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“Pedro Páramo”: Cuando la tierra es de los muertos

Domingo 10 de Noviembre del 2024

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Por Guillermo Muñoz Mieres,
periodista

 

México, 2024

Director: Rodrigo Prieto

Protagonistas: Tenoch Huerta, Manuel García-Rulfo, Dolores Heredia

En Netflix

Esta sería la cuarta adaptación al cine de la obra del escritor mexicano Juan Rulfo y considerada una de las novelas más emblemáticas e influyentes de Latinoamérica.

La primera es de 1967 con el escritor, también mexicano. Carlos Fuentes como guionista y el actor John Gavin como Pedro Páramo, algo que no gustó mucho a la crítica y el público que poco le importó que haya estado en la obra maestra del terror “Psicosis” de Alfred Hitchcock, pero que como ironía del destino sería más tarde embajador de Estados Unidos en México; la segunda adaptación es de 1976 y tiene la particularidad que en el guión estuvo el propio Rulfo y en la música, un grande,  como el maestro Ennio Morricone; y la última, una versión discreta del año 1981.

La nueva adaptación le corresponde a Rodrigo Prieto, un mexicano que triunfó en Hollywood porque en su currículum ha sido director de fotografía de realizadores como Martin Scorsese, Pedro Almodóvar y Oliver Stone y quizás, ya consagrado, esta es su vuelta de mano al país que lo vio nacer. Y entre los datos a considerar, en la música está otro latinoamericano triunfador como Gustavo Santaolalla y si de mística se trata, el actor que personifica a Pedro Páramo tiene un parentesco sanguíneo con Juan Rulfo.

La nueva adaptación intenta rescatar el espíritu de la novela desde el prólogo con una voz en off, la de Juan Prudencio que recorre una zona desértica en busca de Pedro Páramo, su padre, a quien no conoce y su travesía es un viaje hacia un pueblo llamado Mocala, donde habitan personajes que a poco andar intuimos son fantasmas del pasado porque hablan algo extraño, aparecen de golpe y siempre en sus frases aparece la palabra muerte, entre ellas, Eduvijes, que habla como si estuviera acá, pero en realidad está un poquito más allá, porque es la encargada de dar la mala nueva a quienes la visitan  de que ya no son parte de este mundo; del cura Rentería, que decide por chisme y asunto personal quién se merece las puertas del cielo; de los serviles y fieles Fulgor y Damiana, que entienden la orden y la ejecutan sin regañar; y sobre ellos, la de su jefe, Pedro Páramo, el terrateniente frío, calculador, de pocas palabras e implacable que deja hijos botados por el mundo y que, en ocasiones, por no decir siempre, se queda pegado observando el camino de salida y entrada a su estancia la Media Luna, porque ve a la muerte entrar o, algo peor, un gran amor partir.

Rodrigo Prieto aborda esta nueva versión con lo mejor que sabe hacer, una fotografía que refleja el tono de la historia y un ingreso al umbral entre la vida y la muerte, sea en el desierto que recibe a Prudencio hasta los pasillos oscuros de los interiores de las casas; una banda sonora que en algunos momentos recuerda las de los espaguetis western y en otras las de una película de terror o suspenso; un montaje preciso que conecta abruptamente  presente y pasado; y un guion que despliega su fauna de personajes tanto muertos como vivos, donde lo que Pedro Páramo menciona luego se explica, como la muerte de su hijo Miguel, el asesinato de un adversario o el retorno de Susana, su gran amor, cuando ya es demasiado tarde para volver atrás.

Por el tono de los diálogos y los personajes se siente la presión de Prieto por rescatar el espíritu de la novela, una misión que suele ser difícil porque, aunque ambas artes-literatura y cine- viven conectadas, representan lenguajes diferentes y lo que una puede tomarse el tiempo en explayarse, en otra no se puede tanto, porque debe convertir en pocos segundos las ideas y emociones en imágenes.

Sin embargo, esta nueva versión de “Pedro Páramo” sale con dignidad del desafío porque detrás está un hijo de México que conoce el tema, quizás algo tuvo que ver esta novela en su sueño de ser cineasta y en ese largo recorrido sabe expresar con imágenes ese mundo donde los vivos se meten en el mundo de los muertos o, mejor dicho, los muertos en el mundo de los que se creen vivos.

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