Algunos recuerdos de la Escuela 7 (5).
Aparte del Salón de Actos la Escuela tenía un “Patio Cubierto”, que correspondía, en la práctica, al primer nivel del pabellón de tres pisos. Esta dependencia daba al patio exterior y también por ella se accedía a la cocina. Ahí nos formaban todas las mañanas, cada curso en filas de a dos y “posición, firme, a discreción” y los profesores pasaban entre las filas con los brazos extendidos para mantener la correcta formación y, por supuesto, nadie “se reía en la fila”. Los días lunes se cantaba la canción nacional y a continuación a las salas; esos días también asumían funciones los “semaneros”, grupos de tres o cuatro alumnos encargados de mantener el aseo y el orden de su sala. La primera hora de clases de los lunes, estaba destinada al “Consejo de Curso”, instancia en la cual los alumnos podíamos manifestar iniciativas, ideas u observaciones relativas al quehacer de la Escuela. Es general, lo antedicho, corresponde a espacios de formación cívica, también existía la Brigada del Tránsito, que apoyaba el desplazamiento seguro de los alumnos más pequeños en las bocacalles cercanas a la Escuela.
El Patio Cubierto se ocupaba en los recreos, especialmente en los meses de invierno o los días fríos o con lluvia, era un sitio propicio para, junto con los juegos propios de la edad, cultivar la conversación y la amistad.
La rutina escolar era, en ocasiones, condimentada por diversos sucesos o personajes. Recuerdo las campañas de vacunación a cargo del personal de salud; “La Zona” como se le decía antes al Servicio de Salud. También llegaban los promotores de los álbumes de láminas o “figuritas” quienes, haciendo gala de un desarrollado olfato comercial regalaban los álbumes y un par de sobres a cada alumno, con la seguridad de captar fieles clientes. Entre los álbumes de la época recordamos: “Batman”, “El Universo Maravilloso”, “Naturamita”, “Album Enciclopédico”, “Vidas Ilustres”. En esta materia un día apareció una figura de leyenda; el recordado hombre de radio y televisión Alberto Salomón Cañas Leiva, el mismísimo “Cañitas”, nacido en Ovalle y que ancló definitivamente en Ecuador, convirtiéndose en una estrella de la pantalla en el rubro de los programas infantiles. En Chile, “Cañitas” saltó a la fama como creador del “Club Disneylandia”, una suerte de cofradía en la cual se ascendía de grado llenando unas papeletas con estampillas que venían en las revistas Disney. Cada grado lo hacía a uno ,acreedor de un carnet, una insignia metálica y un diploma. “Cañitas” llegó a la Escuela 7 promocionando el álbum “Disneylandia”.
Hubo un tiempo que venían a Punta Arenas hipnotizadores de nacionalidad brasileña y de fama mundial, recordamos puntualmente a Markus y a Taurus. Estos personajes se presentaban en el Cine Gran Palace a tablero vuelto y muchas y muchos se arriesgaban a subir al escenario para ser hipnotizados. Pero, lo más novedoso era cuando hipnotizaban por las ondas radiales de alguna emisora local (y la cosa resultaba) aún tenemos en la memoria frases como “un-dos-tres des-pier-te-sé”…”cuando lo haga usted no recordará nada…absolutamente, nada”. El problema surgía cuando algún hipnotizado o hipnotizada vía ondas radiales no despertaba, entonces el móvil de la emisora partía a los domicilios con los hipnotizadores a bordo, con el fin de despertar a los dormidos (as).
Un día cualquiera vivimos la hipnosis en directo en la Escuela 7, cuando una profesora (de quien nos reservamos el nombre) decidió someterse a la experiencia en la sala de clases en presencia de sus alumnos. Sobre su mesa de trabajo puso un receptor de radio y se sentó en su silla de profesora, atenta a las instrucciones del hipnotizador. Sus alumnos fueron testigos de como, poco a poco, ella iba experimentando los efectos de esta técnica. Hasta ahí todo bien y sin mayor estridencia, pues el proceso se llevaba a cabo en horario de clases y con la puerta de la sala cerrada. Pero, estaba dentro de las posibilidades que pasara lo que pasó y nosotros nos enteramos casi de inmediato, cuando un compañero de la sala del lado golpeó nerviosamente la puerta, gritando muy asustado que “La Maestra” estaba hipnotizada y no había caso que despertara con las instrucciones que daban por radio. A partir de ello, la noticia corrió como reguero de pólvora y todos íbamos a mirar como la Profesora dormía plácidamente, hasta que alguien atinó a llamar a la radio y llegaron con el hipnotizador para despertarla.
Continuará…