Bebé Reno: el morboso limbo entre la realidad y la ficción tóxica
Desde que salió al aire hace poco más de un mes, esta miniserie se convirtió en tendencia mundial al acertar la tan buscada y compleja fórmula del éxito mediático. Si aún no la ha visto, no se preocupe, sólo voy a aludir a algunos elementos comunes de la trama que me parecen necesarios para abordar el tema de fondo: ¿por qué las relaciones tóxicas provocarían mayor atención y morbo cuando están basadas en hechos reales?
En pocos capítulos, el protagonista vivencia una vertiginosa secuencia de hechos que sorprenden, tanto por su variedad como crudeza, especialmente si se considera que en sus inicios se proyectaba una ingeniosa comedia que a poco de andar cambia radicalmente su sentido. Si bien la trama se centra en un frustrado comediante que sufre el acoso de una mujer obsesionada que, además, presenta conductas bizarras e incluso violentas, resulta inevitable analizar que las víctimas en ocasiones adoptan patrones de funcionamiento que conforman alianzas con sus eventuales victimarios. La lógica dicta que ante lo nocivo o tóxico, nuestra respuesta natural debiese alejar y bloquear su cercanía; pero cuando presentamos vulnerabilidades en nuestras dinámicas internas e interpretamos que podríamos obtener algunas ganancias, pareciera que estamos dispuestos a asumir algunas penurias a pesar de quejarnos amargamente.
Esta disonancia entre lo que se experimenta emocional y racionalmente, lleva a la incoherencia de acciones contradictorias y carentes de lógica. Y es que más allá de la psicopatología presentada por Marta (la acosadora en la ficción), las relaciones tóxicas de pareja son mucho más frecuentes de lo que imaginamos, en diversos grados e intensidades que denotan disfuncionalidades que llevan inevitablemente a la insatisfacción, e incluso en algunos casos extremos, al peligro de los integrantes en la pareja. El concepto de “complementariedad negativa” se ocupa cuando las personas basan su relación en fomentar las inseguridades y aspectos negativos de sus parejas, lo que curiosamente les mantiene unidos en vez de extinguir los lazos que les atan, interpretando que en ocasiones la indiferencia, el excesivo control e incluso el maltrato son demostraciones amorosas. Se produce una dependencia que construye una estructura de pareja rígida y egoísta, que expresa en el discurso insatisfacción, tedio y desesperanza, pero que curiosamente en el fondo se interpreta como necesaria e incluso se le idealiza como la felicidad que se merece tener. En ocasiones estas dinámicas se presentan de manera espontánea entre personas con historias de vida y carencias comunes en sus afectos, seguridad, expectativas, intereses, etc; en otras, alguna de las partes deliberadamente manipula a su pareja con el fin de dominar e imponer su manera de funcionar, muchas veces resultando consistente para la contraparte cuando le acomoda la dependencia, incluso si se llega al extremo de anularse como persona. Todo esto contrasta con la “complementariedad positiva”, en que se valora la libertad para expresar lo que verdaderamente se piensa y siente, adoptando una comunicación asertiva que respeta la individualización de cada uno, necesitando llegar a consensos que enriquezcan la convivencia e intimidad que se construye en conjunto.
Aunque en la historia real a la base, Richard Gadd y Fiona Harvey no llegan a establecerse como pareja, ambos presentan una complementariedad negativa de manual, con escasos y efímeros pero significativos momentos gratificantes, que contrastan con abundantes e intensos episodios en que las emociones y conductas nocivas sobrepasan con creces el límite de lo tolerable. El espectador se pregunta a medida que avanza la historia, cómo podría empeorar aún más y hasta que límite llegarán sus protagonistas. Esto ratifica, una vez más, que los seres humanos tienden a priorizar la coherencia de estructuras y construcciones internas (que cuando son negativas y disfuncionales llevan a la miseria y al sufrimiento), por sobre el bienestar personal, a pesar que en su discurso nos digan lo contrario.
Aunque la serie da para mucho más análisis, un condimento extra es que el protagonismo de la serie fue asumido por quien vivenció en la realidad su propio guión. Y aunque pretendió no identificar en la realidad a sus personajes, ya que los hechos sucedieron hace menos de una década, Fiona Harvey ha aparecido en programas de entrevistas identificándose como la mujer que inspiró el personaje de Marta. Ella ha declarado su indignación con la serie, pues acusa a Gadd de mentir descaradamente ya que no hubo de su parte acoso ni violencia y que la trama está artificialmente exagerada, dejándola muy mal en su imagen ante la opinión pública, por lo que exigirá una millonaria indemnización. Realidad, ficción, morbo, pasiones, victimización y un largo etc; pero sobre todo, una clase magistral de marketing al más alto nivel.