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Trump al ataque

Por Abraham Santibáñez Sábado 28 de Diciembre del 2024

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La tregua de Navidad de 1914, hace ciento diez años, fue un episodio extraordinario de la Primera Guerra Mundial. Soldados británicos y alemanes decidieron, por su cuenta, que no podían matarse en esa fecha tradicional y suspendieron las hostilidades. 

La anécdota ha sido llevada a la literatura y al cine. Pero ha tenido pocos imitadores. Este 24 de diciembre, los tambores de la guerra redoblaron en todo el mundo. Y donde no hubo acciones bélicas se escucharon amenazantes anuncios.

El 20 de enero asume su segundo mandato Donald Trump. El lunes 6 su elección debe ser ratificada en Washington por el Colegio Electoral, el acto que trató de impedir en 2021 azuzando a sus partidarios a tomarse la sede del Congreso, disturbios en los cuales murieron cinco personas. Trump sabe que esta vez la transición será menos violenta. Pero si alguien pensó que llegaría más sereno, ya se encargó de desmentirlo.

Inesperadamente dejó en claro que tiene peligrosos planes para la expansión territorial de EE.UU. Afirmó que, a su juicio, la mejor manera de asegurar la tranquilidad internacional y comercial de su país es poniendo bajo su control o, mejor aún, su propiedad, el Canal de Panamá y Groenlandia.

Considerando algunas de sus patochadas recientes como el comentario dirigido al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau al que bautizó groseramente como “gobernador del gran estado de Canadá”, se pudo pensar que se trataba de una broma nada diplomática. Sobre todo porque no era la primera vez que usaba el sarcasmo para referirse a dirigentes internacionales.

Pero era mucho más. 

Al anunciar el nombramiento de quien será el nuevo embajador en Dinamarca, país que controla las relaciones exteriores y la defensa de Groenlandia, Trump hablaba en serio. Ya antes había insinuado su deseo de comprar Groenlandia, pero esta vez, como comentó la prensa, hizo una oferta al estilo de El Padrino, “que los daneses no podrían rechazar”.

Groenlandia tiene una ubicación estratégica, la cual se potencia con el derretimiento de los hielos del Artico. Y Panamá, en un extremo más cálido del planeta, cuyo canal fue construido luego que EE.UU. apoyara la secesión del país de Colombia, es igualmente estratégico. Para reforzar su argumentación dijo que China estaba interfiriendo en Panamá.

La teoría de Andrés Oppenheimer, comentarista de CNN y el Miami Herald, es que “el canal, que permite a los barcos cruzar entre los océanos Pacífico y Atlántico, es clave para las economías de Estados Unidos y de América Latina. Cualquier interrupción del transporte a través del canal, lo que no ha sucedido desde que Panamá lo administra, podría aumentar los precios de las exportaciones asiáticas al continente americano, y viceversa”.

Oppenheimer destacó que Trump, en un mensaje en su red social, dijo que Panamá está cobrando tarifas “ridículas” por el uso del Canal, y expresó su temor de que no pueda garantizar el libre tránsito de buques por esa ruta. Si no hay cambios, agregó el todavía presidente electo, “exigiremos que se nos devuelva el Canal de Panamá, en su totalidad y sin cuestionamientos”.

El Mandatario panameño rechazó enérgicamente el anuncio.

Ciertamente la situación era mejor cuando, en medio de una guerra cruel y feroz, era posible un respiro fugaz como el de la Navidad de 1914.

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