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– Viola Peralta Burgos

– Juan Cárcamo Vásquez

– Luis Oreste Oyarzún Cárdenas

Algunos recuerdos de la Escuela 7 (4).

Por Marino Muñoz Aguero Domingo 17 de Noviembre del 2024

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El consabido Salón de Actos también hacía las veces de Cine. A poco de llegar a la escuela “nueva”, adosaron a la pared del fondo del salón una rudimentaria estructura de cartón prensado de tono amarillo claro, que desentonaba groseramente con la estética general del establecimiento. Era la caseta desde donde proyectaban películas los miércoles en las tardes. Lo cierto es que la cartelera cinematográfica era de plena actualidad; exhibían las mismas películas que simultáneamente figuraban en la programación de los cines locales.   

Entonces, los balazos iban y venían por el salón de actos y nos sentíamos protagonistas de los “Western” del momento, eran las tan en boga películas de “Cow-Boys” (de “Cogoy” les decíamos nosotros) y así con una regla escuadra en la mano, nos creíamos “El Jovencito de la Película”, al cual -fieles a nuestro espíritu patagónico- aplaudíamos cuando terminaba sus aventuras sin un rasguño, tras eliminar a ejércitos completos de temibles bandidos.

Pero no sólo balas había en las tardes de miércoles; también llegaban los films musicales, entre ellos los del Gran Raphael de España. Hubo dos películas que quedaron en nuestra memoria: una de ellas fue “Las Flechas del Amor” con la cantante hispana Karina, siendo el recordado Albert Hammond el autor de las canciones. La otra, inolvidable hasta la fecha: “Amor en el aire” con la española Rocío Durcal y el argentino Palito Ortega. La Durcal que nos encandiló en ese tiempo, fue en la década de 1980 “La gata bajo la lluvia”, tema con el que pasó definitivamente a la posteridad.

En materia de alimentación la consigna era “no te fijes en gastos”. Tanto a media mañana, como a media tarde, desde la cocina del primer piso llegaban suculentas meriendas consistentes en un tazón de chocolate con dos hallullas, una con queso y la otra con mortadela jamonada (debidamente pavimentadas con mantequilla). Frente a la escuela había también un negocio donde vendían unos sándwiches de huevo y otras golosinas. Este negocio quedaba al lado de la Reparadora de Calzado “Las Tres BBB”, que a la vez colindaba con el antiguo local del Partido Comunista.

En los recreos y al igual que en el Hotel “Kosmos”, podíamos disfrutar de las hallullitas recién horneadas por la esposa de Don Carlos Parker, en sus variedades de relleno con manjar o mantequilla.

Al ingreso por el portón de calle Boliviana siempre estaban los “Turroneros” con sus maletas repletas de las “especialidades de la casa”, como el turrón o los “cachitos” y las golosinas de moda: pastillas “Cri-Cri”, los “Loly” de Ambrosoli, o los chicles “Dos en Uno” (“Es el último Roscoe…repártanselo”).

El recreo era también la ocasión para que los cursos (los alumnos) vendieran diversos productos para juntar fondos. De ellos, los que más recuerdo eran una especie de cocadas redondas hechas con una mezcla de galleta molida y manjar, en las cuales se notaban claramente las huellas digitales de quien las había preparado. El producto era bastante popular y generalmente lo vendían en esas cajitas largas donde venían los huevos de codorniz y dentro de las cuales las cocadas convivían sin mayor inconveniente con el dinero recaudado. Nunca supimos de alguna intoxicación masiva, como tampoco de alguna demanda de Impuestos Internos por las eventuales evasiones tributarias.

Las campañas de recolección de fondos, en algunas ocasiones se efectuaban para apoyar a la misma escuela y en otras para eventos especiales. De estos eventos recuerdo puntualmente cuando en cuarto básico fuimos a pasar un día al Club Naval de Campo de Río de los Ciervos; almuerzo y once incluidos. Cuando estábamos en sexto básico nos llevaron a Porvenir, la directiva del curso arrendó una micro de recorrido y partimos a las nueve de la mañana en la Barcaza “Melinka”. Era toda una novedad para nosotros cruzar por primera vez el Estrecho de Magallanes con la alegre compañía de las toninas. Luego de una vuelta por la ciudad, almorzamos en la recién inaugurada Hostería “Los Flamencos” y a las dos de la tarde ya estábamos en la barcaza prontos a emprender el regreso. Fue un viaje corto, algo simple, era lo que nuestros padres y nuestra querida escuela podían regalarnos, pero conocimos una linda ciudad que nos cautiva hasta el día de hoy. Fue un viaje simple…pero íbamos felices.     

Continuará…

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