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Estudiantes de Ingeniería enfrentaron el desafío “Salvemos a los huevos” con creatividad y trabajo en equipo

Lunes 9 de Diciembre del 2024

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Más de 80 estudiantes de primer año de las carreras de Ingeniería Civil Plan Común e Ingeniería en Construcción participaron del desafío “Salvemos a los huevos”, una actividad realizada en el patio cubierto de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Magallanes, que fomenta la creatividad, la innovación y el trabajo colaborativo.

El evento, coordinado por la académica de la Facultad de Ingeniería, Claudia Ojeda, consistió en construir pequeñas estructuras de papel utilizando técnicas de papiroflexia (origami), con el objetivo de proteger un huevo en su interior y lanzarlo desde una grúa a alturas considerables, sin que este se rompiera. 

“Este es el cuarto año que realizamos este desafío ‘Salvemos a los huevos’. El objetivo principal es el desarrollo creativo de nuestros estudiantes frente a un problema. La investigación en nuevas técnicas que se están desarrollando en distintas escalas para soluciones tecnológicas. Como es la papiroflexia actualmente, ocupado desde la Nasa hasta los microchips de la robótica. Y por otro lado, el trabajo en equipo. Nuestros estudiantes estamos trabajando fuertemente para que desarrollen todas las habilidades que actualmente se necesitan de los trabajos colaborativos y sobre todo en equipo”, explicó Ojeda.

Hace un mes, los estudiantes recibieron el reto: diseñar y construir un prototipo únicamente con papel formato carta, plegado con técnicas de origami. Estas estructuras debían proteger al huevo desde dos perspectivas: amortiguando el impacto y frenando la caída, como un paracaídas. Los estudiantes, organizados en grupos de tres o cuatro integrantes, determinaron la altura del lanzamiento según la calificación que aspiraban obtener, siendo 7 metros el nivel más exigente para quienes buscaban la nota máxima.

“Los lanzamientos fallidos no reciben notas negativas, pero incentivamos a los estudiantes a asumir riesgos con una motivación extra”, resaltó la académica. Este año, además, se incluyó un reconocimiento especial para las estructuras más livianas y eficientes, promoviendo la optimización de recursos en el diseño.

El desafío no sólo busca enseñar conceptos prácticos y técnicos, sino también mostrar la relevancia de enfoques modernos, como la papiroflexia, que tiene aplicaciones desde la Nasa hasta el diseño de microchips en robótica. Según Ojeda, esta actividad refuerza las competencias que hoy exigen los trabajos colaborativos y multidisciplinarios, esenciales en el campo de la ingeniería.

“Pueden elegir entre 7, 6 y 5, pero el que quiera un 7 tiene que lanzarlo a 7 metros de altura y sobrevivir. Los lanzamientos fallidos son evaluados con nota azul también, aquí no se van a sacar rojos, pero es una motivación bastante interesante como desafío”.

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