Los líderes jóvenes que trabajan para proteger el patrimonio natural en Magallanes
Tomás Ferrada Poblete
En la Región de Magallanes, dos de los 100 jóvenes líderes destacados por El Mercurio y la Universidad Adolfo Ibáñez trabajan para proteger el patrimonio natural del extremo sur de Chile. Aurora Fernández, desde la Reserva Natural Pingüino Rey en Tierra del Fuego y Agustín Roselló, en Cerro Guido, Torres del Paine. Dos visiones jóvenes que están transformando la conservación en uno de los territorios más únicos del mundo.
La visión de Agustín Roselló y Cerro Guido para
una coexistencia sostenible en Torres del Paine
A sus 28 años, Agustín Roselló ha construido una trayectoria en el ámbito de la conservación y la gestión ambiental. Nacido en Santiago y formado como ingeniero forestal en la Universidad Católica, con especialización en conservación y restauración de bosques, Agustín ha liderado iniciativas tanto a nivel local como internacional. Durante su etapa universitaria, fue líder estudiantil y formó parte de la Asociación Internacional de Estudiantes de los Bosques, una ONG con base en Alemania que reúne a más de 12.000 estudiantes de 120 universidades en 60 países.
En 2018, su liderazgo permitió que Chile fuera seleccionado como anfitrión del Congreso Internacional de Estudiantes de los Bosques. Este evento trajo a más de 100 estudiantes de 30 países para recorrer y estudiar los diversos ecosistemas forestales de Chile. Tras el éxito del congreso, Agustín fue elegido presidente mundial de esta asociación, representando a estudiantes ante organismos como la Onu y liderando iniciativas que conectaban a jóvenes con profesionales del ámbito forestal.
Luego de una etapa de viajes y proyectos internacionales, regresó a Chile para unirse a la Fundación Cerro Guido, fundada en 2021 con el objetivo de proteger la estancia del mismo nombre ubicada en Torres del Paine. Actualmente se desempeña como director de proyectos y trabaja principalmente desde Santiago, aunque visita el lugar una vez cada mes o dos meses.
– ¿Qué hace la fundación?
– “Nuestro trabajo principal está enfocado en un programa de coexistencia entre la ganadería y la vida silvestre (…) Por ejemplo, trabajamos con perros protectores y otras herramientas no letales para reducir los conflictos con el puma (…) El objetivo de Cerro Guido es que la ganadería, el turismo y la conservación convivan de manera sostenible, respetando el ecosistema y las tradiciones locales”.
– ¿Qué proyectos están desarrollando actualmente en la fundación?.
– “Estamos trabajando en un proyecto de censo de guanacos a nivel comunal en Torres del Paine para entender mejor su población y sus movimientos, ya que compiten con las ovejas por el pasto (…) Muchas personas creen que hay sobrepoblación de guanacos y piden eliminarlos, pero no sabemos si los guanacos que vemos en Cerro Guido son los mismos que migran por toda la región”.
– Tú, como director de proyectos, buscas financiamiento y te relacionas con autoridades, ¿cómo ha sido esa relación?
– “Hemos tenido buenas relaciones con la alcaldesa de Torres del Paine y el gobernador (…) El trabajo con las autoridades es clave, pero entendemos que en Chile los recursos no sobran y hay otras prioridades antes que la ciencia (…) Aquí necesitamos ser creativos y buscar otras fuentes, como el turismo”.
– ¿Cómo es el modelo de Cerro Guido?
– “El modelo tiene una visión territorial que articula tres áreas principales: la ganadería, el turismo y la conservación. En Cerro Guido buscamos que estas tres áreas se retroalimenten. Por ejemplo, una parte de las ganancias del hotel, entre 25 y 30 dólares por noche, se dona a la fundación para financiar proyectos de conservación y estudios del territorio”.
– ¿Qué objetivos tienen ahora?
– “Uno de nuestros principales objetivos es invitar a estancias vecinas a sumarse a nuestras prácticas y compartir con ellas las técnicas que hemos desarrollado en Cerro Guido para disminuir los ataques del puma a las ovejas (…) El proyecto consiste en asesorar a estas estancias, enseñándoles métodos como los repuntes nocturnos y el uso de perros protectores (…). La idea es que puedan seguir practicando la ganadería, pero adaptándose a los cambios que el territorio exige hoy”
– ¿Cómo evalúas la situación de la conservación en la Región de Magallanes y a nivel país?
– “Creo que la Región de Magallanes está muy avanzada en términos de conservación. Mucho de esto se debe al turismo y al arraigo que la gente tiene con la tierra, ya que históricamente han valorado la naturaleza como parte esencial de su vida. Aunque la ganadería ovina sigue siendo fundamental, también hay un reconocimiento del valor de las praderas y las especies que las componen”.
