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Tragedia de los Andes: ¿qué pasaría si el accidente ocurriera en la actualidad?

Lunes 4 de Marzo del 2024

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  • Las nevadas están disminuyendo en los Andes, azotados por la sequía. El avión podría
    no haber tenido supervivientes si hubiera aterrizado en el terreno rocoso actual.

 

 

El avión se estrelló contra los Andes, perdió las alas y la cola, y se deslizó durante 600 metros a cientos de kilómetros por hora. Durante la tragedia de los Andes, el pasajero Roberto Canessa pensó que estaba muerto.

En lugar de eso, Canessa, entonces jugador de rugby y estudiante de medicina, estaba a punto de formar parte de una icónica historia de supervivencia, retratada recientemente en una película.

“Miré hacia la parte trasera del avión, a través de la boca abierta donde se veía un universo nevado, un mundo indiferente al terror y a la difícil situación que nos rodeaba”, escribió más tarde en sus memorias publicadas en 2016.

Pero el universo nevado que Canessa vio cuando volvió en sí ha cambiado radicalmente.

En los últimos 30 años, la cordillera de los Andes ha perdido alrededor del 12% de su manto de nieve por década. Y entre 2010 y 2019, la región experimentó una sequía tan grave que amenazó la disponibilidad de agua dulce en partes de Sudamérica. El cambio climático ha hecho que el lugar sea más seco y más cálido.

Los científicos afirman que, si el mismo accidente ocurriera hoy, los supervivientes se encontrarían varados en una montaña completamente distinta.

La cordillera de
los Andes se calienta

Aunque la nieve en los Andes varía según el año y la estación, la cantidad media anual ha disminuido drásticamente desde los años 1970, asegura Raúl Cordero, climatólogo de la Universidad de Groningen (Países Bajos).

El año en que se estrelló el avión, 1972, hubo nevadas por encima de la media que alteraron la ruta fatal del vuelo. Inicialmente, el vuelo debía volar de Montevideo (Uruguay) a Santiago (Chile) el 12 de octubre, pero los pilotos decidieron hacer una escala nocturna en una ciudad argentina debido a una fuerte tormenta en las montañas.

La gran cantidad de nieve empeoró el frío y los días en la montaña se hicieron insoportables para los supervivientes, pero algunos expertos en aviación creen que el avión no habría podido sobrevivir sin ella.

«Si hubieran aterrizado sin nieve, lo más probable es que se hubiera destrozado el avión y nadie hubiera sobrevivido al choque inicial por aterrizar sobre las rocas. Por muy finas que sean, es mucho más duro para una máquina aérea que viaja a 240 kilómetros por hora que aterrizar sobre nieve”, asegura John Nance, experto en seguridad aérea.

Aunque el vuelo hubiera sobrevivido a este aterrizaje rocoso, la historia de los supervivientes podría haber sido diferente.

El avión se estrelló en las montañas cerca de la frontera entre Chile y Argentina y luego se deslizó hacia abajo a un área llamada el Valle de las Lágrimas. En 2019, un estudio en el que participó Cordero descubrió que esa zona de los Andes ha estado recibiendo alrededor de un 10 % menos de nieve por década desde los años 1970.

Las personas que visitan regularmente las montañas también han sido testigos de este cambio. “En los años 1990, la nieve era constante. Ahora no tanto”, reconoce Juan Ulloa, un guía turístico que lleva más de 30 años trasladando turistas al lugar del accidente.

Los supervivientes permanecieron en los Andes de octubre a diciembre, de primavera a verano en esa parte del mundo. En la película, los vemos esperar a diciembre para ir a buscar ayuda.

El declive global de la nieve

La pérdida de nieve en los Andes forma parte del declive global de las nevadas.

«La capa de nieve está disminuyendo en casi todo el mundo. Hay algunos lugares donde no es así, pero incluso allí probablemente no puede compensar el derretimiento adicional que estamos viendo”, advierte Michael Lehning, un científico de la nieve en el Instituto Federal Suizo de Investigación Forestal, de Nieve y Paisaje.

En 2020, un estudio reveló que el 78% de las zonas montañosas del planeta están sufriendo una disminución de nieve.

Cuando suben las temperaturas, es más probable que la nieve caiga en forma de lluvia en lugar de nieve, lo que tiene repercusiones para muchas industrias, como el turismo y la agricultura, pero también para el suministro general de agua. La nieve es un depósito de agua porque se derrite lentamente, lo que permite a la gente utilizar el recurso poco a poco, comenta Pam Pearson, directora de la Iniciativa Internacional sobre el Clima de la Criósfera.

Pero ahora, incluso esas precipitaciones están disminuyendo.

“Los veranos en la zona son bastante secos y el lugar depende en gran medida de la nieve caída durante el invierno”, explica Mariano Masiokas, investigador del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla).

A medida que disminuyen las nevadas, se acelera el ritmo del calentamiento local. Esto ocurre por la misma razón por la que vestimos colores claros en climas cálidos; reflejan la energía y evitan el calentamiento.

Pero cuando el sol incide sobre una superficie oscura sin nieve, esta absorbe toda la energía y la Tierra se calienta más, aclara Lehning.

Esto significa que la propia nieve enfría el ambiente, y la falta de nieve en el lugar del accidente podría haber hecho más soportable el frío.

Además de las gélidas temperaturas, los supervivientes han dicho que uno de sus principales problemas era la sed: comer nieve les hacía daño en las encías, la lengua y la garganta, y al principio no tenían herramientas para derretirla.

Prevenir otro accidente
de los Andes

Aunque el cambio climático es cada vez más preocupante, volar se ha vuelto más seguro, lo que reduce la probabilidad de que este accidente ocurra hoy en día.

El consenso entre los expertos en aviación es que los pilotos empezaron a descender demasiado pronto, pensando que estaban más cerca de Chile de lo que realmente estaban. Gracias a la electrónica moderna, como la tecnología GPS, es menos probable que eso ocurra hoy en día.

“A medida que la aviación ha progresado, nuestras capacidades han mejorado enormemente en seguridad aérea en general, pero también en nuestra capacidad electrónica para saber dónde estamos, a qué velocidad vamos y cuáles son los peligros que nos acechan”, concluye Nance.