“Disco, Ibiza, Locomía”: lo que se ve no se pregunta
Por Guillermo Muñoz Mieres,
periodista
España, 2024
Director: Kioke Maíllo
Protagonistas: Jaime Lorente, Alberto Ammann, Alejandro Speitzar, Eva Llorach
En Netflix
“Disco, Ibiza, Locomía” se inicia con la voz en off de una mujer española que anuncia que lo que se va a ver está basado en hechos reales y sólo se han cambiado ciertos nombres y detalles con fines dramáticos, para luego cambiar el tono de seriedad y quitarle importancia a lo anterior y agregar que lo que ocurrió quizás no ocurrió tan así, una idea que a la vez es una reflexión sobre el cine de ficción cuando se le ocurre narrar historias reales porque en definitiva el cine es eso, un arte que debe mentir para decir o contar una verdad.
Entonces la película se va a 1987, a Ibiza, una especie de isla de la Fantasía en versión de música pop electrónica, glamour desenfrenado, drogas alucinógenas y mundo gay a sus anchas, donde todo pasa y algo queda, pero ese día precisamente, como suele ser la esencias del cine, el destino unirá a un grupo de amigos que visten con elegante extravagancia y mueven sensualmente los abanicos, con el productor José Luis Gil, para dar rienda suelta al grupo “Locomía” que irrumpió en la escena musical iberoamericana a fines de los 80 y comienzos de los noventa, amplificando por cuatro la ambigüedad sexual que ya proyectaba Miguel Bosé y que sólo hallaba eco en la respuesta del cantante mexicano Juan Gabriel cuando un periodista le consultó sobre su orientación sexual: “Lo que se ve no se pregunta”.
Lo que sí responde la película además de no ocultar su orientación sexual son sus influencias cinematográficas y musicales porque utiliza la estructura narrativa de “Red Social” (2010) la obra de David Fincher sobre el creador de Facebook, a través del proceso de mediación judicial entre quienes integraban la agrupación y el productor Gil, la excusa perfecta para que cada uno de los protagonistas cuente desde su punto de vista la historia que los unió y desunió; pero también vuelve a aparecer una vez más el impacto de la cinta “Los Buenos Muchachos” de Martin Scorsese, a estas alturas quizás la película más influyente del cine en el siglo XXI, que describe el origen, auge y caída de un momento con una cámara movediza y una voz en off, principalmente la de Xavi Font, fundador del grupo y del concepto, quien como un rostro desafiante que recuerda al de Jorge González de la banda chilena Los Prisioneros, es el principal narrador y centro de la historia.
La película se mueve con versatilidad entre el drama, la comedia y el musical- no es coincidencia que Freddy Mercury sea el personaje referencial de la historia y también de los biopics musicales tras el éxito de “Bohemian Rhapsody” (2018)-, y se atreve a intervenir la pantalla con pequeñas ilustraciones que nos recuerdan nombres, títulos de canciones, se deslizan hits musicales de la época y por allí pasa hasta un dragón quizás influido por el universo de la serie “Game of thrones”.
“Disco, Ibiza, Locomía” se despliega sin trancas, haciendo honor al concepto de orgullo gay durante sus casi dos horas de duración y quizás su excesiva intención de transmitir esa energía le resta profundidad en sus personajes, sea la fiel Lurdes, el introvertido Manolo o el latinlover Carlos.
Sin embargo, esto no le resta ningún mérito a la película, porque lo que se cuenta es algo que ocurrió. Y si no fue tan así, no importa, así es el cine y lo que se ve no se pregunta.