La apuesta arquitectónica y sostenible de Aurora Fernández para cambiarle la cara al Parque Pingüino Rey
Aurora Fernández, arquitecta de 33 años, es la directora ejecutiva de la Reserva Natural Pingüino Rey en Tierra del Fuego, un proyecto que fue fundado por su madre, Cecilia Durán, el 2011. Nacida en Punta Arenas y criada en Tierra del Fuego, Aurora ha dedicado su vida profesional a su tierra natal, combinando su amor por la arquitectura con su compromiso con la conservación.
Estudió arquitectura en Valparaíso y, tras seis años fuera de su región, regresó con el objetivo de implementar lo que fue su proyecto de título: una infraestructura turística ideal para la reserva. Este proyecto, que incluía un diagnóstico integral de las actividades turísticas, conservación y arquitectura, tuvo que adaptarse a las limitaciones locales y a las necesidades del entorno. Aurora realizó un máster en planificación de áreas protegidas en España en 2022, experiencia que enriqueció su visión y reforzó su compromiso con un modelo sostenible de turismo. Además, forma parte del directorio de Así Conserva Chile, asociación de iniciativas de conservación privadas.
Lo que comenzó como una idea académica se transformó en ocho años de trabajo en terreno, liderando iniciativas que integran la ciencia, la educación ambiental y el turismo responsable.
– ¿Cuánto pudiste implementar del proyecto que tenías pensado?
– “Todavía sigo implementando el proyecto. En mi tesis diseñé algo mucho más integral, no sólo arquitectónico. Incluía un diagnóstico completo: cómo realizar las actividades turísticas, qué implementar en conservación, y cómo desarrollar la arquitectura. Cambiamos la cara del parque completamente”.
– ¿Qué fue lo primero que se hizo?
– “Lo primero que hice al llegar fue implementar uniformes, porque antes no teníamos, y los visitantes no identificaban al personal. De ahí fui trabajando poco a poco: uniendo los espacios desde lo arquitectónico, como las salas de bienvenida o las áreas de alojamiento, para que todo tuviera un hilo conductor. Este proyecto abarca guardaparques, comunicación, investigación, ecoturismo, infraestructura y vinculación con el medio”.
– ¿En qué etapa van? ¿En qué consiste lo que falta?
– “El proyecto en la reserva incluye tanto la arquitectura como los senderos, y está diseñado considerando el entorno y su dinámica (…) La infraestructura no está cerca de la colonia; está ubicada a 220 metros para evitar interferencias. Sin embargo, si la colonia creciera mucho, todo está diseñado para poder moverse. Son estructuras desmontables y trasladables (…) Ese es el eje central del proyecto arquitectónico: ser flexible y respetuoso con el entorno”.
– En el fondo, la idea es adaptarse a los pingüinos y no que ellos se adapten a la reserva.
– “Totalmente. En la reserva siempre decimos a los visitantes: aquí manda la naturaleza, no nosotros (…) Esta visión se opone a la concepción antropocentrista, donde el humano está por sobre la naturaleza (…) A veces llega gente con la idea de “hago lo que quiero”, y hay que explicarles que esa actitud nos llevó a problemas como océanos llenos de plástico o el cambio climático”.
– ¿Cómo evalúas la situación de la conservación en Chile y, más específicamente, en la Región de Magallanes? ¿Se están haciendo los esfuerzos necesarios o quedan áreas en peligro?
– “Yo creo que hay esfuerzos de conservación, pero el mayor obstáculo no siempre es la falta de recursos económicos, aunque claramente son necesarios (…) El problema muchas veces es la falta de voluntad y la excesiva burocracia. En Chile tenemos muchas leyes, pero los permisos y trámites suelen ser interminables. Por ejemplo, nosotros llevamos 15 años pidiendo los mismos permisos, cumpliendo con todas las normativas e incluso excediendo los estándares exigidos, pero los procesos se demoran igual. Esto es frustrante porque en terreno hay que actuar rápidamente”.
– ¿Cuáles son los principales desafíos que enfrentan las iniciativas privadas de conservación en Chile?
– “En nuestra asociación, enfrentamos problemas que desmotivan a los actores más pequeños, como el exceso de papeleo y la falta de apoyo técnico o financiero, lo que hace que muchos deserten, aunque protejan ecosistemas maravillosos (…). Trabajamos con el Servicio de Biodiversidad y Areas Protegidas para integrar áreas privadas al marco oficial, pero aún falta un catastro actualizado. Mientras tanto, las comunidades se organizan frente a problemáticas como los megaloteos y parcelaciones, creando sus propias áreas de conservación para proteger el agua y los ecosistemas locales”.
– ¿Tú crees que el magallánico se da cuenta de lo que tiene en su región y lo cuida?
– “Yo creo que sí, especialmente después de la pandemia, que marcó un antes y un después para todos. Sin embargo, creo que nos falta visibilizar más lo que tenemos. Eso también es parte de nuestro trabajo como institución”.