“Un lugar en silencio: Día Uno”
Por Guillermo Muñoz Mieres, periodista
Por Guillermo Muñoz Mieres, periodista
Estados Unidos, 2024
Director: Michael Sarnoski
Protagonistas: Lupita Nyong’o, Joseph WQuinn; Alex Woll
En salas de cine de Punta Arenas y Natales
No había duda que tarde o temprano llegaría una película ubicada en el inicio de la trama de “Un lugar en silencio”, aquel relato estrenado el año 2018 y donde la actriz Emily Blunt huía embarazada junto a su esposo e hijos de unos seres monstruosos que carecían de la vista pero no de la audición y que al mínimo ruido se abalanzan sobre sus presas humanas.
La película tuvo una continuación en 2020, ambas dirigidas por John Krasinski, marido en la película y vida real de Emily Blunt, siendo lo interesante de su planteamiento que no había explicación de nada, porque cuando la historia parte los invasores ya están allí, nadie sabe cómo llegaron y el planeta, al parecer, ha sido completamente arrasado y desolado.
Y lo segundo- y más interesante aún- que la película transcurre en gran parte de su metraje en silencio, con personajes que por alguna razón susurran, mueven las manos, hacen gestos y donde después sí hay una explicación del problema y es que los invasores andan por allí y apenas sienten algún ruido, tanto por instinto como por inteligencia, saben que es la hora de atacar. Y esa excusa le daba también un valor artístico a la película, porque el relato se la termina jugando por las imágenes, atrapa e inquieta al espectador volviéndolo cómplice de aquel silencio. He allí la magia del cine.
Ahora “Un lugar en silencio: Día Uno” disfruta del éxito de las anteriores para explicar ese primer día, con la historia de una joven afectada por una enfermedad terminal y pesimista ante lo que queda del resto de vida, pero después nunca tanto, cuando desde el cielo llueven alienígenas de lomo y tomo que nada perdonan.
En pocos segundos todo es oscuridad y vuelve esa alegoría en imágenes con que el cine de Hollywood rememora lo que fueron los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, con una multitud que huye, edificios que caen y un manto de polvo que todo lo cubre.
El relato es su huida por los laberintos de la ciudad acompañada todo el rato por un gato al que quizás le comieron la lengua los ratones porque nunca dice miau o, para suerte y tranquilidad de la protagonista, entiende bien la situación. En el camino se encuentra con un joven al parecer ejecutivo y que, como a todos, lo pilló la invasión a mitad del camino, pero que ha descubierto algo no menor: bajo el agua se puede estar a salvo.
Lo curioso es que en esta precuela, si bien se explica cómo fue el primer día, no explica cómo los humanos se enteraron por primera vez que la clave para salvarse era no hacer ruido, lo que hace sospechar que por aquí quizás irá una próxima película.
Sin embargo, pese a estas respuestas y vacíos, la película atrapa y entretiene hasta el final, porque esa idea de convertir al silencio en un protagonista le da sustento, aunque tarde o temprano también es un recurso que se puede agotar.
Y en el caso de “Un lugar en silencio: Día Uno” algo se advierte, porque la tensión mayor no está en la odisea de los protagonistas, sino en aquel gato que los acompaña y que uno desde la butaca pide que por favor no se le ocurra siquiera decir “miau”.