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Cucharita de toda olla

Por Diego Benavente Viernes 6 de Diciembre del 2024

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En estos tiempos modernos con las omnipresentes redes sociales imponiéndose a punta de clicks y likes, uno puede apreciar como impera el prurito de salir a opinar frente a todo y de chincol a jote. Esto dicho en otras palabras, es como el incontinente deseo persistente y excesivo de decir algo a través de las redes sociales, lo que se hace principalmente por Twitter o X, lo cual es realmente impresionante. Cucharita de toda olla, se decía años atrás de manera coloquial, de quien salía siempre a opinar de todo y con un afán de figurar para llamar la atención de los demás. 

Cómo se echa de menos el silencio abrumador de antes, hoy en día abundan quienes quieren tener una selfie en todo momento y lugar, por supuesto también de algunos de salir opinando de los temas latentes aunque se tenga o no se tenga vinculación con este. Basta que uno diga A para que otro inmediatamente salga diciendo B, la cosa es figurar y ojalá confrontar, que no se vaya a decir que uno no está presente. En lo personal paso, no me gusta, prefiero los tiempos antiguos donde las redes sociales eran el copucheo inocente o el pelambre inofensivo, sin duda más suave que ahora donde abunda un exceso de opiniones, expresadas a borbotones sin ninguna medida de cautela, reflexión o inhibición, frente a temas que, la gran mayoría de las veces podrían no requerir la opinión de todos los que quieren hablar públicamente.

Emulando el dicho de, por la boca muere el pez, bien se podría decir ahora que, por las redes sociales mueren o se muestran las personas o salen pilladas al menos o bien muchas veces se pisan la Huasca.

Entre los códigos comunicacionales actuales de intercambio político de ideas, asombra el uso del lenguaje del blanco y negro, con este se evita hacer el trabajo de planificar y reflexionar sobre lo que se quiere proponer al país y sobre lo que se está dispuesto a poder construir en común de manera consensuada. Al usar este tipo de lenguaje, se extreman los argumentos, se inventan, marcan o cargan palabras, como por ejemplo octubristas y fachos y, en esas categorías se apunta y etiqueta a medio mundo. Es este lenguaje bipolar el que no nos permite encontrar las áreas de traslape o de consenso necesarias para construir juntos el país. Hay que hacerse cargo de la crisis política que vive el país no sólo atacar al del frente y celebrar sus caídas. Para elevar el nivel sería muy conveniente poder seguir reglas, como las de los antiguos maestros, Aristóteles por ejemplo decía sobre el sabio, es aquel que “nunca dice todo lo que piensa,  pero siempre piensa todo lo que dice”. Parece sencillo pero puchas que sería útil si lo aplicaran día a día nuestros líderes políticos y sociales.

De no existir la democracia, sus instituciones y la prensa libre, quien sabe donde estaríamos, estas con todo lo imperfectas que puedan ser, prácticamente se han hecho cargo del país y nos han salvado y asegurado el sistema, así como también han contribuido a visibilizar y denunciar los errores o delitos garrafales a que nos han acostumbrado algunos de nuestros líderes actuales.

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