Sly
Estados Unidos, 2023.
Dirección: Thom Zimny
En Netflix
El actor y director Sylvester Stallone fue genio y figura en el cine de los años 80 al construir con el mismo rostro y físico a dos personajes, un nombre y un apellido, que se convirtieron en verbos. Porque ser “Rocky” fue sinónimo de bueno para los combos y “Rambo” de un guerrero al que no lo detiene ni todo un ejército. Ambos son nacidos en Estados Unidos, creen en el sueño americano y por eso en algunos momentos son tan anticomunistas, brutos y porfiados, pero también creen en la justicia, la amistad y en un mundo mejor.
Rocky a diferencia de Rambo es un perdedor que se convirtió en ganador y leyenda del box porque tuvo la oportunidad de enfrentar a un campeón mundial, mientras que Rambo viene de vuelta, no ha ganado nada y su única victoria son los desastres que deja a su paso, sea un pueblo de malditos policías, la selva vietnamita o la Afganistán tomada por los rusos.
El documental “Sly” repasa la vida de Sylvester Stallone cuando ya el actor, guionista y director tiene 77 años, complementa el relato con imágenes de archivo de su vida y sus películas, le da el protagonismo de contar su propia historia, decidir que deja adentro y qué afuera y en resumen eso significa que se trata de una historia oficial.
Lo hace con la voz de siempre, lenta y media torcida, quizás como el reflejo de sus labios, con más arrugas, canas y quizás menos músculos. Y entre su testimonio hablan la actriz Talia Shire que hizo de su novia y esposa en Rocky, su amigo y competencia Arnold Schwarzeneger y hasta el director Quentin Tarantino que con su sapiencia cinéfila recicla al personaje y lo transforma en leyenda.
En el relato está su pasado, una infancia de pobreza, el barrio que miraba desde una ventana y un rumbo desconocido, casi rebelde, hasta que se encuentra con la actuación y el cine. También están sus deudas pendientes como hijo y también como padre, pero es una reflexión de viejo, porque lo que hizo y construyó ya no puede volver atrás.
“Sly” es un documental sobrio y de más luces que sombras porque está narrado en primera persona y Stallone, como su oficio en el cine, cuenta cómo construyó su destino, a puro ñeque, tozudez y sabiendo que aunque a veces segundas partes no suelen ser tan buenas, se puede contar una tercera, una cuarta y hasta una quinta parte si la energía da, porque las películas son demasiadas cortas para que en ellas tengan cabida la historia de un nombre y de un apellido.
El nombre es Rocky y el apellido Rambo, un mismo rostro para dos perdedores que ganan sólo arriba de un ring o de un campo de batalla, pero que en fondo son el mismo personaje con el que partió Stallone en el cine: El matón que al final termina cayendo bien.