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La magia de la Antártica

Por Alfredo Soto Martes 28 de Noviembre del 2023

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En cualquier persona existe de manera intrínseca la inquietud por conocer territorios que alguna vez fueron indomables. Pero con el paso del tiempo, la interconectividad, el desarrollo y la tecnología, estos mismos lugares emblemáticos que fueron en sus inicios sólo espacios para “valientes” exploradores, expedicionarios, navegantes o simplemente caminantes, que lograban poseer un status entre sus pares, cumplir cometidos de índole patriótica, en que siempre se hacían notar los emblemas del país que se representaba, fama y gloria en algunos casos, riquezas directas o indirectas por destacar lo aventurero y mayoritariamente acogedor para cientos de oyentes o lectores que devoraban dichas hazañas, no era más que el reflejo de la ansiedad de muchos por hacer de sus vidas en lo concreto un “héroe” activo porque es el que se levanta, desde su comodidad, para enfrentar los vientos y el frío de un territorio lejano y efectivamente hacer el recorrido, sino también para aquellos “héroes” de livings, con literaturas y relatos que a cualquiera les estremecía el corazón dándole la posibilidad de llenar esas ansias ocultas por conquistar y descubrir. 

Uno de estos lugares siempre ha sido la Antártica, sin desmerecer los atributos de otras zonas de nuestro planeta que por sus características, también agitan el alma y otorgan el poder del descubrimiento. La Antártica de por sí, es un lugar físico, con una realidad natural e histórica multiforme, pero además, ha sido siempre un lugar de imaginarios que en la fantasía ha atraído a algunos y por diversas razones también de carácter físico los ha rechazado, porque en la realidad nunca deja de entusiasmar o desilusionar a aquellos que quisieron perseguir en ella, sus propios sueños y sus propias aspiraciones. La Antártica siempre ha alimentado un mundo mejor, como lo indica su mejor slogan, un continente para la ciencia y la paz, un continente para el estudio y para el saber, abordando los misterios que nos acercan a un pasado remoto en donde se encuentran los orígenes propios de nuestra humanidad. Siempre he reflexionado ante preguntas de alumnos, o simplemente opiniones de quienes han tenido la fortuna de visitar espacios de la Antártica
¿Cuál es la magia de la Antártica?…¿Que es lo que magnetiza a las personas?…muchos cuentan que después de sus experiencias, regresan renovados, distintos, dicen algunos:
ingresé a esta dimensión de los grandes hielos y he retornado con emociones y sensaciones diferentes. 

Es un lugar de las utopías, claramente el significado de “utopía” es un lugar que no existe, pero que no existe en algún otro lugar anhelado en el planeta, pero no desde una perspectiva física, sino de la dimensión espacial, efímera y volátil a la que ingresamos. Un continente con un tratado férreo y consolidado por más de 60 años, un protocolo ambiental estricto y una serie de normativas que hacen al mundo ideal, porque imposible aplicarlo al resto del mundo. Es aquí donde me asalta esta inquietud de filosofar, que mi gran impresión de lo que provoca una visita a este lugar, por seres humanos, que a través de diversas formas logran acceder al mismo, no es más que el ingreso a una dimensión blanca y pura de un territorio, que por su historia y sus formas heladas, sustenta la fuerza quizás de nuestro ser interno de “bondad”, nos trastoca la sensibilidad de la que somos formados, lo mismo que tocar una roca, al unísono estoy siendo tocado por ella, al oler un espacio, al mismo tiempo hay seres sensibles a mi aroma; o al apreciar un lugar determinado desde un barco, desde un avión o desde una de sus Bases, de manera simultanea estoy siendo visible para los demás cuerpos que están allí presentes. En otras palabras desarrollamos la capacidad de empatizar con el mundo nuestro, justamente en un mundo diferente, el que añoramos y quisiéramos que fuera, en donde realmente vivimos en latitudes no tan extremas, en el que sufrimos, viéndolo contaminado, lacerado, explotado. 

Acá en la Antártica tenemos la posibilidad de ver un mundo prístino, protegido, regulado, disciplinado en que las banderas se conjugan en un hacer y en un convivir sin fronteras, en donde prevalece la cooperación y el entendimiento práctico, de que cuidando al resto me cuido a mí mismo. Una simple ley para una Antártica mágica.