El inédito pre estreno de la cantata Nuestra Madre Grande en la cárcel de Punta Arenas en 1975
Escribimos estas líneas en momentos en que, seguramente, se hacen los últimos ajustes y preparativos para entregar a la comunidad esta obra musical, que como bien sabemos, se fue gestando hace 50 años en dramáticas condiciones, porque sus creadores -Manuel Luis Rodríguez Uribe, Fernando Alejandro Lanfranco Leverton y Marco Luis Barticevic Sapunar- se encontraban presos en distintos centros de reclusión de Magallanes, producto de la represión política que, al igual que a ellos, afectó a millares de militantes y simpatizantes del gobierno de la Unidad Popular, luego del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.
Nos parece oportuno recordar, que el pasado 21 de abril, en relación con los distintos eventos culturales realizados en el mes del libro, la Universidad de Magallanes por intermedio de su rector, José Maripani, extendió una invitación a distintas autoridades regionales, como asimismo, a las agrupaciones de derechos humanos y miembros de diversas organizaciones civiles, con el objeto de acudir al auditorium Ernesto Livacic a la presentación oficial del libro “Cantata Nuestra Madre Grande”.
Quienes concurrimos en aquella ocasión a la ceremonia, no podemos olvidar el ambiente de recogimiento y de profunda emoción que embargaba a los presentes. Esa noche hablaron, entre otras autoridades, el gobernador regional de Magallanes y Antártica Chilena, Jorge Flies Añón, y el ministro de Justicia y Derechos Humanos, Luis Cordero Vega, quienes se explayaron sobre la necesidad de crear las condiciones jurídicas para que nunca más ocurran fracturas institucionales como la que vivimos hace medio siglo. Después, dos de los autores de la obra, Manuel Rodríguez y Marco Barticevic contaron al público algunos pormenores de cómo se fue construyendo este trabajo, principalmente durante la estadía en isla Dawson, antes que se proyectara una grabación audiovisual en que veíamos a Fernando Lanfranco, quien detallaba algunos hechos verdaderamente sorprendentes, acerca de la dolorosa y traumática experiencia de cautiverio en que fue escrita gran parte de la “Cantata Nuestra Madre Grande”.
A continuación, los alumnos de Pedagogía en Educación Musical de la Universidad de Magallanes interpretaron, a modo de adelanto, dos de las piezas que componen la cantata. La ceremonia culminó esa vez, con la entrega del libro a los presentes y el anuncio de que la obra completa se estrenaría el 3 de septiembre en el teatro Municipal, en el marco de las actividades por la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado.
Antecedentes
La cárcel pública fue el último lugar de detención para los llamados “prisioneros de guerra”. Allí fueron destinados los reos rematados, es decir, los que provenían de la barraca “Remo” del campamento de río Chico, quienes llegaron a Punta Arenas después del cierre de Dawson, en septiembre de 1974. Más tarde, se agregaron otros prisioneros venidos desde distintos sitios de reclusión en la región. Por ejemplo, los detenidos que luego de permanecer bajo custodia del Regimiento de Infantería de Marina Cochrane, y que estuvieron desde junio a octubre de 1974 en el Estadio Fiscal mientras se efectuaban las tramitaciones de los tribunales militares y de los respectivos Consejos de Guerra.
Para poder cobijar a los nuevos reclusos, Gendarmería tuvo que habilitar tres celdas que daban hacia el patio cubierto y ampliar la escuela de la cárcel, trabajos que finalizaron a fines de 1974. En este espacio convivieron, a contar de enero de 1975, los presos políticos sometidos a Consejos de Guerra, junto a los reos comunes.
La cárcel tenía un régimen que se diferenciaba claramente, de otros centros de detención. Para empezar, la tuición sobre los presos recaía en personal de Gendarmería y no en algunas de las ramas de las Fuerzas Armadas, aunque era habitual que existieran allanamientos o la aparición en el penal de civiles infiltrados -los infaltables sapos- de los servicios represivos de la dictadura.
