Eliminación de los delegados presidenciales, otra promesa incumplida
El Presidente Gabriel Boric, una vez más, ha optado por postergar una de sus principales promesas de campaña: la eliminación de los delegados presidenciales. Durante su reciente reunión con los gobernadores regionales, el Mandatario transparentó que esta medida quedará en manos del próximo gobierno. Un nuevo capítulo de la larga historia de compromisos asumidos y luego relativizados en el ejercicio del poder.
El argumento de La Moneda es que la eliminación de esta figura será progresiva, pues con la incorporación del seremi de Seguridad los delegados presidenciales ya no tendrán las mismas atribuciones en esa materia. Sin embargo, esta justificación no convence. La existencia de estas autoridades designadas desde el nivel central sigue siendo una traba para el real fortalecimiento de la descentralización y un obstáculo para la autonomía de los gobiernos regionales, encabezados por gobernadores electos democráticamente.
Jorge Flies, gobernador de Magallanes, expresó su desacuerdo con la decisión del Ejecutivo, aunque dijo comprender la explicación de Boric. Pero lo cierto es que no se trata de un tema de comprensión, sino de voluntad política. ¿Cuántas veces más se seguirá postergando el proceso de descentralización? La justificación de que “las condiciones no están dadas” es el mismo argumento que históricamente han esgrimido quienes temen ceder poder a los territorios.
La no eliminación de los delegados presidenciales refleja, además, la dificultad del actual gobierno para cumplir sus compromisos en materia de descentralización. Si bien el Ejecutivo ha planteado avances en tres áreas—la Ley de Rentas Regionales, el traspaso de competencias en prevención del delito y la descentralización de ciertas unidades operativas—, lo concreto es que los gobiernos regionales seguirán supeditados a la administración central.
El problema de fondo es la resistencia del Estado chileno a modernizar su estructura y avanzar hacia un modelo donde los territorios cuenten con verdadera autonomía. El recorte presupuestario del 5% a los gobiernos regionales es otro golpe que contradice cualquier discurso sobre fortalecer la descentralización. Mientras las regiones sigan dependiendo de Santiago para administrar sus propios recursos, cualquier promesa de autonomía quedará reducida a un discurso vacío.
El tiempo corre y la administración Boric, que llegó con la bandera del cambio, sigue acumulando compromisos postergados. La descentralización no puede ser una consigna para la tribuna ni un proyecto a largo plazo eternamente inconcluso. La eliminación de los delegados presidenciales era un primer paso simbólico y concreto en esa dirección, pero al final del día, el gobierno optó por el inmovilismo.
Las regiones seguirán esperando, una vez más, que en algún momento la promesa de autonomía deje de ser una simple aspiración y se transforme en una realidad. Pero con este nuevo retroceso, queda claro que no será en este gobierno.