Angel Araya Martínez: toda una vida dedicada al arbitraje. “Nunca acepté ningún soborno”
Un árbitro de fútbol que hizo historia por su personalidad y especialmente por sus condiciones en esta disciplina, fue Angel Araya Martínez, quien en la década de los ‘80 y ‘90 impuso su estilo en las canchas magallánicas y de la Patagonia argentina. Su deceso este domingo caló hondo en el deporte magallánico y en Enap.
Si bien comenzó jugando fútbol, rápidamente se dio cuenta que no era su fuerte por lo que derivó al arbitraje. “Jugué en equipos como San Felipe o Independencia, en el barrio 18, pero ahí nomás. Realmente no servía para eso. Jugaba de puntero derecho y era “lauchero” así que cambié”, confesó en una entrevista concedida a este medio, en 2016. Nacido en Puqueldón, Chiloé, donde me enamoré de una magallánica, su esposa, “y ella me trajo”.
“Lo del arbitraje nació porque quise seguir haciendo deporte y quien me asesoró en un comienzo fue Orlando Haro y después Lorenzo Giner (dos ex árbitros que aún viven). La labor de árbitro es muy ingrata, casi nadie está conforme con ellos pero uno se acostumbra. Luego se va tomando la pasión por el arbitraje, transformándose como un vicio ir todos los sábados o domingos al estadio”.
Angel tenía un estilo particular para dirigir los partidos que no pasaba inadvertido, por el contrario, muchas veces fue el “actor” principal lo que le trajo más de algún inconveniente en su cometido, llegando a ser “bautizado” como el “Loco” Araya.
“Tenía mi forma de arbitrar, mucha gente iba especialmente al estadio a verme dirigir por la forma que tenía de hacerlo, mis gestos, mi mística. Siempre me gustó ser un árbitro elegante”.
A pesar de que era una actividad totalmente amateur Angel lo practicó con seriedad, “me preparaba como corresponde, tenía como preparador físico a Alejandro Olate (actual seremi de Deporte) y cada árbitro entrenaba por su cuenta. Tuve la suerte de dirigir con Lorenzo Giner, cuantas veces le colaboré a él, estaban también Orlando Haro, el señor Ovando, Flores o José Ahumada, ya fallecido y que era también un buen elemento”.
Además tuvo la posibilidad de dirigir en Argentina, “me hice conocido en el Torneo de Campeones, que enfrentaba al campeón y vice campeón de Punta Arenas con sus pares de Río Gallegos. Se hacía todos los años y viajábamos junto a la delegación de jugadores”.
“Ahí me observó el presidente de los árbitros, de apellido Marinero, y cuando habían partidos importantes decía “vamos a llamar al chilenito”. Una vez estuve dirigiendo como un mes allá, fui hasta Comodoro Rivadavia, San Julián, Piedra Buena, Puerto Santa Cruz, Río Turbio. Me sentía orgulloso de hacerlo porque representaba a los árbitros regionales y allá le dan más realce al fútbol amateur”.
“Para ser buen árbitro tienes que conocer todo el reglamento, las doce reglas de juego, todavía me acuerdo de las medidas de los arcos. En esos tiempos, después del fin de semana, se analizaban los partidos y hacíamos una sana crítica entre los colegas para mejorar los errores”.
“Cuando arbitraba en primer lugar llegaba siempre bien preparado y con una buena presentación. Usaba equipamiento que traía desde Argentina y después compraba en el Colegio de Arbitros de Santiago, donde tenía contacto con los árbitros del norte. Me gustaba estar muy cerca de la jugada, nunca pudieron apuntarme con el dedo y creo que lo hice bien”.
Reconoce que sufrió muchas veces por las críticas, “incluso ustedes en La Prensa Austral todos los lunes me publicaban algo en contra, pero me gustaba porque si hubiese sido un árbitro frío prácticamente la prensa no se habría preocupado por mí, por algo me publicaban, pero había también harta gente que me iba a ver”.
“Muchas veces ‘manejaba’ el partido a mi manera. Con los años de experiencia lo puedes hacer. Yo tenía un poco de eso, de resaltar más que los jugadores y de lo cual tengo muchas anécdotas. Conocí muy buenos jugadores y que eran muy correctos y se comunicaban muy bien conmigo”.
– ¿Qué se sentía cuando desde la tribuna te gritaban “saquero”?
– “No sólo saquero sino que te gritaban de todo. Es como que te transmiten más energía. Nunca fui agredido por mi arbitraje pero sí me ofrecieron recompensas económicas por arbitrar. Eso está en archivos de prensa. Nunca acepté ningún soborno”.
– ¿Cómo veía el fútbol que se practicaba en su época?
– “Era mejor que el de ahora y el público también. Me retiré en 2001, lo dejé cuando tenía 48 años, cuando ya estaba un poco lejos de la jugada. El público era otro, me acuerdo de finales con el estadio Fiscal lleno de gente. Uno también salía más motivado para hacer su trabajo”.
– ¿Algún jugador complicado para arbitrarle?
– “Freddy Caibul (padre). Si le cobrabas a favor o en contra siempre reclamaba. Yo le daba una oportunidad al jugador antes de la tarjeta, le recomendaba incluso que pidiera el cambio, le decía “si tú eres un jugador mal intencionado conmigo hoy no juegas, pero si eres bueno, juegas’”.
“Recuerdo una vez que me tocó un partido Sokol-Prat con el “profe” (Patricio) Yutronic en el arco del Sokol, y yo andaba con una de esas lapiceras caras, y dije ‘pucha por un partido pagan una miseria la puedo perder’, y en un ataque del Sokol se me cayó y la vi en la mitad de la cancha, esperé que terminara la jugada, paré el juego, me fui corriendo con Yutronic gritando “¡señor Araya, no le dije nada!’, recojo mi lápiz y reinicio el partido”.
“En otra oportunidad el ‘Gringo’ Bahamóndez me dijo, ‘Angelito dame permiso para correrle una patada a tal por cual’, y yo le dije ‘dale nomás, estás autorizado’”.
– ¿Le molestaba que le llamaran “Loco”?
– “No me molestaba. Había un arquero de Palestino que le decían el ‘Loco’ Araya, y de ahí surgió el apodo. Lo que pasaba a veces es que expulsaba a jugadores sin tarjeta, y la gente decía ‘mira el Loco Araya lo expulsó y sin tarjeta’. Llamaba al jugador y le decía, ‘no hay tarjeta para ti, no alcanzan los colores’ u ‘oye hay uno demás acá, usted váyase’”.
– ¿Tiene que ser autoritario el árbitro?
– “Tiene que tener personalidad, cuando el árbitro ingresa a la cancha rápidamente se sabe si es bueno o malo”.
Su otra gran pasión, y la profesión a la que le dedicó gran parte de su vida, es la fotografía, desempeñándose por 40 años como fotógrafo en la Empresa Nacional del Petróleo y se estableció con un estudio (Anar) en su casa, en calle Lircay 0460, en el barrio 18, donde fotografío a gran parte de los futbolistas magallánicos, niños, jóvenes y adultos, donde se tomaban las fotos para la confección de su ficha deportiva.
“Estudié fotografía en Santiago, trabajé cinco años en La Prensa Austral, y estoy desde el ‘85 en Enap y tengo mi estudio con mucho orgullo en el barrio ‘18’”.
Sus restos están siendo velados en el templo Fátima y sus funerales se efectuarán esta tarde, a las 15,30 horas, con un responso, para luego dirigirse al Cementerio Municipal.