¿Cómo afrontamos en Magallanes el deterioro en las personas mayores?
C
uando se habla de fin de vida muchos lo entienden como el proceso de terminalidad, es decir, las últimas semanas o el mes de existencia; cuando esta expresión en realidad se refiere más bien a los últimos años de una persona mayor, al momento en que se va fragilizando su salud.
Es en esta etapa cuando más se ve la necesidad de una aceptación y de adaptación a las nuevas circunstancias, porque a veces cambian rápidamente así como las necesidades de apoyo van aumentando.
Este proceso de fragilización no es continuo o lineal. Es estrictamente individual. Con evoluciones tan variables como las personas que la padecen. Está influida por su carga de enfermedades y por el ecosistema en el que se encuentra. A veces este declinar es continuo y permanente, por lo cual las medidas de cuidado van proveyéndose en forma progresiva. En otros este declinar es escalonado, por ello hay momentos de mayores requerimientos que otros, lo cual afecta el tipo de cuidados que hay que brindarles y obviamente al cuidador que debe proveerlos. Por eso este declinar es tan distinto en cada mayor y esto exige una forma distinta de actuar, de acompañar, de anticipar los requerimientos que tendrá y demandará, no sólo con los cuidados que deban entregarse, sino cómo se van relacionando los equipos de atención a mayores con su entorno y acompañando a cada mayor. Es una tarea y un desafío personalizado para cada uno.
Uno de los aspectos esenciales que siempre debe primar en su atención es mantener el proceso de toma de decisiones que deban realizarse. Mientras ese mayor sea capaz de tomar sus decisiones deben respetarse y acatarse; pero en otros momentos cuando no sea posible, es importante cumplir sus voluntades anticipadas si estas han sido manifestadas, o bien lo que pudiesen ser sus decisiones. Por ello, es fundamental que el cuidador sea alguien validado. Lo más triste es cuando el entorno no es capaz de tomar decisiones importantes, ya que no se han conversado o planteado en momentos anteriores, son temas importantes que en algún momento de la vida de todo mayor deben hablarse y preguntarse. No son temas tabú o para esconder en nuestras relaciones, son temas a tratar y conversar. Le dan vida a nuestro vivir.
Conversar del tema y sus aristas es respetarlos y valorarlos en sus decisiones. Es una necesidad en todo el ciclo vital ser validados y escuchados, algo muy esencial en nuestros mayores. Es tarea de los profesionales que los atendemos ir dando luces de cuáles son los mejores y más oportunos momentos para hablar de temas que pueden parecernos complejos y difíciles. También se debe apoyar justamente a estos mayores y a los cuidadores en esta etapa tan compleja. Y esto de ir abordando no sólo lo que sucede si no que ir trabajando el futuro próximo es una mayor carga para todos, porque justamente en aras de un buen y personalizado cuidado del mayor hay que conservar su autonomía y capacidad de decisión, pero también preparar a quien en su reemplazo tendrá en algún momento que tomar esas decisiones.
Así planteado, este tiempo es también un proceso de aprendizaje para los profesionales y equipos tratantes y para sus familias, en torno a ese mayor que está viviendo esta etapa. Hay que desarrollar una adecuada coordinación entre los distintos niveles de atención, según la dependencia y sus requerimientos. Pero también es necesario ir formando específicamente a esa familia y al equipo, con habilidades como la escucha atenta, respeto y una ética adecuada en el trabajo con este mayor.
Lamentablemente el gran enemigo es el tiempo. Se debe hacer sin prisas y coordinadamente. Por eso un deterioro progresivo y mantenido es más fácil de planificar y atender. El deterioro que es escalonado requiere rápidos ajustes en el plan.
Lo que se observa a nivel personal por el envejecimiento poblacional hace que estas necesidades en una comunidad vayan presionando a los sistemas sociales y de salud por más recursos y equipos preparados en esta atención y planificación. Situación que en Magallanes con su avanzado envejecimiento ya está haciendo crisis por lo que urge disponer de los recursos sociales, humanos, formativos y de acompañamiento para que esta etapa sea la más adecuada para los mayores con avanzada fragilidad que están en la comunidad y que cada vez son más.
Si se conversa con los equipos que están desplegados en la comunidad sabremos de esta creciente necesidad, pero no se escucha ni se habla de esto. Cada familia de estos mayores viven esta etapa en completa incertidumbre, sin saber si podrán responderle adecuadamente a sus mayores y si tendrán cerca los equipos que deban proveerles los servicios que requerirán.
Hoy sabemos que es la etapa que más apoyo y cuidados requiere. Pero también sabemos que localmente no se está brindando toda la ayuda requerida. Insistimos en que regionalmente debe ser abordado el tema de los mayores en nuestra sociedad. El impacto social y calidad de vida para ellos y sus cuidadores son el sustento ético que lo hace prioritario. Seguir haciendo lo mismo y no trabajar en esto significa una vejez avanzada con deterioros y en soledad para ese mayor y para su familia, que quieren atenderlo de la mejor forma. Urge hacer algo ya.