Necrológicas

– Eliana Ximena Oyarzún Nancuante

Furiosos aulladores

Por Alfredo Soto Martes 22 de Octubre del 2024

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Octubre profundo, ya vamos en tierra derecha a lo que nos convocará pronto a un verano austral, largo en luminosidad e intensos vientos como es de costumbre. El tan temido “mal tiempo” para muchas cosas, lo produce generalmente la llegada de una perturbación bajo forma de un brusco descenso de la presión atmosférica. A menudo aparece con tal rapidez que es casi imposible establecer con tiempos suficiente una previsión con el barómetro y poder realizar algún pronóstico real y certero, esto ocurre en la Patagonia, Tierra del Fuego y Antártica, en este último se magnifican aún más estos criterios. Todas estas imprecisiones que vuelve locos a los meteorólogos, traen como consecuencia muchas tomas de decisiones que en el entredicho sobresalta a los mecanismos de seguridad, primero pensar en las vidas humanas que se exponen en sus cotidianas labores ante la presencia brusca de estos embates meteorológicos. La pesca, la navegación tanto marítima como aérea, las actividades de campo, la ganadería y el turismo, todos de alguna medida se entremezclan decisiones propias para llegar bien a destino de los objetivos planteados. A modo de anécdota y ya que estamos insertos en un mundo de cambios en relación al clima, no es difícil darse cuenta de que todo se altera en cuanto a las precipitaciones, estas pueden aumentar como así también escasear, los vientos se intensifican, convirtiéndose casi con matices huracanados, aunque no tenga nada que ver las condiciones ambientales que la gatilla. 

A modo de anécdota, recuerdo cierta vez, prestando un servicio especial de un viaje de turismo, haciendo las veces de conductor del móvil turístico y al mismo tiempo como guía local de nuestro territorio. Nos aproximamos con dificultad por la fuerza del viento, justamente en la gran línea recta del camino en la vega del Toro, a la cuadra del río Las Chinas, llegamos a un sector que se conocía como El arenal, y que siempre fue un corredor de vientos muy potentes que, siempre superaban los 100 kilómetros por hora, pero el problema no era tanto la velocidad del viento, sino, en que esta misma fuerza levantaba un arenal proveniente del cerro el Toro, que no era más que los residuos de un pasado marino de toda esa estructura geológica y que en grandes cantidades se filtraba por todos lados e incluso las advertencias eran detenerse y esperar que estos ventarrones con características de “tormenta de arena” amainara y así poder continuar con seguridad en el servicio turístico. 

Justamente en esa oportunidad y un mes de octubre como el de hoy, me detengo en una recta, viendo a la distancia de unos 200 metros, cómo pasaba el vendaval de arena a veces incluso arremolinado. La detención permitía explicar lo dificultoso que incluso fue en los tiempos de oro de la ganadería, cuando el traslado de cabezas de ganado ovino era mayoritariamente gigantesco en cuanto al desplazamiento, y a veces en esa localidad o punto en el que nos encontrábamos, demoraba a las cuadrillas de ovejeros que debían permanecer quietos y esperando largas horas y a veces días para poder continuar. De pronto pasa una van, vehículo con varios pasajeros, de color rojo y se adentra en la tormenta y rápidamente se pierde a nuestra vista. Esto inquieta a mis pasajeros, para insistirme que siga a la van roja, que, al parecer, si ellos pasan nosotros también podríamos pasar. La impaciencia de mis pasajeros, tuve que manejar adecuadamente para que entendieran, que lo que hacía el otro vehículo era algo muy aventurado. A la treintena de minutos, vemos gente que venía saliendo de la tormenta caminando con gran dificultad y alguno perdiendo el equilibrio, cayendo al suelo. Salimos con mis pasajeros rápidamente a cooperar en su reencuentro, y nos vamos enterando que la van, había quedado atascada en la arena y que era de temer continuar en el interior de la misma por lo que decidieron salir de ella y venir al camino donde estábamos nosotros esperando pacientemente. Luego de que pasara la tormenta, continuamos nuestro viaje y fuimos testigo de cómo la van de color rojo, había quedado “arenada” perdiendo su color rojo en todo el flanco izquierdo por donde le pegó uno de los “furiosos aulladores”.

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