Mientras los hombres convivían con los otros presidiarios, las mujeres también compartían dormitorio. Al respecto, no podemos dejar de mencionar la figura de la profesora Mirna Donoso García, que desde octubre de 1974 hasta enero de 1977 fue la única presa política de la cárcel desde aquel entonces (última presa política de Magallanes) y creadora, de la mayoría de las exposiciones de manualidades que estrenaba el centro penitenciario: tejido a palillo, a crochet, y, a máquina; pintura sobre género, acuarelas, pintura a lápiz grafito, bordados en lana.
Había un calendario semanal de visitas que habilitaba a dos familiares por recluso, de una lista que incluía hasta cinco nombres. Con respecto a lo que acontecía en centros de confinamiento a cargo de cualquiera de las unidades castrenses, en la cárcel no era obligación cantar marchas militares.
Un aspecto poco analizado hasta ahora, se refería a la posibilidad que se brindaba a los presos políticos para colaborar y trabajar en los talleres de la cárcel, sea como carpinteros, ebanistas, u orfebres en metales o en labores de relojería. Varios de ellos además, decidieron estudiar al interior del penal asignaturas como, mecánica, física y matemáticas, sobre todo cuando ante la presión internacional, la dictadura promulgó el Decreto Supremo N°504 que permitía conmutar las penas impuestas por los tribunales militares por el de relegación al interior del país o directamente, el exilio fuera de Chile.
En este nuevo escenario, los presos políticos comenzaron a profundizar en el conocimiento hablado y escrito del castellano, conscientes que un manejo adecuado del vocabulario de la lengua materna facilita generalmente el aprendizaje de otros idiomas. Se requería estar en condiciones de manejar nociones de inglés en el caso de poder salir al extranjero. Era común que los reclusos solicitaran a sus familiares textos, en especial, el manual básico “Ghio”.
A raíz de lo anterior, nos parece oportuno señalar que Barticevic y Lanfranco, junto a Nelson Cárdenas Ortega, tomaron primero, un curso avanzado de castellano con el antiguo maestro de la Escuela Industrial de Punta Arenas, Eugenio González Sepúlveda, que también se encontraba recluido en la cárcel, y de este modo, estar en condiciones de crear un manual tamaño carta de 178 páginas -un original y cuatro copias mecanografiadas-, titulado “El idioma inglés visto por tres estudiantes – investigación y recopilación de gramática inglesa”, que incluía capítulos, conceptos definitorios, fonética, prefijos y sufijos; los tipos de palabras, sustantivo, adjetivo, artículo, pronombre, verbo, adverbio, preposición, conjunción e interjección; el uso de las mayúsculas, la puntuación y la bibliografía. Aquel trabajo escrito se terminó por editar el 5 de mayo de 1976 con un prefacio que en su parte final decía: “Realizado durante tres meses sin descanso y con las dificultades de la falta de asesoría, dominio primario del idioma, condiciones inadecuadas, nos sentimos en parte satisfechos, por haber sido capaces de hacerlo y estaremos mucho más si nuestro modesto aporte puede llegar a ser considerado por el conjunto de esta pequeña gran comunidad en que convivimos”.
Integrantes del club deportivo y cultural Juez Waldo Seguel
La génesis de esta organización se remonta a las conclusiones que emanaban de las antiguas escuelas de temporada de invierno que la Universidad de Chile primero, y luego, la sede regional de la Universidad Técnica del Estado impartían anualmente en Magallanes.
