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“Vino blanco, noche y viejas canciones…” (“…pasa ligera la maldita primavera…”)

Por Marino Muñoz Aguero Domingo 10 de Diciembre del 2023

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“Fue más menos así vino blanco, noche y viejas canciones/ Y se reía de mí/ Dulce embustera la maldita primavera…” y cuantas amistades, romances y amores se pueden enredar en torno a esa mágica combinación de elementos y la noche, siempre la noche; “pero la noche es traviesa cuando se teje el azar” nos sugiere Silvio Rodríguez en “Ángel para un final” y el año 1982 cuando la cantante mexicana Yuri triunfaba con “Maldita primavera” -una de esas canciones para toda la vida- andábamos en afanes universitarios en Concepción y viviendo por nuestro siempre amado y glorioso Talcahuano. Vacaciones de verano en la Patagonia, pero con la maldita primavera a cuestas, el Bío Bío atravesando la pampa y las Torres del Paine en la Estación de San Rosendo y la cabeza y el corazón en cualquier lado, hasta en la cabina del Boeing 727 de Ladeco -línea que tenía convenio con el Colegio de Profesores, y nuestros padres lo eran- y que llegaba al aeropuerto de Carriel Sur de Talcahuano (aprovechemos de aclarar que el aeropuerto está en la comuna Talcahuano y no en “Conce”). 

Total que importaba todo eso a las veintitantas “primaveras” y que importa (menos aún) ahora a los sesenta y otras tantas, porque ”…como pasa el tiempo que de pronto son años..” nos recuerda también el cubano Rodríguez. Y aquí vamos con esta primavera 2023, que está por despedirse entre discusiones políticas, finales de campeonatos de fútbol, conflictos internacionales, cambios en el precio de las bencinas y las llegadas de los primeros cruceros de la temporada a nuestros muelles locales.  

Siempre nos llamó la atención aquello de la “maldita” primavera; ¿sería por las alergias, por los suicidios? nos preguntábamos. Con el tiempo nos enteramos que, al parecer, la cosa era mucho más simple (o más compleja): en 1981 la cantante italiana Loretta Goggi obtiene el segundo lugar en en el XXXI Festival de San Remo con “Maledetta primavera” de los autores Paolo Amerigo Cassella y Totò Savio. Es una historia de amor que empieza y termina en primavera y deja a uno (a) de sus protagonistas un tanto golpeado (a) por el abrupto final. El tema fue un hit y vendió millones de copias en la interpretación de Goggi, como también en las numerosas versiones en otros tantos idiomas en Europa. Entre ellas la del gran Hervé Vilard, ícono de la canción francesa de la década de 1960 y muy recordado cuando llegó a Chile con su terno rojo y con “Capri, se acabó”, “Y volverás en ese barco azul”, “Morir o vivir” y tantas otras.  

Y en 1982 se nos aparece la cantante mexicana Yuri en el dial de nuestras radios y nos regala la mejor versión de “Maldita Primavera”, incluida en “Llena de dulzura”, su tercer álbum (1981). En español es otra cosa, no nos vengamos a hacer los políglotas, y así la gran artista mexicana aportó otros tantos millones de copias vendidas y así nos quedó más clara la película: la culpa no fue tuya, no fue mía, ni nuestra, fue de la primavera (“dulce embustera, la maldita primavera”): “Que importa si, para enamorarme basta una hora/ Pasa ligera la maldita primavera/ Pasa ligera, para ti y para mí”. 

Yuri, aún vigente, nos ha regalado sus canciones: “Yo te amo, te amo”, “Tú y yo”, “Dame un beso”, “Detrás de mi ventana”, “Todo mi corazón” y muchas más, pero… la más representativa, aquella por la cual pensamos será recordada por siempre es “Maldita primavera”. La mejor para nosotros que añoramos esas fiestas en las que bailábamos los “lentos” como si el mundo -este mundo y todos los otros- se fueran a acabar en los tres minutos de esa melodía que esperamos toda la noche y la loción “Estivalia” de Puig de nuestras compañeras de baile, se fundía con el “Agua Brava” que nos regalaban para la navidad, comprada con la chequera “Multicrédito” en alguna perfumería del centro. 

“Maldita primavera”: una canción que aun, a nuestras sesenta y tantas estaciones la cantamos, o creemos hacerlo como cuando nos sentíamos inmortales (a alguien se lo hemos leído o escuchado esto último) que la guitarreábamos a orillas del Río Andalién o en los márgenes de nuestra Laguna Lynch, cual himno a los afectos de siempre: “Lo que tu paso dejó es un beso que no pasa de un beso/ Una caricia que no/ Suena sincera/ Un te quiero y no te quiero y aunque no quieras sin quererlo piensa en mí”.

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