diario El País, la salida de Jackson se debió a una arremetida inmisericorde de la derecha. Dijo que éste es para Boric lo que Alfonso Guerra fuera para Felipe González: el estratega, el calculador, el organizador, el incondicional, la voz de la sospecha, el encargado de las labores ingratas.

“No estoy en condiciones de afirmar si Felipe hubiese llegado a La Moncloa sin Alfonso; pero sí estoy seguro que Gabriel no habría llegado a La Moneda sin Giorgio”, indicó Tironi. Humildemente, compartimos dicha opinión.

Por ello, también suscribimos que el alejamiento de Jackson es un hasta luego, no un adiós.

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