Necrológicas

A 35 años.…

Por Eduardo Pino Viernes 6 de Septiembre del 2024

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Este 3 de septiembre se cumplieron 35 años desde nuestro “Maracanazo”, precisando la diferencia existente con el auténtico y original protagonizado por la selección uruguaya en el Mundial de 1950. No está demás reafirmar la aclaración debido principalmente a la connotación valórica implicada: mientras los orientales se llenaron de gloria al vencer a la ampliamente favorita selección local, en una hazaña que hasta el día de hoy resuena frente al Río de la Plata; lo ocurrido a nuestra “Roja” en 1989 se convirtió en el bochorno, intento de engaño y sanción más relevante de la historia del fútbol mundial (y vaya que ha pasado agua bajo ese puente).

Especialmente para los más jóvenes que no conocen en profundidad este acontecimiento, que sobrepasa al ámbito del deporte debido a las aristas implicadas; les sugiero ver videos, leer artículos o revisar resúmenes acerca de lo que pasó antes, durante y después de ese 3 de septiembre, ya que es uno de esos casos en que la realidad supera por creces la ficción. Ni el más creativo guionista pudo haber ensamblado tantas piezas de una trama que, hasta el día de hoy, no cierra por completo su círculo.     

Como pocas veces, lo sucedido en el reducto carioca generó expectativas que iban mucho más allá de ganar un partido o incluso una clasificación a un Mundial. Los acontecimientos anteriores en esas eliminatorias habían incubado una sensación de injusticia, como fue la pérdida de localía ante Venezuela al tener que jugar en territorio argentino debido a los incidentes del Chile – Brasil en Santiago. El entrenador, dirigentes y jugadores claves fueron encendiendo un ambiente “patriotero” que, atizado por la prensa, devino en incidentes que casi rayaron con lo diplomático. Lo cierto es que se conjugaron dos ingredientes que sazonaban bastante esta preparación: la reciente goleada 4-0 en Córdoba dos años antes en Copa América, lo que tuvo como consecuencia la humillante eliminación de la verdeamarela; y la sensación exitista de eliminar de un Mundial por primera vez a estos cultores del balón cuyo poderío resultaba indiscutible. Pero el fenómeno iba más allá de las capacidades deportivas, pues la metáfora de “David contra Goliat” se instaló como un símil de justicia, con el triunfo como único resultado que lavaría la mancillada dignidad de nuestro país ante los abusos recibidos.

Ese ambiente fue el que llevó a una maquinación estratégica en que la nebulosa de la naturaleza humana, el tiempo transcurrido y las verdaderas motivaciones de quienes estuvieron involucrados se mezclan formando una amalgama que impide precisar la respuesta a una de las principales interrogantes: ¿el engaño fue por amor al país y su gente o simplemente por ambiciones personales? El ganar “cueste lo que cueste”, pasando a llevar valores como la verdad o la lealtad deportiva, ¿se justifica cuando la evaluación de las (supuestas) injusticias sufridas parecieran respaldar cualquier decisión? 

El caso de Roberto Rojas es digno de un análisis literario, en que la figura del héroe, el villano y la víctima se fusionan al calor de las virtudes y defectos humanos. Metafóricamente fue una estatua con pies de barro, cuyo destino cambió drásticamente en un instante como pocos pueden contar. De no haber existido ese incidente, probablemente hubiese fichado por un millonario contrato en Europa que aseguraría su futuro y el de su familia, ya que su innegable calidad resultaba apetecida planetariamente, con o sin Mundial en su currículum. En vez de eso, sobrellevó un cargo de conciencia que le lleva a confesar lo ocurrido, fue castigado de por vida en lo que mejor hacía y más amaba, recibió el cuestionamiento y las dudas de quienes antes lo apoyaban incondicionalmente, sufrió un quiebre familiar y terminó exiliándose en el extranjero, paradójicamente en territorio brasileño. Si bien los que lo vimos jugar y brillar recordaremos sus reflejos y habilidad únicas, para muchos sólo será “el tramposo” que dejó a una generación de futbolistas sin disputar el Mundial siguiente.

Quizás nunca sabremos toda la verdad, quienes estuvieron involucrados y zafaron o los que pagaron castigos que no merecían. Y si bien 35 años hacen parecer esto lejano para quienes lo vivimos, además de desconocido e intrascendente para los más noveles, historias como éstas nos enseñan que en ocasiones las motivaciones son complejas, las decisiones distan de la lógica y la coherencia, o las consecuencias de los actos rebasan límites imaginables. Esta historia deja una enseñanza que antes de juzgar, resulta más interesante intentar comprender a los individuos y sus circunstancias, ejercicio complejo y sin garantía de resultados en que probablemente se nos vaya la vida, pero vale la pena.

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