“Nuestra sociedad necesita muchas voces que digan ‘nunca más’ a la violencia”
- Feligreses participaron de la eucaristía y posterior procesión por los alrededores de la parroquia en el tradicional barrio 18 de Septiembre, donde recordaron el atentado y oraron por la paz.
Este domingo la Parroquia de Nuestra Señora de Fátima de Punta Arenas recordó los cuarenta años del atentado terrorista que destruyó su templo, ubicado en el corazón del barrio 18 de Septiembre. La misa, presidida por el obispo Oscar Blanco Martínez, reunió a fieles, vecinos y miembros de la comunidad que vivieron de cerca el trágico suceso que cobró la vida del teniente Patricio Contreras. El oficio religioso, cargado de emoción y reflexión, fue un espacio para recordar a las víctimas del atentado y renovar el compromiso de la comunidad cristiana con la paz y el perdón.
En la ceremonia, surgieron los testimonios de aquellos que vivieron el horror de aquella madrugada del 6 de octubre de 1984. El obispo Blanco destacó en su homilía que “lo ocurrido aquí hace 40 años es una expresión del pecado que significa rechazar el plan de Dios y ponerse como enemigo ante otros, incluso llegando a la violencia para destruir a personas y sus símbolos más sagrados, como este templo”.
Entre los testimonios más conmovedores, Bernardita Pinto Galindo, vecina del barrio y testigo directa del “bombazo”, recordó con profunda nostalgia el atentado. “Hace 40 años, estuve en la eucaristía y te digo que se recuerda con nostalgia, por la vida de una persona que se perdió. Una vida tan joven duele mucho”, expresó.
Bernardita vivía a pocos metros de la parroquia y fue testigo de la explosión que devastó no sólo el templo, sino también la tranquilidad del barrio. “Vivo acá, a menos de 50 metros por el lado de Tucapel. A raíz del estallido nos despertamos y de ahí nos levantamos, llegó Carabineros porque en la casa de mis padres habían restos humanos, al igual que en la cuadra entera. Ahí nos informaron porque nosotros no sabíamos qué era. Duele recordarlo, duele por el sentido de que cómo puede terminar una persona. Daba mucha pena ver a los detectives con una bolsa y con una pinza recogiendo los restos. Eso me quedó muy grabado. Y yo decía, ojalá que Dios lo tenga gozando de su reino. Eso es lo único que pedimos y todos los años para esta fecha, nosotros siempre lo recordamos en la misa”.
La explosión que sacudió al barrio 18 de Septiembre fue causada por una bomba colocada en la parroquia por un grupo de militares, entre ellos el teniente Patricio Contreras Martínez, quien falleció al explotar el artefacto antes de tiempo. Aunque los daños materiales fueron significativos, la pérdida más lamentable fue la de la vida humana, un hecho que todavía conmueve a quienes vivieron ese fatídico día.
El sacerdote diocesano Marcos Buvinic Martinic, quien también estuvo presente aquel día, recordó con tristeza el momento en que llegó al lugar. “Me tocó ser la primera persona que estuvo acá cuando fue el atentado, recoger los restos del teniente y recordar todo eso es terrible, o sea, es terrible hasta dónde puede llegar la violencia para atentar contra un templo. Pero la impresión de eso también es poca con lo que significa el destruir la vida humana. Aquí donde estamos estaban los restos de una de las cuatro personas que estaba poniendo una bomba. Hacer memoria de todo esto es precisamente para dar gracias a Dios porque hemos podido hacer caminos para que en la conciencia general de nuestro pueblo se reconozca que estos son atentados inaceptables. Y también para pedir que nunca más”.
La conmemoración no sólo fue un acto de recuerdo, sino también de reflexión sobre las consecuencias de la violencia en una sociedad que, en aquellos años, se encontraba profundamente dividida. Para la comunidad eclesial, el atentado a la Parroquia de Fátima no sólo fue un ataque contra un templo, sino un ataque contra los valores de fraternidad y paz que la Iglesia busca promover.
Procesión
El actual parróco, Bernardo Astudillo, dijo que este “aniversario ha sido un momento para reflexionar sobre el pasado y renovar nuestro compromiso con la paz. Hemos hecho una procesión alrededor de la manzana donde se sintió la onda expansiva, para recordar no sólo el daño físico, sino también el daño espiritual que causó este acto”, señaló.
En su homilía, el obispo Oscar Blanco llamó a la comunidad a no olvidar lo sucedido y a seguir trabajando por la paz en un país que aún enfrenta desafíos de violencia. “Hoy, a 40 años de este atentado, seguimos ofreciendo nuestras manos abiertas como un signo de perdón y compromiso para construir una convivencia social basada en la fraternidad”, expresó. También hizo referencia a la violencia actual, señalando que “no se trata de violencia ideológica como la de entonces, sino de la violencia delictual, del narcotráfico y de la corrupción, que también intentan controlar la vida de las personas. Nuestra sociedad necesita muchas voces que digan ‘nunca más’ a la violencia”.