Prensa, prensa amarilla, prensa sensacionalista, prensa roja… de mal de peor..
Sin lugar a dudas que ninguna autoridad, empezando por el Presidente de la República puede inmiscuirse en la libertad de prensa, entendiendo por tal el derecho a la libertad de opinión y de expresión que incluye el derecho a o ser molestado a causa de las opiniones vertidas, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras por cualquier medio; pero es necesario tener presente muy bien este concepto para confirmar si realmente las noticias nuestras de cada día, efectivamente constituyen la manifestación de la libertad de prensa o alguna de sus tantas desviaciones, pues en estos otros casos creo que es perfectamente necesario y criticar dicho accionar.
Ya he precisado, en términos generales y prácticos, lo que es la libertad de prensa, pero existen ciertas desviaciones de ese ejercicio que tienen otras denominaciones y contenidos como paso a indicar.
La prensa sensacionalista recibe este término peyorativo u ofensivo, incluso despectivo, porque presentan una tendencia a producir sensación, emoción o impresión y cubren distintos ámbitos con distintas denominaciones, así está la prensa amarilla, la prensa rosa, el periodismo de corazón y la prensa o nota roja.
La prensa amarilla es un tipo de periodismo que presenta noticias con titulares llamativos, escandalosos o exagerados para tratar de aumentar sus ventas, aunque por lo general estas noticias no cuenten con ninguna o escasa evidencia y no cuente con una investigación bien definida y encauzada; por lo general incluye titulares de catástrofes y gran número de fotografías de accidentes, crímenes, adulterios y enredos políticos.
La prensa roja es un género de prensa sensacionalista definida por su exclusivo enfoque en historias que involucran violencia física, comúnmente ocasionados por robos, asesinatos, accidentes trágicos, encarcelamientos y ejecuciones, incluso incluyen desastres naturales.
Me parece necesario referirme a estos despreciables subgéneros que, en mi opinión atentan con el objetivo más básico y fundamental de la prensa que consiste en la necesidad de informar e informarse.
Me parece que es vital, desde una perspectiva ciudadana, reprochar con energía estas malas manifestaciones de prensa que además afectan nuestro diario vivir, pues al final del día, no es deprimente, triste y nefasto que durante cuatro días los matinales, los informativos den cuenta, por ejemplo, de la muerte de una niña y sólo vaya una y otra vez sobre el hecho emplazando a autoridades a la ejecución de acciones pintorescas que en rigor no solucionan el problema y, por supuesto no recuperarán una vida perdida; pues lo que es real es que dichos emplazamientos de periodista de escritorio que no saben, ni conocen realmente como enfrentar un problema que ha sido insoluble desde los orígenes de la humanidad, no sirven de nada. Por lo demás, y para concluir, es moral y éticamente cuestionable y despreciable, la explotación de las víctimas, esto es su exposición permanente con la única finalidad de mantener televidentes y oyentes.




