Elecciones de octubre y atentados contra la democracia
La democracia, como pilar fundamental de nuestra sociedad, requiere de la participación informada y ética de todos sus actores, tanto ciudadanos como candidatos. Sin embargo, de cara a las elecciones venideras, han surgido preocupantes señales de que algunos candidatos están dispuestos a transgredir los principios más básicos de integridad y transparencia con tal de obtener una ventaja electoral. Estas acciones no sólo socavan la confianza en el proceso democrático, sino que también ponen en riesgo la legitimidad de las autoridades que resulten elegidas.
Uno de los ejemplos más alarmantes es la presentación de certificados de estudios medios falsificados o pertenecientes a otra persona por parte de un candidato. Este tipo de fraude demuestra una falta de respeto hacia el electorado y cuestiona la idoneidad del postulante para asumir un cargo público. La honestidad y la transparencia son requisitos esenciales para cualquier aspirante a un puesto de liderazgo y aquellos que no cumplen con estos estándares no deberían tener lugar en la vida política.
Asimismo, la práctica del acarreo, especialmente en comunas rurales, constituye una grave violación al principio de representación justa. Alterar los padrones electorales mediante el traslado de votantes que no residen ni trabajan en las comunidades afectadas distorsiona la voluntad popular y priva a los verdaderos habitantes de su derecho a elegir a las autoridades que mejor comprendan y respondan a sus necesidades locales. Este tipo de manipulación es un ataque directo a la esencia misma de la democracia y quienes la practican deben ser señalados y rechazados por la ciudadanía.
Otro aspecto preocupante es el uso de imputaciones falsas para desprestigiar a los contrincantes. Esta táctica no sólo ensucia el debate político, sino que también desorienta a los votantes, quienes merecen tener acceso a información veraz y relevante para tomar decisiones informadas. La política debe ser un espacio para el intercambio de ideas y propuestas, no un campo de batalla donde prevalezca la difamación y la mentira.
En este contexto, es fundamental que los ciudadanos asuman un rol activo y vigilante. No sólo tienen el derecho, sino también el deber de votar informados y de hacerlo en aquellas comunas donde realmente viven y/o trabajan. Solo así se garantizará que las autoridades electas sean personas que conocen y entienden los problemas y demandas de sus localidades.
La democracia no se construye en un día ni se sostiene por sí sola. Requiere del compromiso ético de todos, de la firmeza en denunciar y rechazar cualquier práctica que tienda a confundir a la opinión pública o a tergiversar la voluntad popular. Sólo así podremos preservar un sistema democrático sólido y confiable, que verdaderamente represente los intereses y aspiraciones de la ciudadanía.