Precisamente en la edición de 1962 se produjeron varios hechos significativos. Por una parte, el profesor de arte escénico Enrique Gajardo propuso fundar un centro de arte dramático o instituto de teatro profesional, sólo con actores magallánicos, tomando como base a los grupos locales Excelsior y Experimental Católico. La iniciativa coincidió con la estada en la provincia del actor puntarenense Mauricio Davison Miranda, que por aquel entonces se hallaba estudiando actuación en Londres, Inglaterra. Influenciado por su experiencia europea y por el curso de dramaturgia dictado en Punta Arenas por Isidora Aguirre, propendió a crear junto a dicha autora el teatro popular chileno, con el propósito de llevar el arte dramático a todos los rincones del país.
Ambas ideas quedaron flotando en el ambiente hasta el año siguiente. A los cuerpos docentes de la U. de Chile y de la U. Técnica se sumaron en esa ocasión, los cuadros universitarios de la Universidad Católica de Chile, Universidad de Concepción y Universidad Austral de Chile. Se llevó a cabo un evento cultural de gran magnitud, de dos semanas, que trasladó la escuela de temporada de invierno a Puerto Natales, Porvenir, y campamentos de la Enap en Cullen, Manantiales y Cerro Sombrero. De esta manera, los profesores y los grupos artísticos se presentaron en los centros penitenciarios de las capitales departamentales de Ultima Esperanza y Tierra del Fuego. En la cárcel de Punta Arenas, ante más de cien internos, actuó el fundador del grupo folclórico Cuncumén, Rolando Alarcón, quien ilustró musicalmente la conferencia dictada por el catedrático Carlos Fredes Aliaga sobre Bernardo O’Higgins y los hermanos Carrera.
La repercusión de este evento artístico fue tan grande que los propios reclusos hicieron a ver a las autoridades del recinto sobre la necesidad de contar con un centro que pudiera acercarlos al mundo de la cultura. Días más tarde, un 18 de agosto de 1963, nacía el Club Deportivo y Cultural, Juez Waldo Seguel.
En sus primeros años de vida, tanto las autoridades del penal como los internos, buscaron incrementar las actividades artísticas en el lugar, durante las estaciones de verano como del invierno. Por de pronto, el 20 de agosto de 1964 la estudiantina del Liceo de Hombres, la academia de danzas de Mariné Yubero, los conjuntos folclóricos del Instituto Superior de Comercio y de Clara Solovera, más la banda instrumental de la Tercera Zona Naval organizaron en el teatro Municipal una vermouth a beneficio del club Waldo Seguel.
Todo parece indicar que el interés de la población penal en los eventos culturales fue aumentando en los años venideros. En marzo de 1966 el director provincial de educación Humberto Seguel Cuevas, inauguró la escuela del presidio denominada como “Adultos N°99”. El año escolar se inició en abril, con la visita de una embajada artística de la Escuela Normal Superior José Abelardo Núñez, quienes ofrecieron un festival de títeres a cargo del maestro Marcelo Cifuentes. En esa época era común también, solicitar ayuda a la comunidad para que donaran textos que incrementaran el fondo de la pequeña biblioteca del club. De vez en cuando actuaban en la cárcel algunos elencos circenses como el circo “Cóndor”, en marzo de 1968, o hasta el mismo grupo musical Patagonia 4 a mediados de la década del ‘70.
De modo que cuando los presos políticos decidieron organizar el evento por el 12°aniversario del club, el 18 de agosto de 1975, tenían clara conciencia del impacto que aquello podría ocasionar en la comunidad. Esa vez se pidió a Eugenio González que elaborara el libreto de la actividad. Se realizó entonces, una interpretación de una especie de coro de cámara a tres voces. Siguió un número llamado “Exposición instrumental de estudiantes de música”. Continuó el trío “Ensoñación”, conformado sólo por presos comunes. Luego vino el turno de un dúo instrumental que interpretó “Here´s to you” y el tema grabado por Quilapayún en 1969, usado por el ejército rojo en 1917 y posteriormente, por partisanos yugoslavos en la Segunda Guerra Mundial: “Por montañas y praderas”. Después de un solo de acordeón, se tocaron los temas “El puñal”, “El río” y “Canción para todos”.
