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Más allá de la rehabilitación: la historia de resiliencia de Francisco Velásquez

Viernes 15 de Noviembre del 2024

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  • Un diagnóstico que cambió su vida, y en medio del dolor, cuidó a su mamá
    que padecía demencia, batalló contra el olvido y un día no lo reconoció.

 

La historia de Francisco Velásquez Manquemilla, de 54 años, uno de los embajadores de las Jornadas por la Rehabilitación, ha estado marcada por el dolor, amor y resiliencia. La enfermedad cambió su vida. Además debió asumir el cuidado de su madre enferma. Desde su diagnóstico de artritis reumatoide y, posteriormente, artrosis, experimentó el impacto de vivir con una enfermedad crónica y degenerativa. Pero esta historia va más allá de la enfermedad; es un relato de amor, sacrificio y una sorprendente capacidad para encontrar belleza y propósito en medio de la adversidad.

Su historia comienza hace años, con un dolor persistente en su rodilla izquierda. Al principio, pensó que era una molestia pasajera, pero cuando el dolor no cesó, decidió ir al hospital. Allí, luego de varios estudios, le diagnosticaron artritis reumatoide, una enfermedad que causa inflamación y dolor en las articulaciones y que no tiene cura. El impacto de recibir este diagnóstico fue devastador. 

El tratamiento fue un desafío en sí mismo. En Magallanes, los especialistas en reumatología no están siempre disponibles, lo que obligó a Francisco a buscar opciones en otros lugares. Durante un tiempo, viajó a Río Gallegos, Argentina, donde encontró a un especialista que le ayudó a manejar los síntomas. También buscó la ayuda de reumatólogos que ocasionalmente visitaban Punta Arenas, e incluso llegó a ver a una doctora particular que fue fundamental en sus primeros años de tratamiento. Sin embargo, las limitaciones geográficas y las dificultades para acceder a especialistas fueron una constante en su vida, lo que añade una capa más de dificultad a su lucha contra la enfermedad.

Con el tiempo, comenzó a experimentar problemas en su cadera, debido a la artrosis, una condición que dañaba severamente su articulación derecha. En lugar de rendirse, buscó alternativas y encontró en el Centro de Rehabilitación de Punta Arenas un espacio de esperanza. Allí, el equipo médico, incluyendo fisiatras y terapeutas, le diseñó un programa de ejercicios enfocado en fortalecer los músculos que rodean sus articulaciones para ayudar a mantener la movilidad y reducir el dolor.

Un hijo cuidador 

Mientras luchaba con sus propias limitaciones físicas, Francisco también asumió la responsabilidad de cuidar a su madre Jesús Manquemilla, quien desarrolló demencia en sus últimos años de vida. “Cuando le comenté de mi molestia, le dije: ‘viejita ¿sabes qué? Me pasa esto y me voy a ver al hospital. Y después de un año o quizá un poquito menos, la verdad es que no recuerdo muy bien, mi carga fue doble, mi mamá se cayó en la calle y con el golpe comenzó con una demencia”.

La enfermedad de su madre fue un golpe inesperado que cambió el curso de su vida. Desde el diagnóstico, el hijo se dedicó completamente a ella, adoptando el rol de cuidador, su familia era sólo ella. Su jornada comenzaba temprano y terminaba tarde, sin descanso ni respiro, pero lo hacía con amor y devoción. La relación entre madre e hijo era profunda y cercana.

Durante más de una década, Francisco fue el cuidador de su madre y ella fue su prioridad. Se encargaba de todas sus necesidades: le preparaba la comida, la ayudaba a vestirse, la bañaba, cambiaba sus pañales y le brindaba una compañía constante. Sin importar su propio dolor o el agotamiento físico, él estaba allí para ella, siempre. 

Hubo días difíciles, días en los que sentía que no podía más, en los que se retiraba a la cocina y dejaba caer lágrimas en silencio, pero siempre encontraba la fuerza para continuar. “No sé cuántas veces tiré la esponja”, recuerda, “pero siempre me volví a parar”.

A medida que la enfermedad de su madre avanzaba, la situación se volvía más compleja. Los episodios de demencia se intensificaron, y llegó un momento en que ella dejó de reconocer a su propio hijo. Para Francisco, fue un golpe desgarrador. “Ella me preguntaba, ‘¿dónde está Francisco?’”, cuenta él, con tristeza en su voz. Era difícil ver cómo su madre, su compañera, se desvanecía poco a poco, olvidándose de él y de los momentos que compartieron, a pesar de esto él continuó a su lado, brindándole el mismo amor y cuidado hasta el último momento.

Cuando su madre falleció en 2022, quedó devastado. No sólo había perdido a su madre, sino también a la única compañía constante en su vida. Poco antes de la partida de su madre, también falleció su perra, un golpe adicional que hizo que el duelo fuera aún más difícil de sobrellevar. Describe esa época como de profunda soledad. La casa, que antes estaba llena de la presencia de su madre y su mascota, ahora estaba vacía. 

La fotografía: un refugio
en la adversidad

En medio de la enfermedad, encontró en la fotografía una forma de expresión y una vía de escape de sus propios problemas de salud. Durante años, exploró la belleza de Magallanes a través de su cámara, capturando paisajes y momentos que reflejan la esencia de la región. Su habilidad para capturar la naturaleza y la vida cotidiana le valió reconocimiento a nivel nacional, lo que le dio un propósito y una motivación que lo ayudaron a sobrellevar los días difíciles.

El centro de esperanza

Para Francisco, el Centro de Rehabilitación es más que un lugar de tratamiento; es una segunda familia. Allí, ha encontrado un ambiente de apoyo y camaradería. El equipo de kinesiólogos, terapeutas y otros profesionales no sólo lo ayudan a mantener su movilidad y reducir el dolor, sino también le brindan un espacio donde se siente valorado y escuchado. “Es un ambiente muy grato”, comenta. “Nos reímos, nos apoyamos. Es como si el kinesiólogo o la terapeuta fueran guías que nos llevan en este camino de recuperación”.

Se siente agradecido por tener acceso a este centro, consciente de que no todos tienen la misma oportunidad. Sabe que, sin el apoyo del Centro de Rehabilitación, su vida sería muy diferente, y probablemente estaría confinado a una cama, sin la independencia que aún mantiene. Por eso, participa activamente en las Jornadas por la Rehabilitación.

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