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Procrastinar: tendencia a dejar las cosas para después

Por Paola Aguilar Sábado 9 de Diciembre del 2023

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Primero es necesario entender qué significa la palabra Procrastinar; proviene del latín Procrastinare, en donde “pro” es adelante y “crastinus” hace referencia al futuro. Se puede entender cómo, dejar para el futuro aquello que sabes que tienes que hacer en el presente. 

Más allá de saber qué es procrastinar, es importante tener en conocimiento que existen dos niveles de procrastinación; el eventual y crónico. Cuando nos referimos al eventual, tal y como lo dice su propio nombre no ocurre de manera habitual, sino en algunas ocasiones, mientras que en nivel crónico la evasión se hace de manera constante, no sólo en ciertas situaciones sino para muchos eventos en la vida. Todos en algún momento de nuestras vidas hemos pospuesto tareas u obligaciones cruciales para alcanzar un objetivo, sustituyéndola por una actividad que nos haga sentir bien, olvidando por un momento lo que realmente debemos hacer. No todas las personas desarrollan un trastorno; sin embargo, en los últimos años se ha evidenciado el aumento de esta conducta. 

En términos concretos, “procrastinar” se refiere a la acción de postergar o posponer situaciones o actividades que son ineludibles, atendiendo en su lugar otras de menos relevancia e incluso que son agradables. Por lo tanto, si eres de las personas que suele aplazar el cumplimiento de tareas u obligaciones, es muy posible que ese acto de procrastinar se haya convertido ya en un trastorno de comportamiento.

Existen diversas razones que pueden llevar a convertirse en una persona que procrastina, una de ellas y, en parte una de las más comunes, es el miedo al fracaso. Cuando a los seres humanos nos invade el temor a fracasar, bien sea en un proyecto, una presentación de la universidad e incluso en acciones tan cotidianas como hablar con una persona de autoridad como profesor o del sexo opuesto, inconscientemente tratamos de evitar por todos los medios de que llegue el momento crucial en el que estaremos completamente vulnerables ante la posibilidad del fracaso. También lo es el ser una persona perfeccionista, al sentir temor a no alcanzar la meta, o que no sea aceptada tu propuesta, o a que todo por lo que has trabajado no resulte; entonces, cada vez, encuentran más detalles que mejorar en aquella tarea, por lo que se evita asistir a reuniones de equipo o revisión de tesis, se buscan excusas, todo para darse tiempo y evitar enfrentar un posible fracaso. 

Este acto no sólo ocurre en un área de la vida, sino que generalmente se irradia a todas, como es, en lo académico, laboral y personal. Se podría, por ejemplo, evitar tener una conversación importante con la pareja por temor a que desencadene un rompimiento; incluso, los jóvenes cuando dejan de hacer sus tareas para ver las redes sociales, lo que están haciendo es procrastinar, ya que para ellos la tarea es algo estresante, incómodo y hasta molesto.

Siguiendo esta línea, podemos entender entonces que “nos hacernos daño a sí mismo o a nuestro mejor juicio”, por tanto, si logramos realizar un analisis de esto, sería una pieza clave para entender por qué procrastinar nos hace sentir mal. Cuando lo hacemos, no sólo estamos conscientes de que estamos evadiendo la tarea en cuestión, sino también de que hacerlo es ¿probablemente una mala idea?. Y, aun así, lo hacemos de todas maneras. Esta es la razón por la que decimos que la procrastinación es esencialmente irracional. Entonces, si lo profundizamos, no tiene sentido hacer algo que sabes que tendrá consecuencias negativas. ¿Será que las personas se enganchan en este círculo irracional de procrastinación crónica debido a una incapacidad para manejar estados de ánimo negativos en torno a una tarea? Entonces, ¿procrastinamos debido a estados de ánimo negativos? En breve podemos decir que Sí. La procrastinación no es un defecto del carácter que sólo nos merma la habilidad para administrar el tiempo, sino que también es una manera de enfrentar las emociones desafiantes y estados de ánimo negativos generados por ciertas tareas que generan: aburrimiento, inseguridad, frustración, resentimiento y más. 

La Procrastinación entonces se puede entender como un problema de regulación de emociones, y no como un problema de gestión de tiempo. La solución involucra manejar emociones de una manera diferente. “Nuestros cerebros siempre están buscando recompensas relativas. Si tenemos un círculo de hábitos alrededor de la procrastinación, pero no hemos encontrado una mejor recompensa, nuestro cerebro continuará haciéndolo una y otra vez hasta que le demos algo mejor que hacer”. Por lo tanto, tenemos que encontrar una mejor recompensa que sea evadir, una que pueda aliviar nuestros sentimientos desafiantes en el presente, es por ello que la solución debe ser interna, y no dependiendo de cualquier cosa, excepto de nosotros mismos y así romper con el ciclo de la postergación buscando estados de bienestar.

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