Día de los muertos: mucho más que un dulce o travesura

El día de los muertos es una celebración necesaria para honrar a nuestros difuntos, pues el significado simbólico de los ritos en la historia del ser humano seguirá teniendo gran importancia en la identidad que vamos adoptando. Más allá que los ritos cambien en el tiempo, para crear nuevos y desaparecer otros, antropológicamente se ha observado la conexión de la especie humana con lo desconocido y, sin lugar a dudas, la muerte debería ocupar la prioridad en este sentido. Las razones son múltiples, pero el fin de la vida tarde o temprano es un tema que preocupará a las personas debido a su inminencia, desconocimiento del más allá, asociación con el dolor tanto físico como psicológico, incertidumbre del cuando y como llegará, etc. 

Por esto, no es de extrañar que las religiones, entendidas como entidades sociales que intentan explicar el sentido de la vida desde la existencia de un ser superior, adopten el tema de la muerte desde una perspectiva que, casi en su totalidad, prometan un cambio dimensional que permita la continuidad de la existencia. Mientras algunas personas defienden esto desde designios divinos, otras simplemente lo atribuyen a la necesidad del ser humano de creer en algo para manejar su ansiedad. Mientras que algunos analizan a la fe como un valor o un don, otros se niegan a creer en algo que no ha podido demostrarse y ratificarse científicamente.

Si tomamos al día de los muertos como la forma de recordar a nuestros seres queridos que ya han partido de esta vida, es casi inevitable que los rituales religiosos estarán presentes, incluso en aquellos casos en que la fe no resulte muy fervorosa. Por eso, este 1º de noviembre observamos a miles de personas acudir a los cementerios, donde llevar flores y arreglar las tumbas es una señal de respeto y cariño que ejerce su influencia en las y los deudos. Si bien muchas veces se piensa que los ritos se hacen por y para la persona fallecida, el verdadero efecto es hacia quien lo ejerce. Este 1º de noviembre es una forma de barómetro, de instrumento en que las personas evalúan sus duelos particulares ante el vacío que deja la partida de un ser querido. Aunque el tiempo es una variable que influye, no necesariamente los procesos de resignación y posterior aceptación resultan tan algoritmicos como decir que pasado el tiempo todo se supera. Este proceso de dolor psicológico denominado aflicción, es tan personal como complejo de comprender. Creo que esto representa el gran valor de esta fecha, la socialización de algo tan íntimo pero a la vez necesario de compartir con los demás para ir logrando una emocionalidad positiva a pesar del dolor. Y por esto mismo es que me hace algo de ruido la cada vez más masiva “celebración” de Hallowen, donde se caricaturiza y comercializa de manera banal algo tan siginificativo como la muerte. Probablemente muchas de las personas que lean esto tenderán a catalogar de “grave” este comentario, pero mi intención no es convencer a nadie, sólo dar una opinión acerca de una celebración que hace pocas décadas se asomaba tímidamente y fue adoptada como un muy buen negocio para algunos rubros comerciales. Personalmente, me gusta mucho más la cultura mexicana al abordar su día de muertos, ya que muestra un fondo de preocupación familiar por las personas que ya no están, “alimentando” sus espíritus con el recuerdo para que no desaparezcan realmente, lejos del “dulce o truco” que implica un condicionamiento para obtener algo a cambio. 

La cultura es algo dinámico y las tradiciones pueden cambiar en sus formas, pero lo importante es que no pierdan el sentido, ese que vaya en beneficio de las personas y sus procesos internos, aprendiendo a conocer lo verdaderamente importante.