El relato de una cuidadora de su mamá: “Yo lo hago con amor, porque la amo y la quiero todavía conmigo”
Da cuenta de las dificultades que implica cuidar y explica las necesidad que hay de fortalecer la red de cuidados
En la ciudad de Puerto Natales, Amelia Hernández Coliboro (54) cuida hace 6 años de su mamá Amelia Coliboro Sánchez (94). Madre e hija son parte del Programa Red Local de Apoyos y Cuidados, que administra el Ministerio de Desarrollo Social y Familia, para apoyar a las personas dependientes funcionales (severas o moderadas), y a las personas que les entregan cuidados, entendiéndose como cuidadores no remunerados.
“Antes de cuidar a mi mamá, cuidé a mi papá, mi papá falleció hace seis años: él sufrió de neumonia y de un accidente cerebrovascular. Antes mi vida era normal, yo soy madre soltera, tengo una hija de 23 años y trabajaba normal y después tuve que hacerme cargo cuando se enfermó mi papá, de cuidarlo durante su enfermedad que fue cortita, de dos meses, luego falleció y me quedé de cuidadora de mi mamá. Fue casualmente sin que alguien me designe el papel de cuidadora. Después del funeral de mi padre se fue toda la familia, y me di cuenta de que me quedé sola con mi mamá y desde ahí comenzamos”, relata la hija, cuya madre padece de Alzheimer y demencia senil, y que por lo mismo dejó su casa para vivir con su mamá y poder cuidarla.
Amelia Hernández recibió en su hogar al seremi de Desarrollo Social y Familia, Danilo Mimica, quien se reunió con la familia en Natales, para explicarles acerca de las bases que tendrá el nuevo Sistema “Chile Cuida”.
En base a sus necesidades, la familia recibe prestaciones de un asistente de cuidados para aliviar la sobrecarga de la cuidadora principal, apoyo de un kinesiólogo, de una peluquera, además de atenciones psicológicas y talleres de autocuidado.
En la comuna de Natales, este programa beneficia a 71 diadas o duplas, conformadas por la persona que cuida, y por quien recibe las acciones de cuidados.
“Estoy en el programa un poquito más de un año. A todo esto no sabía que existía. Entonces, estuve más de cinco años así, anónima, nadie sabía que yo era cuidadora. Pero un día cuando fui al Cesfam a retirar mis medicamentos por un tema psicológico, encontré a una amiga y comencé a contar mis problemas. Le dije que ya no sabía qué hacer porque no daba más. No tenía tiempo para ir a comprar y salía, mi mamá se me escapaba y no había qué hacer. Y así fue como ingresé al programa”, recordó.
La necesidad de apoyos
La mujer confiesa que su tarea “lo hago todo con amor, porque amo a mi mamá, porque la quiero todavía conmigo, entonces trato de cuidarla lo mejor que puedo, pero es desgastador porque la verdad que estoy 24 horas con ella, no tengo apoyo familiar. No tengo vacaciones hace años, entonces igual es un tema bien complicado, porque igual la rutina a uno lo agota, te va desarmando. Hay días buenos y días malos”.
En el marco de este programa tuvo ayuda médica y de profesionales de la salud, aunque reconoce que aún falta por avanzar. De la misma manera, agradeció que aparte del programa, tiene una persona que viene de cuidadora dos veces a la semana. Se trata del programa respiro, entonces dos veces a la semana, viene a estar tres horas. “Es un alivio inmenso, me cambió la vida, porque antes no podía hablar sin llorar, no podía hacer nada, me cambió la vida, los martes, los jueves, para mí son fantásticos, esas tres horitas son para mí valiosas, porque puedo hacer muchas cosas durante un ratito, incluso, conversar con la cuidadora”, dijo.
Pero, todavía faltan cosas, por ejemplo, por el impacto económico que tiene cuidar. Ella recibe el estipendio que es 32 mil pesos, y su mamá tiene la pensión básica solidaria, entonces igual es poquito. “Necesitamos más apoyo y más tiempo de personas para yo poder trabajar. Incluso mi tema monetario de seguro, no tengo nada, porque si revisan con mi Rut, no estoy imponiendo, no tengo bonos, no tengo nada, es como si no existiera, no estoy de jefa de hogar, porque aquí en la casa la jefa de hogar es mi mamá”.




