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Seguridad pública o el día de la marmota

Por Carlos Contreras Martes 23 de Julio del 2024

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El Día de la Marmota” es una película protagonizada por el cómico y actor estadounidense Bill Murray y que data del año 1993 en la cual un meteorólogo concurre a una localidad donde cada 2 de febrero, en pleno invierno, el comportamiento de una marmota en la fiesta local determina cuánto tiempo queda hasta que termine la estación fría; por razones climáticas el protagonista y su equipo se deben quedar en la ciudad y, a contar del día siguiente, cada nuevo día es igual al anterior, el sujeto se despierta en la misma cama, con la misma música, se encuentra con las mismas personas, más allá de sus esfuerzos por cambiar dichas circunstancias.

En materia de seguridad pública, salvo el nombre, pues antes recibía la denominación de seguridad ciudadana, nada ha cambiado y parece que cada día tenemos el día de la marmota, las mismas soluciones, solicitudes de renuncia de ministros y funcionarios y la misma información de crímenes y delitos con la salvedad que, aparentemente, se incrementan. 

Cuestión determinante en este tema es que seguimos con las mismas recomendaciones que, desde el origen de la humanidad, se han planteado como soluciones: la “mano dura” que se traduce en estado de sitio, fuerzas militares a las calles y suspensión de garantías constitucionales; nada de esto ha funcionado antes y, por lo tanto, podemos anticipar que no funcionará ahora. Es más, podemos enfrentarnos a situaciones que nadie quiere como la muerte de un inocente o calamidades similares consecuencia del remedio y no de la enfermedad.

Ya en el mes de diciembre de 2023, por este medio indiqué determinadas soluciones al respecto: a) considerar siempre la participación de la comunidad en la solución del problema: esto en atención a que sin ellos no es posible prevenir ni condenar el delito pues, incluso en delitos menores, sin testigos que refrenden los hechos o las grabaciones, no es posible condenar, al respecto los sistemas comunales de protección siguen siendo eficaces y ello requiere acercarse al concepto de comunidad y salir del aislamiento tras rejas y alambres; b) mejorar la eficiencia de las policías con reformas rápidas que eliminen sus tareas burocráticas y que no dicen relación directa con sus funciones de mantención del orden y prevención de delitos como por ejemplo con: la asignación de la función de notificaciones judiciales a funcionarios públicos notificadores que sólo en caso calificado requerirán apoyo policial y eliminar todas las tareas que puedan ser realizadas por civiles; c) entender que la instalación de más policías, por si sólo, no previenen el delito, pues el delincuente cuando decide delinquir no es amedrentado por el policía y, por otra parte, el utilizar fuerza o armas requiere una especial preparación, dedicación y experiencia, pues todo se puede enmendar, resolver o reparar, menos la muerte de una persona, sea culpable o inocente; d) generar una unidad especial nueva, de elite, de bajo perfil y discreta, de policías con nuevos recursos materiales y tecnológicos, que se preocupen del fenómeno del crimen asociado o de organizaciones criminales y no redestinando o maquillando una unidad que no es tal, si el Estado quiere apoyar no puede pretender reasignar a funcionarios para tareas que requieren nuevas destrezas, medios y preparación.

A lo anterior debemos agregar una idea que se comunique directamente a la población que de cuenta de la necesidad de asumir esto como un desafío nacional que establezca mecanismos directos de participación y apoyo ciudadano, así como un cronograma que dé cuenta de un verdadero proceso de formación y estructuración de fuerzas especializadas en el combate directo con la delincuencia para disminuir las sensaciones de inamovilidad de la autoridad y comprometer a cada ciudadano en una tarea tan vital como dar seguridad, física y emocional, a nuestros seres queridos.