Necrológicas

Nosferatu: Drácula siempre vuelve de la tumba

Domingo 5 de Enero del 2025

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Por Guillermo Muñoz Mieres,
periodista

 

Estados Unidos y República Checa,  2024

Director: Robert Eggers

Protagonistas: Bill Skarsgård, Lily-Rose Depp, Willem Dafoe

En salas de cine de Punta Arenas y Natales

Drácula debe ser el personaje más interpretado en la historia del cine y aunque su origen es literario, fue la llamada pantalla gigante el arte que le dio forma, lo convirtió en pesadilla e hizo parte de la cultura popular, desde  el Drácula elegante y con capa de Bela Lugosi y Christopher Lee, los pandilleros ochenteros  de “La generación perdida” (1987), la generación X de la saga “Crepúsculo” (2008) y hasta “El Conde” (2023) del chileno Pablo Larraín dónde aunque se  vista como el dictador chileno Augusto Pinochet, finalmente Drácula es lo que queda.

Y ambas- novela y cine-  tenían un destino anunciado, pues el libro “Drácula” del escritor irlandés Bram Stoker se publicó en 1897, apenas 15 meses después del nacimiento oficial del cine  y tendrían que pasar casi 3 décadas para que se encuentren de forma definitiva con su primera adaptación “Nosferatu, Sinfonía de horror” (1922) del alemán F. W. Murnau y que más maldita no podía ser porque se hizo a la maleta, sin autorización, se mandaron a incinerar todas las copias y alguna que otra en penosa marcha logró zafar y si así no hubiera sido quizás otra sería la historia, pero al final no fue y por eso puede decir después de tanto que es la primera de todas. Y en ella hay una mujer que sufre pesadillas y es sonámbula, con un marido que se va de viaje de negocios al castillo donde vive el Conde Orlock, un noble de rostro monstruoso, pálido y colmillos sobresalientes que nadie en su sano juicio se atrevería apenas a acercarse.

La obra es intensa, oscura y se dice que hasta premonitoria porque anunciaba, tal vez sin saberlo, la llegada del nazismo a Alemania y de esa sombra, como la del vampiro, casi nadie se zafó y por eso la película termina con un mensaje de esperanza que, al parecer, no todos escucharon y donde se advierte que sólo un sacrificio de amor puede salvar al mundo, casi el mismo que casi 60 años después estaría en “Nosferatu, Fantasma de la noche”(1979) del gran cineasta alemán Werner Herzog y que no tuvo nada de vergüenza en copiar y tributar a la primera, pero ahora con un Klaus Kinski tan feo como el Conde Orlock, atrapado en un cuerpo cansado por los siglos a cuestas y una Isabelle Adjani tan sensual que ni el menos vampiro de los vampiros podría no terminar afilando sus colmillos.

La nueva versión está a cargo de Roger Ebbers, un cineasta que goza de cierta popularidad porque se inspira en cuentos algo ancestrales que corrieron de boca en boca y por allí puede estar el origen de los miedos, sea el esoterismo de “La bruja” (2015), la claustrofobia de “El Faro” (2019) o la violencia del poder en “El Hombre del Norte” (2022), en cuyo relato se dice está la semilla de “Hamlet” y por eso se entiende que su nueva versión del clásico  escudriñe en el origen, mantenga la historia, el nombre Orlock, esos ambientes góticos y expresionistas donde la luz se confunde con la sombra y el vampirismo es sinónimo de peste con ratas deambulando por miles en las calles y rincones.. Y también se entienda que quiera agregar algo nuevo, un poco de realismo carnicero y “gore” entre tanto mordisco, por allí su homenaje a “El Exorcista” (1973) y si la vista no falla también al “Drácula de Bram Stoker” (1992) dirigida por Francis Ford Coppola donde el vampiro dejaba de ser anticatólico y anárquico para volverse galán y romántico.

El Orlock o Drácula de esta versión es un monstruo sediento de sangre que habla de forma ronca y desde la ultratumba, se infiltra en las pesadillas y por eso su rostro se oculta en casi toda la película y cuando aparece ya está desatado y lo que hace no asusta tanto porque algunos ya conocen la historia y los que no, de seguro ya han visto en el cine o las plataformas cosas peores.  Las actuaciones protagónicas cumplen, mientras un  Willem Dafoe  se ve algo sobreactuado como el médico chamán y por allí la fealdad de los anteriores «Nosferatu» se pierde porque le sobra un bigote y algo más.

Y al final lo que queda de esta nueva versión es el tributo y reconocimiento a un clásico aliñado con un poco de condimento de los últimos años, pero quizás con mucho ajo y eso, sabemos,  espanta a un  olfato tan sensible como el de un  vampiro.

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