La suerte
Un día de marzo, caminaba rumbo a mi casa en medio de un calor insoportable. Pensé que con dos grados más empezarían a caer aviones derretidos. Marchaba yo con el rostro pegado al suelo, masticando algunos pensamientos cuando de pronto…¡no lo podía creer! Me encuentro con tres mil pesos botados en un cemento hiper-caliente. Un metro más allá habían cuatro mil pesos más, lo que hacía un total de 7 lucas. Miré a mi alrededor y no había nadie. Me las dejé en el bolsillo y una luca la puse en la mesa de centro del living, para no olvidarme jamás de ese golpe de suerte.
Hago hincapié en este hecho porque jamás en mi vida me había encontrado dinero. Es más: yo no tengo suerte para nada. Estoy seguro que si me instalara con un circo, a la semana me empezarían a crecer los enanos.
Esto me viene por familia, porque un primo político mío (era concejal por Pelequén) abatido por una racha depresiva se lanzó al vacío desde el 15° piso de un edificio en Santiago y…¡cayó afuera!
¿Existirá la suerte? ¿O es una manera de simplificar los hechos que un designio superior mueve a su antojo? Mi buena suerte, ¿no será la mala de otro? Cuando un equipo de fútbol gana por la cuenta mínima y sin merecerlo, dicen que ganaron por buena suerte. Luego, ¿los derrotados perdieron por mala suerte? ¿Por qué la vida es tan bipolar? ¿Cómo debe interpretar un ciudadano común y corriente el hecho de que la suerte desestabiliza el equilibrio entre destino y merecimiento? ¿Hay gente que nace predestinada a la mala suerte? Conocí en el sur un caso de destino funesto. Un campesino se sentó en un pajar…y se clavó con la aguja. ¿No es eso ensañamiento de mala cueva?
Recordemos que la palabra inglesa luck (suerte) es hija del siglo XV y deriva del alto alemán medieval glück, que lamentablemente (¿ o por mala suerte?) designa tanto la felicidad como la buena fortuna, condiciones que no necesariamente son idénticas.
Creo que nuestra existencia siempre nos depara acontecimientos imprevisibles que se traducen en pérdidas o ganancias. Estoy seguro que el azar en los asuntos humanos es decisivo, y hasta apostaría por ello (por algo es azar).
En otras palabras, la suerte es una fuerza díscola, bastante chúcara que impide que la vida humana se someta por completo a la gestión del raciocinio.
Ahora, justamente porque la fortuna otorga sus favores a toda clase de personas, hay algo definitivamente democrático en la suerte. Sin duda, la suerte llama a la puerta de los grandes, chicos, pobres, ricos, negros, blancos, amarillos y toda esa variada gama que podemos encontrar en la fauna humana.
No hay dudas que la suerte incide en nuestras vidas. ¿Cuánto? No lo sé, pero creo que las cosas de este mundo siempre adoptan un giro inesperado, porque la vida es aquello que nos sucede cuando no estamos haciendo planes. Por eso la suerte nos pilla siempre desprevenidos. Si nos favorece, será un golpe de buena suerte. Si nos es adversa, será una racha de mala pata. ¿Estamos?
Conviene aclarar que la buena suerte no siempre triunfa. La mala suerte existe, e incluso hay ejemplos de ello.
No me referiré a los que actúan deliberadamente, calculando los resultados del acto que acometerán. Es el caso de un vecino que me dijo que se había encontrado en la calle un televisor. No lo pude creer, pero después me enteré de que lo había encontrado antes de que el dueño lo perdiera.
Eso no es suerte, es simplemente robo en despoblado.