Año de guerras y elecciones
Al final de 2023, la guerra desatada por la invasión rusa a Ucrania cumple 674 días.
A uno y otro lado de la frontera escasean los voluntarios, lo que mueve a Kiev y a Moscú a aumentar la presión para llenar los cupos. La falta de entusiasmo de los ucranianos obligó a dictar un decreto ley para sumar medio millón más de soldados. A los rusos nunca les agradó la “operación militar especial” desencadenada por Vladimir Putin.
A más de dos mil kilómetros de distancia en Gaza, la otra gran guerra del 2023, no amaina. Los fallecidos en Gaza al terminar el año, según su Ministerio de Sanidad llegaban a más de 21.300 y sobre 55.600 los heridos. El ministerio, controlado por Hamás, denunció en un comunicado que “veinte masacres contra familias enteras” elevaron a 21.320 los muertos y a 55.603 los heridos tras 83 días de guerra. La misma fuente, según la agencia Efe “advirtió nuevamente de ataques a centros médicos. Al menos 142 instalaciones sanitarias y 104 ambulancias han sido atacadas ‘deliberadamente’ desde el comienzo de la ofensiva israelí”.
Hay otros conflictos no declarados en el resto del mundo. El más amenazante al terminar el año era la ofensiva diplomática de Venezuela contra la Guyana por el territorio del Esequibo. El envío de una nave de guerra del Reino Unido, como gesto de apoyo a su excolonia irritó al régimen de Nicolás Maduro. En un comunicado oficial Venezuela rechazó “de manera categórica la llegada del buque HMS Trent, de la Armada Británica, a las costas de Guyana, lo que se convierte en un acto de provocación hostil…”.
Estos conflictos deben tomarse en serio. A fines de diciembre, los rebeldes hutíes de Yemen, respaldados por Irán, intensificaron sus ataques contra barcos en el mar Rojo. Afirmaron que se trata de una venganza contra Israel.
La CNN afirmó que “se cree que los hutíes han sido armados y entrenados por Irán, y se teme que sus ataques puedan llevar la guerra de Israel contra Hamás a un conflicto regional más amplio. El secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, anunció una operación liderada por Estados Unidos centrada en los ‘desafíos de seguridad en el sur del mar Rojo y el golfo de Adén’ tras los ataques”. No solo la seguridad está en juego. Como planteó The New York Times, “el riesgo de una escalada del conflicto en Oriente Medio es la última de una serie de crisis impredecibles, incluidas la pandemia de Covid-19 y la guerra en Ucrania, que han aterrizado como garras de oso en la economía mundial, desviándola de su rumbo y dejando cicatrices”.
Pareciera que el mundo está retrocediendo a las tensiones de los años de la guerra fría. Lo sabremos en el curso de las próximas semanas… o meses.
Pero eso no es todo. El otro lado de la medalla muestra que 2024 será un año recargado de elecciones en todo el planeta. Además de los chilenos, que elegiremos autoridades locales en octubre, más de dos mil millones de personas en aproximadamente 50 países, entre ellos India, Indonesia, México, Sudáfrica, Estados Unidos y las 27 naciones del Parlamento Europeo, acudirán a las urnas.
El problema es que no todas estas elecciones serán limpias y libres. Además del impacto tradicional de autoritarismos que buscan no perder el poder, es necesario tener presente la compleja seudo-realidad que generan las redes sociales, las fake news y el neopopulismo desatado.
Ya habrá tiempo para analizar en detalle el frágil equilibrio de la guerra y la paz y los riesgos de la democracia en el siglo XXI.




