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La odisea de la adopción: el relato de una familia atrapada por años en la burocracia

Lunes 4 de Noviembre del 2024

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El sistema en Chile presenta enormes desafíos para las familias que buscan adoptar. Aunque en teoría debería facilitar la unión de familias con niños en situación de vulnerabilidad, en la práctica se vuelve un proceso intrincado y agotador, donde el criterio de los profesionales parece jugar un papel decisivo en el futuro de estas familias. Para quienes desean adoptar, lo que empieza como una ilusión termina convirtiéndose en una desgastante travesía de trámites, evaluaciones y plazos inciertos.

Un padre que ha estado en este proceso, plantea que comenzaron el camino como familias de acogida. “Inicialmente nuestro interés no era adoptar, era solamente prestarle una ayuda para que niños puedan restablecer sus derechos a vivir en familia en tiempos cortos. Pero en nuestro caso ocurrió de que, en el tiempo que nos pidieron que seamos familias de acogida en nuestra casa se involucraron dos bebés, uno que tenía un año siete meses y el otro de 38 días y eso se aplazó tanto que llegaron a tener una relación de hermanos por más de un año entre ambos. Entonces ahí nació el deseo de iniciar el proceso de adopción, para que ellos no se separaran”.

En 2022, junto a su esposa dieron inicio al largo proceso para ser calificados como familia idónea para adoptar. En su experiencia, pasó por una serie de evaluaciones que culminaron con una declaración de “no idoneidad” sin justificación clara. Ellos ya habían sido evaluados para ser familias de acogida, por lo que esta decisión los tomó por sorpresa y reconoce que habían muchos prejuicios en su contra por ser familias de acogida.

Además de la frustración por la falta de claridad en los criterios, las familias adoptantes deben enfrentar una exposición de su vida privada que llega a ser intrusiva. “Uno sabe que tiene que abrir su vida, pero llega a tal punto que uno pierde su dignidad”, subraya uno de los padres. En su caso, tuvieron que responder a evaluaciones profundas y repetitivas, en las que se indagó en detalles íntimos de su vida y se les exigió una transparencia que llegó a sentirse invasiva. Aunque entienden que el sistema requiere una evaluación rigurosa, cuestionan sí la manera en que se lleva a cabo es ético y necesario.

Ellos apelaron, siendo evaluados esta vez por profesionales del nivel central, donde salieron evaluados como “idóneos”, tras subsanar todo lo que les solicitaron. Todo el proceso en total duró dos años. 

Familias de acogida
con papá y mamá

Otro tema sensible en el proceso de adopción es el rol de las familias de acogida, quienes cuidan a los niños mientras esperan un hogar definitivo. Según la familia entrevistada, el sistema trata de forma distante a las familias de acogida, exigiéndoles cuidado y compromiso, pero sin otorgarles un reconocimiento o apoyo adecuado. La familia cuenta que, en su caso, los profesionales los cuestionaron por haber permitido que el niño, al que cuidan desde pequeño, les llamaran “papá” y “mamá”. “Nos decían que cómo nosotros le enseñamos eso. Pero él decidió llamarnos así, porque es su necesidad”, señala, evidenciando el desconocimiento y desconsideración que existe sobre los lazos afectivos que desarrollan los niños en su entorno.

Los testimonios revelan un sistema que, en vez de facilitar la adaptación emocional del niño, impone una distancia que afecta tanto a los menores como a las familias que los cuidan. “Al final, para ellos (los funcionarios), los niños son casos. Nada más que eso”, agregan, lamentando que los profesionales no muestren empatía ni comprensión por el apego que surge de forma natural entre las familias de acogida y los niños. 

En su testimonio, la familia lamenta profundamente la falta de sensibilidad del sistema y denuncia cómo el bebé que cuidaba fue retirado sin el protocolo adecuado de vinculación, como si fuese “un mueble”. Esto, explica, demuestra una falta de respeto hacia el vínculo afectivo construido y la estabilidad emocional del menor, que había generado una relación de hermano con el otro menor que está a su cuidado.

Descoordinación
y carencia de personal

La pareja también acusa los problemas de coordinación entre los distintos organismos responsables del proceso de adopción y protección de menores. En particular, señalan la falta de comunicación entre instituciones, lo que contribuye a la lentitud y complejidad del proceso. Esto impacta de manera directa en los niños que permanecen en hogares de acogida o en instituciones, esperando por años una familia adoptiva. 

En el caso de los niños más pequeños, la espera puede ser relativamente corta, pero los niños de entre dos y ocho años a menudo enfrentan tiempos de espera mucho más largos debido a la carga de trabajo de los profesionales. Esto implica que, en lugar de encontrar una familia rápidamente, muchos niños pasan gran parte de su infancia en instituciones, lo que afecta su desarrollo emocional. Un sistema que al cumplir la mayoría de edad los deja solos.

Hablar de su experiencia

Para la familia entrevistada, hablar de su experiencia ha sido una decisión difícil. En un principio, el miedo y la incertidumbre de perder la posibilidad de adopción los llevó a permanecer en silencio. Sin embargo, tras años de frustración y desilusión, decidió compartir su historia en un intento por cambiar un sistema que consideran injusto y deficiente. “Sabemos que hacer esto público puede traer reacciones, pero creemos que es la única forma de que el sistema cambie”, expresan, sabiendo que han trabajado, mejorado y seguido cada uno de los pasos para concretar este proceso.

Este testimonio ilustra la vulnerabilidad de las familias frente a un sistema que, en vez de apoyarlas, parece desalentarlas. Y aunque cada vez son más las voces que se alzan para evidenciar las fallas del sistema, muchas familias continúan atrapadas en un proceso desgastante y sin garantías.

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