Una por otra
Para intervenir en política sin lugar a dudas, se necesita tener ánimo de poder, así como también hay que saber identificar bien cuales son los bueyes y cuales son las carretas. Cada cual en su rol sirven para determinadas funciones y no hay donde perderse, para que las carretas se muevan se necesitan bueyes, sino la cosa no anda, literalmente.
Ya viene siendo hora de que se pase del discurso a la acción y de una vez por todas se debe dejar atrás el uso de la etiqueta o categoría de izquierda y derecha. Es mucho mejor definirlo en base a quienes creen o suscriben, en mayor o menor grado, la democracia y el progreso asociado con una economía de libre mercado.
Pese a los múltiples sobresaltos que ha experimentado el país, el sistema y las instituciones han funcionado y cual más cual menos, se han sobrellevado los entuertos y errores gubernamentales y políticos. Otra cosa y en esto hay consenso, es que los líderes a cargo muchas veces, han guateado de lo lindo. A muchos de estos el Dr. Chapatin les aconsejaría un Ubicatex, baños de realidad regional y friegas rudas de calle.
En casos emblemáticos, se constata que la gente o la ciudadanía, muchas veces ha votado castigando al poco empático, al fantoche o al arrogante y una forma práctica de hacerlo ha sido votando por la persona del otro lado, aunque a veces cueste, pero cuesta mucho más, votar por alguien que cae mal de puro escuchar su discurso. En esto el voto obligatorio sin duda ha sido un bálsamo, al extender la convocatoria en el espectro ciudadano, lo cual ha permitido tender a la moderación, en cambio el voto voluntario lleva más fácil a la polarización.
La moderación se ha hecho patente en el voto de la ciudadanía en las últimas elecciones que ha tenido el país, pero estos procesos que suceden esporádicamente, no consiguen reemplazar ni asumir el control de la acción que desarrollan las cúpulas o élite política. Las cuales están sometidas por angas o por mangas a los tironeos de sus extremos. Por lo tanto, con esta serie de señales de las últimas tres o cuatro elecciones que ha entregado la ciudadanía, es deber de las estructuras superiores de los movimientos políticos y partidos, el poder hacer carne este llamado a la moderación. Asumir estos cambios y ejercer la influencia que corresponde a la mayoría, que ha dado las señales hacia el centro y valorando discursos políticos de mayor cordura y moderación, debiera ser un mandato obligatorio de cumplir.
Hoy se vive, no sólo en Chile, una crisis de autoridad y sin duda, falta energía política para conducir el país. Además estamos experimentando un cambio epocal y cultural, impactado a su vez por la irrupción omnipresente de la tecnología. Hoy cada persona con su smartphone es un medio de comunicación en sí mismo. Por ende la interlocución con los ciudadanos por parte de los políticos ya no es la misma de antes, los códigos y soportes son distintos y muy pocos los manejan mejor que otros.
Algunos dijeron que Chile iba a ser la tumba del neoliberalismo, al parecer se equivocaron por completo. El tema no es tanto cuanto influye el individualismo o lo colectivo, el tema más importante, es como la élite dominante es capaz de interpretar lo que la ciudadanía y el país quieren. Ni tanto individualismo ni tanto colectivismo, pero sí eficiencia y certeza en las decisiones que se tomen para proyectar una sociedad y su ciudadanía en pos del desarrollo de la nación.