El pre estreno
Como dijimos, la cantata fue escrita en varios centros de reclusión: Dawson, estadio Fiscal, Regimientos Cochrane y Pudeto. En la página 22 del libro “Cantata Nuestra Madre Grande” leemos:
“Cuando Manuel consideró los poemas terminados, pasó los papeles a Fernando para que los viera y creara algo con esos textos. Así, comienza a formarse la cantata entre fines de diciembre de 1973 y febrero de 1974”.
La madre grande es América vista desde seis momentos específicos: la prehistoria hasta la llegada de los europeos en el siglo XVI relatado en la “Introducción”; la conquista y época colonial retratada en el canto “Una mañana más tardía”; la independencia de las naciones americanas en “Los Nueve Altivos”; la cuarta parte, de luchas y derrotas populares expresada en los cantos, “Prometida de tus hijos”, “Estabas en Manos que no eran las Tuyas” y “Nuestra Madre Siente Dolor”; las revoluciones de liberación nacional del siglo XX en Latinoamérica a través de “Dos Semillas” y la esperanza en el porvenir y en alguna utopía, relatada en “Cada paloma Blanca”, “Será el Tiempo” y “Hacia la Luz”.
La mayoría de los temas se encuentran inspirados por el tipo de música que se escuchaba principalmente a fines de la década del ‘60. Se trataba de dos movimientos que reflejaban con mucha intensidad las expectativas que algunos países del continente depositaban en los procesos revolucionarios que se vivían en ese instante y que en Chile halló eco en la Nueva Canción Chilena y en el neo folclore, influjo que se percibe en la “Cantata Nuestra Madre Grande”, en las letras escritas para guitarra, único instrumento que los carceleros permitían ingresar a prisión.
La música de la cantata, en cambio, fue ideada mayormente en Dawson, durante el encierro en las barracas, en las caminatas de trabajo forzado, en las noches cuando los carceleros dormían. El grueso de la obra se fue terminando en otros centros de reclusión, en tanto, la transcripción completa se efectuó en la cárcel de Punta Arenas.
El éxito de la celebración del 12 aniversario del club Juez Waldo Seguel envalentonó a los presos políticos para hacer el pre estreno de la cantata en el recinto penitenciario, con motivo de conmemorarse el 43° cumpleaños de la fundación de las juventudes comunistas de Chile. Al respecto, en la página 35 del texto “Cantata Nuestra Madre Grande” se puede leer lo siguiente:
“Se considera que el 5 de septiembre de 1975 la Cantata salió a la luz y fue conocida por nuestros compañeros. La ceremonia clandestina se realizó después del encierro de los presos políticos, a las veinte horas y se utilizaron los siguientes instrumentos: guitarra, bombo, charango, acordeón, melódica y voces”.
Más adelante, la cantata partió al exilio al igual que sus creadores. Manuel fue relegado a Bulnes el 30 de junio de 1975; Fernando a Dublín, Irlanda, en mayo de 1976 y Marco a Belgrado en Yugoslavia en junio de 1976. Fue tarea de titanes reescribir las partituras, recordar las melodías, los instrumentos usados. Sucesivas correspondencias entre los autores demuestran las dificultades que tuvieron que superar para que la cantata perviviera en el tiempo. Lo que nunca se extinguió fue la voluntad de que la obra debería ser publicada algún día.
Los amigos se reencontraron finalmente en 2021. La sensación de que la Madre Grande, la “América ancestral y milenaria en la que nacimos y moriremos” como le dicen, -desde el fondo profundo de la naturaleza y de la esperanza, desde la conciencia y el deber cívico- los llamaba para terminar la obra y compartirla con todos los magallánicos. El deseo se acrecentó a partir de entonces, porque lo que importa es cerrar las heridas y ver nacer al “hijo nuevo que viene, el horizonte luminoso que llegara”.